La Gran Guerra: La construcción del siglo XX

La Primera Guerra Mundial (PGM) estalló en Europa en el contexto de una creciente competencia entre naciones para demostrar su poderío. La nación alemana intentaba construir un ejército que pudiese enfrentar a sus vecinos Rusia y Francia, y aspiraba a armarse de una fuerza naval como la de Gran Bretaña. Las rivalidades entre países también eran alentadas por la competencia entre el tamaño y la extensión de los imperios, y el ocaso del Imperio Otomano. En particular muchas potencias europeas estaban compitiendo por territorio y riquezas en África. A todo esto se sumaba el creciente potencial conflicto entre naciones europeas más pequeñas, como las de los Balcanes, que buscaban su auto-determinación mientras que las grandes naciones querían continuar dominándolas.

Pero la forma en que pensamos sobre una de las catástrofes más grandes en la historia del mundo puede ser más complicada de lo que se ve.

Siempre habrán argumentos sobre lo que realmente pasó, y esto va a continuar. No sería apropiado reducir esta guerra y la aniquilación de 17 millones de personas a un recuerdo a partir de convertirla en un episodio tendencioso en la historia de las guerras. Sin embargo, hay aspectos que han recibido poca atención: el golpe sufrido por la clase trabajadora bajo el peso del nacionalismo, la incursión en Medio Oriente y la entrada de los aliados a Rusia inmediatamente después de la guerra.

1. ¿Clase o nación?

Antes de la guerra, los partidos socialistas y la clase obrera de Europa era una fuera muy fuerte en el continente, con millones de miembros. Pero, como muchos, los líderes de estos partidos socialistas no vieron venir a la Gran Guerra.

La guerra estalló. Comenzó con el asesinato de Franz Ferdinand el 28 de Julio de 1914, incendiando los deseos expansionistas de las mayores potencias europeas (Inglaterra, Francia) e imperios (Alemania, Rusia, Otomano).

Durante las primeras semanas de la guerra, muchos partidos socialistas tenían que decidir si apoyar o no a sus respectivas naciones, o si actuar de acuerdo a los principios de la Internacional y hacer todo lo posible por detener su estallido. Existía mucha angustia en cuanto a qué hacer, pero finalmente la mayoría de líderes decidieron que sus naciones vendrían primero. Sólo la izquierda rusa y la serbia decidieron no seguir esta línea.

La razón detrás del colapso de la Internacional fue, en gran medida, que la clase obrera socialista y en general, prefirió apoyar a sus propios países que al ideal de la solidaridad internacionalista.

Como notaba el periodista británico H.N. Brailsford en aquel entonces:

“Pensemos si un grupo de líderes obreros, ingleses o alemanes, se dirigieran a una asamblea de obreros británicos, se podría atizar un verdadero sentido de solidaridad entre ambos proletariados”.

Ambas alternativas estaba potencialmente presentes – el sentido de solidaridad de la clase obrera o su impulso hacia la guerra. La lucha política determinaría cual se impondría. En 1914, los reformistas ganaron el debate y los internacionalistas fueron derrotados.

Sin duda, muchos obreros fueron a pelear a la guerra por sincero patriotismo. Otros por un deseo de aventura o con la expectativa de que la guerra solo duraría unos meses. Pero muchos más voluntarios fueron víctimas de la intimidación, que fue ejercida mucho más allá de simples frases nacionalistas o “presión social”. Por ejemplo, cuando 7,000 trabajadores ferroviarios de Londres hicieron una huelga de 19 días en mayo de 1915, la reacción del Consejo del Condado de Londres – que poseía las vías ferroviarias – fue despedir a todos los hombres que cumplían con la edad de enrolamiento militar, suguiriéndoles unirse voluntariamente al ejército. También publicaron un comunicado que leía:

“Por este medio notificamos que, como la mayoría de hombres por sobre la edad de enrolamiento militar han vuelto a trabajar, hombres que son elegibles para los servicios ferroviarios no van a ser recibidos de vuelta. Aquellos que se enrolen en el ejército serán considerados favorablemente para ser recontratados, en cuanto sea posible, después de la guerra. Cualquier hombre en edad de enrolamiento militar incapaz de enrolarse ´puede dirigirse al Oficial en Jefe y exponer sus razones, y se considerará si las circunstancias permiten una excepción en ese caso”.

2. La larga sombra de Lawrence

Se suele subestimar la forma en que la “Gran Guerra” reformuló al mundo al acabar con el Imperio Otomano e iniciar la dominación del Medio Oriente – por primera vez desde las cruzadas – por potencias europeas cristianas.

