La derecha que llega | Blog | teleSUR
16 febrero 2016
La derecha que llega

In memorian de Edmundo Porcires, radiólogo, hombre de izquierda, fallecido 

La derecha que llega

en enero de 2016: con su esposa dio cobijo a mi clandestinidad en 1976.

En los pasados 60 días en que se tiró un almanaque e inició la cuenta regresiva de otro, en orillas americana y europea hubieron cambios políticos que instalaron a las derechas en lugares gubernamentales, facilitando entendimientos con minoritarias clases dominantes que marcan rumbos en esos países, se dedican alabanzas desde sus medios y tonifican a las agrupaciones del mismo signo de otras naciones.

Si traspolara lo que oí hace unos días a Eduardo Aliverti en Argentina, hablaría en ciertos casos de sorpresa o de indignación. Los conservadores no llegaron con asaltos a la legalidad (abierta o encubierta), sino por voto popular, democrático, que los habilita a aplicar su modelo de minoría burguesa asentada en la defensa ortodoxa del capitalismo y que repone en toda su extensión actos que acaban constituyendo una rapiña contra las grandes mayorías. Los poseedores de empresas, los especuladores y sus medios-rémora del festinaje no representan otra cosa que el éxito del proyecto oligárquico, que algunos sentiremos como el descalabro del carrusel, el tiovivo, la calesita que chocó, que descarriló.

De aquel aire fresco que comenzó a soplar a principios de siglo, que trajo alguna esperanza de cambio en América Latina y que en las penínsulas europeas se veía con contornos de la contestation que sobresaltó a tantos en el 68 parisino, queda poco y su perspectiva es que se desmorone.

En su momento vimos nacer un movimiento independiente que auguraba algo distinto a las tradiciones partidarias italianas -5 Stelle, dirigido por Beppe Grillo-, pero no pasó de ser un relumbrón momentáneo.

Luego del desastre generado por estadunidenses y europeos occidentales con su “primavera” devenida en crudo invierno en el norte de África, creció en Grecia–y en parte se reprodujo- Syriza, una formación de extracción revolucionaria de izquierda, liderada por un joven legislador de discurso radical: Alexis Tsipras. Más demoró en integrarse, insertarse entre los helenos, ganar elecciones -hasta hace un año, en que tuvieron la posibilidad de ser gobierno- y plantear algunos cambios, que sucumbir hundida por la Troika. Al aceptar las reglas de juego impuestas, arrojó como lastre por la borda sus principios y no solo éstos, sino a quienes en su primera hora anunciaron un porvenir distinto, más soberano e independiente. Así, por ejemplo, sacrificaron a su ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis.

La ola conservadora de retorno triunfal aterrizó rápidamente en Portugal, donde un “bostezo” de izquierda, -sin lugar para la esperanza- fue ahogado por la derecha que ganó las elecciones, sin fusiles, sin claveles, pero ahí se instaló. Y en España tuvieron comicios y dos formaciones de la derecha resultaron beneficiadas en un país con un enorme desempleo y en que la brecha entre pobres y ricos se hace cada día más ancha. Habrá quien diga que el PP perdió y que Mariano Rajoy –a quien se señala como conductor del actual desbarranque económico- renunció a formar gobierno y reinstalarse como su jefe, lo que no niega que el partido fue el más votado. Tampoco que Ciudadanos es la formación emergente que colecta lo que el PP perdió de favor electoral. El PSOE, que dejó por el camino su pretensión de partido socialista, que nada tiene de obrero, puede procurar ser eje para un gobierno –quizá hasta formarlo-, actual o futuro, tras una elección a que debiera llamarse el 26 de junio. Hoy estudia que uniendo a los pequeños y aliándose con Ciudadanos, con el rejunte reunir una mayoría propia, pero el costo puede ser muy alto, amén de que no reanimará ni sacará a España de la actual postración. El PSOE resignaría –de mano de sus “barones”- los pocos principios de centroizquierda que le quedan en los discursos, pagar el precio político del laissez-faire que cobre la “vieja guardia” del PP, la “joven” de Ciudadanos y las demás. Ergo, puede ser gobierno siempre que se deje instrumentar por la derecha: no otra cosa les puede esperar a quienes tienen un pasado detrás de los GAL.

