Modernismo y justicia social | Blog | teleSUR
20 mayo 2016
Modernismo y justicia social

El presidente de los Estados Unidos, o Gran Jefe Blanco de Washington, Franklin Pierce, envió en 1854 una oferta al jefe Seattle, de la tribu Suwamish, para comprarle los territorios del noroeste de los Estados Unidos que hoy forman el Estado de Wáshington. A cambio, prometió crear una reserva para el pueblo indígena.

Modernismo y justicia social

Poco tiempo después el jefe Seattle envió su respuesta al presidente de los EE.UU. donde le alertaba de que el hombre blanco iba a morir ahogado en sus propios deshechos. Todo ello como consecuencia de que el hombre blanco trata a la Madre Tierra como si fuera su enemiga. Después de ocuparla continúa su camino, pero todo está relacionado y hay una relación de dependencia entre todo, consideraba el jefe indígena. Lo que sucede con la tierra nos afecta a nosotros, sus hijos, advertía.

En otro lugar, y en otro tiempo, en la costa norte de Colombia, frente al Mar Caribe se eleva majestuoso un sistema montañoso que todos conocen como la Sierra Nevada de Santa Marta. Allí viven los pueblos Arhuako y Kogi. Ellos advierten al mundo sobre los riesgos de quebrar el balance en la naturaleza. Para estos pueblos, la Sierra Nevada es el centro del mundo y su papel es proteger ese balance. Ellos protegen la Sierra pues consideran que si se rompe el balance todo el planeta corre un enorme riesgo.

Lo que estos pueblos indígenas en el norte de Colombia (y otros lugares del mundo) nos dicen hoy, y lo que dijo el jefe Seattle en 1854 es, en el fondo, que el Modernismo, es decir, el proyecto del hombre blanco fracasó y no pudo construir un mundo de justicia. Además que dicho proyecto nunca tomó en consideración a la naturaleza.

La discusión sobre daños al medio ambiente, justicia social y desarrollo sostenible se puede ilustrar desde los marcos del Modernismo. No se puede entender ni explicar la situación para el medio ambiente por fuera de los marcos del Modernismo. Cuando hablamos de la forma antropocéntrica de ver el mundo en contraposición a la ecocéntrica estamos hablando del proyecto del hombre blanco contra la forma de vida de los pueblos indígenas y originarios. La una, que para tener éxito en su implementación ve un obstáculo en la supervivencia de la otra. Lo que en teoría política ha aportado el planteamiento “verde” es en extender el concepto hasta otros sectores de la sociedad y agruparlo en un cuerpo teórico, aceptado en el mundo racionalista donde la ciencia tiene hoy el mismo peso que en su momento tuvo la religión.

Pero ¿qué es el Modernismo, qué lo compone, cuáles son las fuerzas que lo mueven, qué fuerzas se le oponen, que tiene que ver el Modernismo con los indígenas, que relación existe con la justicia social y la creación de una sociedad sostenible ambientalmente?

El proyecto del hombre blanco podemos ubicarlo en algún lugar por allá por los años 1500 y tiene varios componentes en la construcción de la idea de cómo debía ser el mundo. Algunos ejemplos: la ciencia y la secularización, donde la religión va perdiendo su posición privilegiada, ya la libertad de creer o no creer, de tener opiniones, gana un espacio. El llamado “descubrimiento” del Nuevo Mundo, que en la práctica fue la invasión de un mundo que ya existía y que tenía su propio desarrollo. Un sistema económico que giraba en torno a la compra y venta de seres humanos, trabajo esclavo, comercio de armas, caza de materias primas más la producción de cosas nuevas, armas nuevas que a su vez necesitaban mercados para poder existir. Todo esto, que a su vez condujo al desarrollo del industrialismo.

El triángulo del comercio fue efectivo en sus formas para crear capital y fuerza de trabajo. Podemos añadir otros aspectos que caracterizan este proyecto del hombre blanco. El proceso de urbanización, por ejemplo, con grandes ciudades y grandes problemas, el militarismo que posibilita el exterminio de culturas en ese “nuevo mundo” y que alcanza la cúspide en los genocidios del siglo XX. El Modernismo implicó también el desarrollo de sistemas políticos donde el concepto de “democracia” es central. Sin embargo existieron otras ideas que justificaban dicho proyecto. Descartes fue uno de los filósofos que mejor resumió el espíritu del Capitalismo en su conocida declaración programática para alcanzar “la verdad y el conocimiento” y ser “dueños y señores de la naturaleza”. Y fue justamente este planteamiento lo que posibilitó, como lo señalaba el jefe Seattle, que el ser humano tratase a la naturaleza como su enemigo.

Esta descripción del Modernismo, como proyecto que creó el mundo que hoy tenemos, donde Europa se tomó el derecho de decidir cómo darle forma a ese mundo, nombrar, o cambiar el nombre de todo, trazar fronteras con una regla sobre el papel, no es una bella historia, pero es necesaria para explicar las bases de la injusticia y la desigualdad. Es necesaria si queremos responder a la pregunta de si es posible corregir centurias de injusticias. Se necesita la justicia social si queremos alcanzar una sociedad sostenible ambientalmente. Se necesita, ante todo, con aquellos sectores que fueron excluidos del proyecto del hombre blanco. ¿Cuáles son?
    
