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4 septiembre 2016
Pensamiento emancipador en el Caribe

Un elemento central en el proceso de formación del  pensamiento emancipador en América Latina y el Caribe, se generó las ideas que en un momento determinado un actor político de la región buscó darle forma a un proyecto nación. Para ello el proceso de formación del pensamiento emancipador se va a integrar con los discursos, testimonios, proclamas, ensayos y libros que va a generar dicho actor político. De esa manera, dicho pensamiento va a ser la armazón teórica del actor político que través de de sus ideas van a servir de guía para buscar y hacer frente a las formas de dominación. En un primer momento el pensamiento emancipador ubicará como su adversario principal  al colonialismo español, francés, británico u holandés. En un segundo momento la lucha por la emancipación se orientará por erradicar a la opresión interna de los sectores oligárquicos y sus aliados internos y externos. En la tercera fase, ese mismo pensamiento emancipador desde los comienzos del siglo XX hasta una centuria después, identificará a la hegemonía del imperialismo norteamericano y sus aliados mundiales (imperialismo  británico o de otra potencia occidental como el adversario principal).

El pensamiento crítico y el alternativo en gran medida puede ser considerado como una práxis teórica.

Así, el pensamiento emancipador en contraste con el pensamiento crítico, alternativo e incluso periférico,[1] emergerá hasta nuestro días como un pensamiento original en la región latinoamericana y caribeña. Su longevidad tendrá una historia más prolongada que los primeros. Esencialmente el pensamiento crítico y el alternativo, señala el Hugo Biagini, “irrumpe en respuesta a la globalización neoliberal, enarbolada como una modalidad irreversible por los estratos dominantes y hasta por posturas claramente progresistas”.[2] Agregando el filósofo argentino que en el caso del pensamiento alternativo: “Más allá de los auges y recortes temporales, para Arturo Andrés Roig el pensamiento alternativo se halla, por una parte, estrechamente ligado con la existencia humana, a través de cuestiones de tanta relevancia como el derecho a la utopía y a la esperanza”.[3]  Asi, el pensamiento crítico y el alternativo en gran medida puede ser considerado como una práxis teórica.  Esto es,  pensar la realidad críticamente. Tal como lo postulo Carlos Marx desde una visión del pensamiento revolucionario occidental. El filósofo alemán proponía en la onceava tesis sobre Feuerbach: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.[4]

De esta manera los actores centrales de un pensamiento emancipador latinoamericano  han interpretado el mundo desde su visión no occidental (latinoamericana o caribeña),  sino que también han contribuido esencialmente con sus acciones políticas a la  transformación de él. Esto es, hacer realidad un nuevo proyecto de nación, o si se prefiere han logrado la emancipación mental de su sociedad, pero también la emancipación social de su realidad nacional o regional.

Diversos has sido los actores de este proceso revolucionario en el orden de gestar un pensamiento emancipador. Por ejemplo, en la historia de la emancipación latinoamericana y caribeña destacan tanto por sus proyectos e ideas escritas que articulan un proyecto emancipador y lo han llevado a la práctica política diversos actores. Pensamos en los primeros libertadores de nuestra América como Simón Bolívar. Él en su “Juramento en el Monte Sacro”, se adhirió a un  proyecto y emancipador que cumplió a cabalidad. El 15 de agosto de 1805 en Roma, el jovén Simón Bolívar sostenía frente a su maestro Simón Rodríguez: “¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español! 

Ciento cincuenta y cinco años después, el  2 de septiembre de 1960, otro actor central del proceso emancipador latinoamericano y caribeño, proclamará la Primera Declaración de La Habana. Claro testimonio y documento de  ese pensamiento emancipador al establecer el derecho de emancipación de los oprimidos para decidir y alcanzar las plenas reivindicaciones políticas, sociales y económicas del pueblo cubano y de los pueblos del mundo a su definitiva liberación.[5]  Hace 56 años Fidel Castro, el principal líder  de la Revolución Cubana reunido con un millón de personas en la Plaza de la Revolución pronunció aquellas palabras, con las que: “En nombre propio y recogiendo el sentir de los pueblos de nuestra América, la asamblea general nacional de pueblo de Cuba”, asumió tomar nueve acuerdos, entre los que destacaron:  “Primero: condena en todos sus términos la denominada Declaración de San José de Costa Rica, documento dictado por el imperialismo norteamericano, y atentatorio a la autodeterminación nacional, la soberanía y la dignidad de los pueblos hermanos del continente”.  Asimismo en el sexto acuerdo de la Primera Declaración de La Habana establece la condena  a la dominación de los pueblos oprimidos de nuestra América y su derecho a la rebelión y por ende a su emancipación.