Si por aquellos lares las cosas se ven turbias, por esta ribera sus costas exhiben situaciones poco propicias para expresiones que evocan la izquierda desde el progresismo. Los movimientos conservadores no sólo han conseguido abordajes en situaciones como la del legislativo venezolano –donde por ahora no se amenaza tanto con un golpe sino con un "gobierno de los representantes" que acote y anule actos emanados del Ejecutivo-.

Antes domesticaron al progresismo chileno, lo llevaron al terreno de la alternancia; tienen al gobierno brasileño y a su presidenta, Dilma Rousseff, sometida en su segundo mandato a continuo desgaste, “al borde de un ataque de nervios”, o sea, a un eventual proceso de impeachment. La medida es alentada, además, por Washington, que tiene una clara oportunidad para debilitar al grupo de BRICS.

Mientras, en Paraguay el golpe contra el gobierno de Fernando Lugo -mediante un remedo bautismal de acto jurídico (impeachment rápido y furioso)- se vio confirmado con posteriores elecciones que devolvieron el mando a la derecha colorada, en Argentina toda está más claro: retomando a Aliverti, desde la instalación de Macrilandia la revancha ultraconsevadora no tiene límites. El verano sin Parlamento le permite tratar como empleados a integrantes del Poder Judicial; regresar al FMI; acrecer la deuda; negociar para pagar a los “buitres”; regalar dineros a los exportadores y satisfacer las apetencias de otras empresas, en particular las de medios; echar trabajadores del Estado y sugerir la extensión de esta práctica a los privados; subir tarifas de servicios públicos; solapar liberaciones de violadores de derechos humanos y recortar su tutoría y un ¿qué más? que llenará este febrero.

Mientras en Perú sigue avanzando la derecha con referentes del pasado golpista -Keiko Fujimori-, Ecuador y Bolivia, como expresiones sobresalientes de una intención de cambio, van quedando aisladas y, seguramente, serán dejadas como piezas a conquistar en “los postres”. En la margen oriental del Plata está Uruguay y una pregunta en el aire: ¿qué va a pasar?  Hay un persistente ataque de los medios de la derecha contra los entes petrolero, de ferrocarriles, de agua; disparos contra el gobierno montevideano –dirigidos fundamentalmente a la recolección de basura y eventuales obras, en tanto hacen inexplicable defensa de la empresa extranjera Uber, violadora de la normatividad; el golpeteo general contra toda acción de gobierno, a los que se deben sumar tendencias, marchas y contramarchas, debilidades propias de conductores políticos incapaces de estar en el interés de las mayorías, además de desaciertos en ciertas áreas sustantivas (léase Defensa, Cancillería y Economía). Todo hace parte del debate en un pequeño país, con limitaciones propias por serlo, que generan incertidumbre entre quienes no ven claro cuál futuro tendrá la fuerza política que ha sostenido tres gobiernos nacionales –los mejores del país-, pese a lo cual, no ha superado estructuralmente las fronteras que le imponen direcciones apenas progresistas –con matices y evocaciones socialdemócratas-, donde a la izquierda se la relega a obedecer la disciplina.

¿Y de la integración regional, los trabajadores, su central, las grandes mayorías, la izquierda y sus principios, cuándo se va a escribir?: además que los espacios no son de goma, de ellos se escribirá por estar siempre presentes.


teleSUR no se hace responsable de las opiniones emitidas en esta sección




Perfil del Bloguero
Periodista uruguayo que en Montevideo trabajó en CX 8 - Radio Sarandí (1972-76). En el exilio (1976-19859 escribió en El Día, México; El Nuevo Diario de Nicaragua y Agencia Nueva Nicaragua (1983-90). Asimismo, en México lo ha hecho en Novedades, La Jornada y Aldea Global de México (1998-2014). En la actualidad, escribe regularmente en Uruguay para el Semanario Voces.



Comentarios
0
Comentarios
Nota sin comentarios.