-Los que no son blancos
    
-Los que no son hombres
    
-Los que estaban ahí desde el principio
    
-Quienes no recurrieron a la guerra pero fueron víctimas de ella
    
-Los no cristianos
    
-Quienes vivían y todavía lo hacen, donde conceptos como derechos humanos, paz, democracia son solo eso: conceptos e ideas en el papel. 

-Quienes     en la cotidianidad ven que solo es retórica mientras no tengan la posibilidad de satisfacer sus necesidades básicas mientras otros viven en la carrera permanente por crearse nuevas “necesidades”
    
-Quienes ven que después de muchos años de “crecimiento y desarrollo”     lo único que hemos logrado es ensuciar el planeta y acabar con los medios de vida sin pensar en el futuro.
    
-Quienes ven que un proyecto de sociedad centrado en planeación e ingeniería social donde no hay espacio para para los sentimientos, no es deseable.

Existen otros dos aspectos en la discusión sobre justicia social y medio ambiente. Estos dos aspectos son tal vez los dos más importantes aportes del ecologismo al desarrollo de las ciencias políticas: las futuras generaciones y las otras especies en la naturaleza.

Con respecto al primero debería ser natural asumir una posición de justicia respecto a compartir los medios de vida con quienes vienen después de nosotros. Sería justo cuidar y administrar sabiamente los medios de vida de manera que las generaciones futuras también tengan una oportunidad sobre la tierra. De esta manera, con cuidado hacia nuestros hijos, nietos y quienes vienen después es como expresamos nuestra gratitud con nuestros antepasados. Ahí radica el punto central en la discusión sobre justicia y generaciones futuras.

Muchos podrán creer que eso de generaciones futuras suena demasiado lejano, pero no lo es. Cada día vemos (tal vez en nuestra propia casa) miradas llenas de curiosidad y asombro, pequeñas manos y dulces voces que nos llaman tal vez para asegurarse de que estamos allí, justo en ese momento. No debería ser justo darles la oportunidad de vivir en un planeta limpio? Si la respuesta es afirmativa no podemos entonces agotar los medios de vida para el futuro y dejarles un ambiente envenenado. Hasta donde sabemos este planeta no lo podemos usar y tirar, no tenemos cómo reemplazarlo. La naturaleza puede sobrevivir sin nosotros y recuperarse. Nosotros no sobrevivimos sin la naturaleza.

Cuando se trata del segundo aspecto, las otras especies, debemos pensar que el ser humano nunca está solo. Ni siquiera como especie. Nunca podremos liberarnos de nuestra dependencia de la naturaleza, del ambiente a nuestro alrededor, somos parte de él. No podemos darnos a nosotros mismos el papel de amos de la naturaleza, que es en lo que se fundamenta el Modernismo, Descartes, amos y señores.

Debemos poder usar los medios de vida, no abusar de ellos, deberíamos ser más cuidadosos con no soltar sustancias tóxicas por doquier, ver y garantizar que otras especies también tengan su espacio vital. Es por nosotros mismos. Si las otras especies no tienen ese espacio de vida, si seguimos exterminando otras especies no sobrevivirá nuestra especie. Los humanos somos parte de un todo mayor que vive en constante relación de dependencia con otras especies en la naturaleza. Por eso no podemos estancarnos en la discusión de que si le damos o no derechos a una bacteria o a un mejillón. Ello significa evadir nuestra responsabilidad de respetar la naturaleza. Debemos pensar, en nombre de la justicia social, en quienes sufren más. Los más débiles son quienes más sufren de la contaminación y la toxicidad. Lo que botamos a la naturaleza ha sido antes el ambiente de trabajo de alguien más. Es durante la fabricación, diseminación y manejo de desechos donde más surgen riesgos en ambientes cotidianos para la gente. Está demostrado que muchas sustancias tóxicas han causado daños a los trabajadores y trabajadoras mucho antes de que dañen el ambiente exterior.

Chernóbil es un buen ejemplo de cómo nos puede ir cuando un sistema se basa en perseguir el llamado desarrollo a cualquier precio.

La discusión sobre el Modernismo a partir de la perspectiva de la justicia social no puede ser más clara. El 20 por ciento de la población mundial utiliza el 80 por ciento de los medios de vida. Estas cifras ilustran claramente el conflicto Norte-Sur. Los países de uno y otro lado se relacionan con los medios de vida (recursos naturales) desde dos perspectivas opuestas y desde diferentes modelos de consumo. Ello se hace mas claro si pensamos en el desbalance cuando se trata de acceso y uso de esos medios de vida.

Lo primero que podrían hacer los modelos basados en justicia social sería corregir el desbalance donde el bienestar de unos pocos países se basa en la pobreza de otros. Los del norte son ricos porque los del sur son pobres.

Se puede concluir que la justicia social es necesaria para lograr una sociedad sostenible. Necesario, pero no suficiente. No es suficiente con que seamos más amables, más justos y más conscientes en materia ambiental si al mismo tiempo seguimos asumiéndonos como amos y señores de la naturaleza. No es suficiente si no pasamos de un modelo antropocéntrico a otro ecocéntrico. Si no hacemos eso debemos reconocer que el jefe Seattle y nuestros hermanos de la Sierra Nevada tenían razón y la siguen teniendo la razón.


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Periodista, Politólogo e Historiador



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