Así, dicho acuerdo señalaba:

El derecho de los campesinos a la tierra; el derecho del obrero al fruto de su trabajo; el derecho de los niños a la educación; el derecho de los enfermos a la asistencia médica y hospitalaria;  el  derecho  de  los  jóvenes  al  trabajo; el  derecho  de  los  estudiantes  a  la enseñanza  libre,  experimental  y  científica;  el  derecho  de  los  negros  y  los  indios  a  la ‘dignidad plena del hombre'; el derecho de la mujer a la igualdad civil, social y política; el  derecho  del  anciano  a  una  vejez  segura;  el  derecho  de  los  intelectuales,  artistas  y científicos a luchar, con sus obras, por un mundo mejor; el derecho de los Estados a la nacionalización  de  los  monopolios  imperialistas,  rescatando  así  las  riquezas  y  recursos nacionales; el derecho de los países al comercio libre con todos los pueblos del mundo; el  derecho  de  las  naciones  a  su  plena  soberanía;  el derecho  de  los  pueblos  a  convertir sus  fortalezas  militares  en  escuelas,  y  a  armar  a  sus  obreros,  a  sus  campesinos,  a  sus estudiantes,  a  sus  intelectuales,  al  negro,  al  indio,  a  la  mujer,  al  joven,  al  anciano,  a todos los oprimidos y explotados, para que defiendan, por sí mismos, sus derechos y sus destinos.[6]

En ese pensamiento emancipador latinoamericano y caribeño, figuran a lo largo de la historia diversos actores centrales del proceso de emancipación de la región. Sus nombres son diversos en tiempos y lugares, pero a manera de ejemplos podemos mencionar por su obras escritas en sus ensayos, proclamas o manifiestos, así como en su correspondiente quehacer revolucionario a hombres y mujeres de la talla del mismo Simón Bolívar, Benito Juárez, José Martí, Augusto C. Sandino, Pedro Albizu Campos Juan Bosch, Omar Torrijos y Hugo Chávez entre otros de los grandes próceres del pensamiento emancipatorio latinoamericano.

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[1] Cf.: Eduardo Devés, “Pensamiento periférico”, en Hugo Biagini y Arturo A. Roig, Diccionario del pensamiento alternativo, Buenos Aires, Biblos, 2009,  pp. 400-401.

[2]  Hugo Biagini, “Pensamiento alternativo”, en ibid., p. 396.

[3] Ibid.

[4]  Carlos Marx, Obras completas, tomo II, Moscú, Editorial Progreso, 1971, p. 403.

[5] La Primera  Declaración de La Habana, se aprobó el 2  de septiembre de 1960, como respuesta del Gobierno emanada del triunfo de la Revolución Cubana y pronunciada por el Comandante Fidel Castro, en respuesta a la Séptima Reunión de Consulta de Cancilleres de la Organización de Estados Americanos (OEA) celebrado el 2 de agosto de aquel año  en San José, Costa Rica.

[6] Fidel Castro, La Revolución Cubana 1953/1962, México, ERA, 1976, p. 243.


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Perfil del Bloguero
Nació en la ciudad de México, es Doctor en Estudios Latinoamericanos e investigador titular del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC) de la UNAM. Entre sus libros figuran: El pensamiento de Francisco Morazán (1992, 2000, 2003, 2007 y 2019); El narcotráfico en América Latina (2004 y 2008), Minorías sociales en América Latina (2014) . Recibió Mención Premio Casa de las América (2003).
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