Inicialmente, estas potencias fueron europeas – Francia e Inglaterra, y en menor medida Rusia. El momento definitivo fue la firma del tratado Sykes Picot en 1916. Este acuerdo fue firmado entre Inglaterra y Francia, con aprobación de Rusia, y definía cómo se dividirían el Imperio Otomano después de su proyectada derrota. Francia se quedaría con las regiones a las que ahora conocemos como Líbano, Siria, Turquía del Este y el norte de Iraq. Gran Bretaña se quedaría con Palestina, el sur de Iraq y lo que hoy se conoce como Kuwait. El acuerdo secreto fue hecho público por el gobierno soviético después de la revolución de 1917, causando vergüenza a los ingleses y franceses. Sería la primera de varias declaraciones hechas por potencias externas que, continuando hasta hoy, determinarían los hechos en la región. La siguiente – esta vez hecha pública – fue la Declaración de Balfour en 1917, en la que, entre otras cosas, los británicos declararon su deseo de crear un “hogar para el pueblo judío en Palestina”.

Fue también – como el tratado de Sykes-Picot que le precedió – una traición a los árabes que pelearon con, y frecuentemente bajo el mando de, el Oficial militar británico T.E. Lawrence (una versión romantizada de sus andanzas se popularizó con la película Lawrence de Arabia) contra los turcos (que fueron aliados de Alemania en contra de los ingleses y los franceses). Su cooperación vino después de promesas de un Reino Árabe que abarcaría entre Allepo (Siria) en el norte Aden (Yemen) en el sur, Egipto, en el Oeste e Irán en el Este, con Damasco como su capital. Lawrence fue quien prometió esto a Hussein bin Ali, Sharif y Emit de Mecca, Rey de Hejaz. El hijo de Sharif Hussein, Faisal, seria el comandante de los “árabes irregulares” junto a Lawrence.

Los árabes, sin embargo, no obtendrían su Reino Unificado. El área en cuestión sería re-definida al deseo de foráneos. Las tropas francesas dejaron completamente Siria y Líbano en 1946. Gran Bretaña terminó su mandato sobre Palestina en Mayo de 1948, pero mantuvo una presencia prolongada alrededor de la región por mucho tiempo. Pero la salida de estos viejos ejércitos imperiales no fue el final de la dominación extranjera.

3. Incursión aliada a la Rusia revolucionaria

En palabras de la eminente historiadora francesa Elie Halevy, “la crisis mundial de 1914-18 no fue sólo una guerra – la guerra de 1914 – sino una revolución – la revolución de 1917”. Claro que la revolución rusa no fue simplemente producto de la guerra, sino que también fue una oportunidad para transformar los intereses nacionales y capitalistas de Europa.

Los rusos, de entre todas las potencias, fueron los menos preparados para la guerra. No sólo eran apenas subdesarrollados en comparación con el resto de Europa Occidental, sino también eran gobernados por una monarquía inepta y añeja bajo el reinado del Tsar Nicholas II, y sufrió mucho durante la guerra, causando amplia desilusión.

Fue bajo estas circunstancias que los bolcheviques, no reformistas y nacionalistas, tomaron el poder e instigaron una guerra civil en Rusia. Y fue también bajo estas circunstancias que Rusia salió de la guerra.

Esta guerra civil fue también el inicio de la intervención Occidental en los asuntos rusos, apoyando al “ejército blanco” bajo el pretexto del anti-comunismo, en una cruzada ideológica contra la “amenaza bolchevique”. Pero otras figuras importantes como el Primer Ministro británico David George y el Presidente estadounidense Woodrow Wilson se mostraron reacios a verse envueltos en un conflicto ruso fratricida por el bien de los principios anticomunistas. La amenaza de Alemania en la región fue, al menos hasta la firma del armisticio en noviembre de 1918, una razón mucho más convincente para proporcionar los "blancos" con la ayuda militar.

La incursión aliada en general no logró nada significativo en términos de relaciones exteriores o el éxito militar. Las pequeñas fuerzas desplegadas en Rusia fueron incapaces de romper el poder del Ejército Rojo, y simplemente observaron cómo fue destruido poco a poco el Ejército Blanco (compuesto por rusos anticomunistas).

Esta incursión en la Unión Soviética (entonces llamada la República Socialista Federativa Soviética) por las fuerzas aliadas sentó las bases para su posterior temor soviético de ataque desde el oeste y fue utilizado como una herramienta de propaganda útil por los soviéticos aunque en gran medida olvidada en el oeste.

La victoria del Ejército Rojo bolchevique sobre lo que se convirtió "Las tres campañas de la Entente" de Stalin (una referencia cargada a los esfuerzos de los líderes del Ejército blanco del Kolchak, Denikin y Ludenich, que se muestra como "títeres" de occidente capitalismo), en una guerra civil que costó unas 10 millones de vidas, supone un lugar sagrado en la historia soviética y rusa.

Fue esta victoria que ayudó a forjar la propia imagen pos-zarista de Rusia como un país fuerte que se había enfrentado a la intimidación de Occidente, y que se encontraba en una de las raíces de la guerra fría. Incluso el ex Presidente Mijail Gorbachov, a menudo visto como un amigo de Occidente, era propenso a mencionarlo; y no puede estar muy lejos de la mente del Presidente Vladimir Putin como los recientes acontecimientos en 2014 se desarrollan en Ucrania.