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25 septiembre 2016
La derecha latinoamericana

Pocas veces nos detenemos a pensar sobre la derecha en nuestro continente, tratando de ver las cosas como las ve ella misma. Como se asume en su papel de clase dominante, de responsable por siglos de lo que como sociedades hemos logrado alcanzar o no. Esa derecha es responsable de crear conceptos, principios, valores y prejuicios en nuestra historia, y también lo es del devenir de nuestras economías.

La derecha latinoamericana

Es risible, pero muchas veces se escucha gente que exclama que la derecha ¡si sabe gobernar!, y, lamentablemente, muchas personas, quizá demasiadas, lo creen. Esa derecha nuestra que, además, durante la segunda década de este siglo se ha dedicado a auto proclamarse salvadora de las clases más pobres frente a la ineptitud y la corrupción de la izquierda, a la que acusa de “repartir miseria”.

Los “logros” de la derecha latinoamericana, sin embargo, hablan muy mal de su posición dirigente. Deberíamos comenzar con el asunto de “repartir miseria”. Vivimos en el continente más desigual del planeta, sin mencionar el que observa la peor distribución de la riqueza. Es cierto que existen millonarios salidos de cuentos de hadas en muchos países, aun los más pobres, pero su mayor obra ha sido multiplicar exponencialmente la cantidad de pobres o gente al borde de caer en pobreza. Sin duda alguna, la derecha se lleva, por mucho, el calificativo de “repartidor y multiplicador” de miseria.

Detrás de ese dudoso “merito” radica un crimen histórico de nuestra derecha, contra ella misma. Al renunciar a la posibilidad de trascender en el mundo capitalista para disputar sus propios intereses en la geoestrategia mundial, se conformó con ser mandadera de las transnacionales primer mundistas, y se quedó en el triste doble papel de gendarme de los intereses imperiales y saqueador de su propia tierra.

La derecha de este continente ni siquiera tuvo aspiraciones teóricas, o la idea de proponer algo como aporte a la hegemonía capitalista. Dentro de la “detestable” división del trabajo, se contentó con explotar peones hasta que murieran exhaustos, nunca se le ocurrió cultivar sus sociedades y generar ciencia para llegar a completar el proceso del capital.

Se dedicó a importar todo, hasta sus ideas, y las formas que debían seguir sus generaciones venideras. Aprendió a ser pusilánime y ambicionar compartir espacios con la elite burguesa internacional, aunque para esta ultima no dejaran nunca de ser “latinos” con todos los prejuicios y estereotipos que esto implica para sociedades capitalistas desarrolladas.

Su falta de dignidad, provocó una invasión paulatina, pero ininterrumpida de una cultura extraña, y nos llevó al extremo de creer que es mejor comer cosas importadas. Y toda esa deformación y carencia de identidad es lo que ha ido transmitiendo a las clases subalternas que tienden a comportarse como ella. No es extraño que la clase media luche todos los días entre su amor a todo lo “bello” que es el sueño americano y la horrible pesadilla que significa saberse un poco más pobre.

Sus políticas al frente del estado han sido siempre fabricadas en la casa del señor transnacional, y así se trate de bananas, café, camarones, petróleo, o vehículos, computadores y aviones, nuestra clase dominante apenas es capaz de entender cómo sacar más dinero de los más desafortunados sin tener que crear más posiciones de trabajo, ni traer más igualdad a nuestra región.

Y cuando les toca profundizar las recetas neoliberales, los teóricos del saqueo solo necesitan aprovecharse del único recurso que saben le sobra a la derecha local: su codicia, para que nuestros pueblos sean nuevamente victimas del despojo incesante. La derecha llego a la convicción de que no hace falta entender lo que le imponen, basta ejecutar para alcanzar grandes niveles de bonanza.

Ver el ascenso reciente de Mauricio Macri en una Argentina que venía de un momento de especial avance del bienestar en la sociedad, ha dejado perplejos a muchos por la celeridad con que se pegó al libreto neoliberal. Como en todos los casos, este giro solo traerá dolor y pobreza. Lo mismo podemos decir del gobierno de facto de Temer en Brasil, que ha conspirado para quitar a su pueblo todo lo que avanzo en los últimos 16 años.

Que decir de Peña Nieto, que simplemente sigue la ruta que encontró marcada hacia el infortunio del pueblo mexicano, en una nación con la fuerza cultural, histórica y ancestral para convertirse en una potencia, que aceptó en las últimas décadas el papel de vecino pobre del que creen es el imperio infinito. La derecha mexicana se ha bastado para destruir el orgullo un gran pueblo, sin dejar de mencionar el quitarle la opción de un destino diferente.

Y qué decir de los países centroamericanos, donde las clases dominantes de derecha son improductivas y pasan proponiendo como salida la sacrosanta “inversión extranjera”. Ha llegado a tal punto su desfachatez que ya ni siquiera se compromete a desarrollar sus países, sino a venderlo, rentarlo, concesionarlo o, incluso, regalarlo, para que otros lo hagan. Y aun así, se proclaman hacedores de riqueza, y se rasgan las vestiduras diciendo que son ellos los que crean “empleos” dejando de lado la importancia social del trabajo.

Desde el punto de vista capitalista, la derecha latinoamericana ha demostrado su brutal y estrepitoso fracaso. Puede ser la opresora y asesina de sus pueblos, pero nunca saldrá de la miseria mental, que la condena al enanismo eterno, y a ser portadora de tragedia, desesperanza y miseria en sus sociedades. Es absolutamente falso que la derecha “sabe gobernar”, y aquellos que han logrado sacudírsela, deberían pensar dos veces antes de dejar que vuelva a dirigir los destinos de una nación.

No es difícil comprobar que el linaje de esta derecha cavernaria viene directamente de aquellos que lucharon contra el ideal bolivariano; los mismos que fusilaron a Morazán, o los mismos cómplices del asesinato del Che Guevara. Son aquellos que prefirieron recibir unos pesos y la bendición de su enemigo para convertirse en capataces de su propia casa. Linaje indigno, cargado de vergüenza y responsable de cada mancha en nuestra historia.

¿Cómo se atreven siquiera a proclamar que producen riqueza? ¿Qué son motores de la economía? ¿La economía de quién?

Vale la pena hacer un estudio profundo del trágico resultado de la gestión de la derecha criolla, y hacerlo llegar a nuestros pueblos.

Algunos hablan de la corrupción muy a menudo, aunque este es un mal muy antiguo, que creció en nuestras latitudes con los padres y abuelos de los que hoy se dicen profetas de nuestra salvación. Han traspasado como herencia no solo el botínsaqueado, sino también la cínica vocación de robarnos.

El día que haya una verdadera lucha anti corrupción en nuestros países, nos quedaremos sin ricos y sin derechistas.


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