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1 marzo 2015
Medios de Comunicación: Instrumentos de Guerra

Indudablemente, los medios de comunicación se han convertido en un elemento fundamental para la construcción de escenarios y coyunturas en las que poco o nada tienen que ver la libertad de expresión y la verdad. Transcurridas dos décadas y media de este siglo, los conglomerados mediáticos son más un instrumento destructivo, estratégico para la dominación y recolonización de países enteros; nada más antidemocrático que el acceso a la información en la mayoría de nuestros países.

Medios de Comunicación: Instrumentos de Guerra

Con la constante innovación de la tecnología, los medios transnacionalizados multiplican su capacidad de copar todos los espacios informativos, culturales, artísticos, llegando a monopolizar lo que hace tiempo denominan “industria del entretenimiento”. Y es que incluso las noticias, de un modo morboso, han sido convertidas en un show en el que la ética y los principios han desaparecido por completo.

No es casual que Telesur sea un objetivo militar y estratégico para cualquier acción desestabilizadora que ejecute la derecha golpista en Venezuela, o cualquier otro país latinoamericano. La mística de trabajo, la posición frente a los hechos de esta cadena nuestro americana la ha convertido en un bastión que buscamos para darnos cuenta lo que de otro modo es un amasijo de embustes sobre lo que sucede en cualquier parte del mundo.

Recordemos el Golpe de Estado Militar en Honduras, cuando la corresponsal de Telesur, Madeleine García, transmitía en vivo la captura del presidente Manuel Zelaya, por fuerzas militares, y muchos nos percatabamos por ese medio lo que apenas dos emisoras locales informaban bajo el acecho de los militares. Seis años después de aquel fatídico 28 de junio, podemos contar con versiones objetivas sobre lo que sucede en nuestro continente, así como los hechos en lugares tan distantes como la agresión imperialista en Ucrania, el colonialismo sionista en Gaza o la intervención en Siria.

Muchos Estados democráticos latinoamericanos (no hablamos de la democracia electorera, sino de los procesos de transformación liberadora), han avanzado en la implementación de proyectos de comunicación comunitaria y estatal, pero eso no basta. La agresividad de los medios corporativos solo es comparable con su infinito desprecio por los pueblos; y su disposición de recursos los hacen formidable máquinas de mentir e implantar falsedades en la opinión pública.

Es sorprendente como gente humilde en los países latinoamericanos, manejan una imagen aterradora de lo que ahora sucede en Venezuela. No hace muchos días, interesado en este tema, seguía con atención los mensajes en twitter de diversos medios de comunicación del continente, lo chocante fue ver comentarios de usuarios que exclaman que no quieren vivir como los pobre venezolanos!!! Comentarios como este en países como Honduras, el más atrasado de Latinoamérica, empobrecido a un extremo sin precedentes en su historia y donde la miseria supera el 50% de la población. Es muy común escuchar el argumento de que en Venezuela no hay papel higiénico para el baño, y esos argumentos vienen de gente que no puede darse el lujo de comprar ese producto.

En realidad todos estos ejemplos de manipulación y mentiras no son nuevos, ya tenemos numerosos ejemplos de lo funesto que puede ser el papel de los medios en nuestros países; baste recordar el papel protagónico de primera línea que tuvo El Mercurio en el bestial Golpe fascista que termino con la muerte del presidente Salvador Allende en Chile. El problema, es que esos medios sirven también para crear las condiciones necesarias en las sociedades para conducirlas a la guerra.

Siendo el campo de las comunicaciones una de las áreas estratégicas para la seguridad democrática, la desventaja en que nos encontramos los pueblos, nos pone en una situación de cuasi indefensión: El bombardeo permanente de mentiras de mil formas, como noticias, como comerciales, en forma de telenovelas o películas, nos acostumbra a conformarnos con la violencia como algo cotidiano.

De hecho, por esta misma vía nos han ido acomodando a la idea y la aceptación de hechos nefastos como las narco novelas. También se nos implantan prejuicios y estigmas como el que es la gente pobre la que comete crímenes, y es la juventud más pobre la que integra las maras y bandas de sicarios. De esta forma hacen sentir a la clase media terror hasta el extremo de la paranoia. Y entonces comienzan a colocar muros y rejas de acero que más que protección se convierten en cárceles para muchos.

Dicho de otro modo, la manipulación mediática sirve para distanciar al individuo de la sociedad, quitándole con ello la capacidad de defenderse en colectivo. La realidad que percibe cada individuo no es la misma que afecta a la sociedad, de modo que los intereses fabricados para el nada tienen que ver con el sujeto mismo. De esta forma se construyen entornos favorables a cosas que resultan absurdas en extremo.

Hoy día la agresión imperial contra la revolución bolivariana está presente en todos los rincones del continente; todos los días nos alejamos más de Venezuela, un territorio que los medios presentan en llamas con un gobierno sufriendo una crisis terminal, donde ya se prepara una “transición”. Es tanto el cinismo, que ante el anuncio del desmantelamiento de una conspiración para perpetrar un Golpe de Estado, hecha pública por el gobierno bolivariano, los medios ponen en duda lo dicho, y buscan el ángulo mediante el cual puedan utilizar esto para validar la imagen de debilidad con que quieren hacer aparecer la revolución y sus líderes.

No se debe olvidar nunca que la guerra es una necesidad orgánica del capitalismo, y del imperialismo específicamente. En esta lógica, debemos presumir siempre que el uso de la violencia es siempre parte del “menú”, y, por lo tanto, la existencia de una matriz que lleve a la intervención militar norteamericana en la República Bolivariana de Venezuela no debe descartarse en ningún momento, y consecuentemente, la preparación ante esa eventualidad es obligatoria.

En ese escenario posible, por ridículo que se pueda ver, los medios servirán para hacer ver moral y legítima cualquier monstruosidad, y Telesur se mantendrá como objetivo de carácter estratégico para el enemigo; eso debe preverse.

Si somos capaces de entender nuestra historia, veremos la importancia de Telesur en su cabal dimensión, y entonces sabremos que defender ese bastión equivale a una buena porción de la victoria. La paz no es de ningún modo un objetivo del imperio, no está en su naturaleza; sabio será que los pueblos entendamos esto.

Ahora más que nunca debemos superar nuestra visión del horizonte, dejar de lado nuestras cuestionables argumentaciones para dividirnos y asumir esta batalla por la libertad latinoamericana, cuya lucha se libra en varios frentes del continente.


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