Honduras: Miseria, Mentiras e Inseguridad | Blog | teleSUR
3 abril 2016
Honduras: Miseria, Mentiras e Inseguridad

Vivimos épocas complejas en las que la manipulación de masas se ha convertido en un arma más eficaz que la ocupación militar tradicional. El pueblo hondureño, siendo quizá el menos educado de todo nuestro continente, es víctima de la construcción ideológica mas aterradora que hayamos conocido; es posible que nunca antes en nuestra historia entendiéramos menos los males múltiples que nos aquejan, y que nunca antes fuéramos más dóciles a la hora de asimilar el vendaval de noticias sin verdades que recibimos a diario, de mil maneras diferentes.

Honduras: Miseria, Mentiras e Inseguridad

Nadie se pregunta hoy si durante los ocho años posteriores al golpe de estado de 2009 Honduras ha avanzado en algún campo que nos haya traído una mejoría en nuestra calidad de vida. La clase media, cada vez más empobrecida, vive cada día sumida en el pánico, lo que le imposibilita por completo reaccionar ante las duras condiciones de existencia que el régimen neoliberal le impone; el miedo es su compañero de viaje: miedo al vecino, miedo al que se ve diferente, miedo a los pobres, miedo a la violencia, miedo al futuro, y, sobre todo, terror a la posibilidad real de la pobreza.

El país se encuentra en medio de una ola permanente de escándalos de toda naturaleza; lo que ha insensibilizado la sociedad frente a todo, y con ello ha reducido ostensiblemente la capacidad de reacción organizada frente a lo intolerable.

Los medios de comunicación juegan un papel trágico, pues permanecen activos en un juego macabro en el que exaltan los supuestos avances de la Honduras de Juan Orlando Hernandez que “está cambiando”, mientras satura sus noticieros de escenas dantescas producidas por los crímenes más horrendos, que suceden en masa, aunque las cifras del gobierno nos dicen que pronto seremos la antesala del paraíso.

Igual sucede con la corrupción, la gente no alcanza  a ver el carácter orgánico y sistémico del saqueo que se ha magnificado exponencialmente en el país a partir del 28 de junio de 2009. De manera insólita se produce una serie de noticias que, siendo causal para un temblor político y social, se pierde en un mar de tonterías. Un ejemplo de esto es el caso del Instituto Hondureño de Seguridad Social que es saqueado hasta el punto de su destrucción durante la administración Lobo-Hernandez (2010-2013); luego Hernandez admite que su partido uso parte del dinero robado para su campaña presidencial, hasta que uno de los diputados de su mismo partido político (Oscar Álvarez) declara que han regresado el dinero robado.  Todo esto sucede dentro del mismo escandalo sin que se produzca ninguna reacción.

La presión, se produce de forma “controlada” por los sectores responsables de la corrupción misma. Miles de personas crecen en indignación, pero también en impotencia. Esperaban la llegada de la milagrosa CICIH, que cual súper héroe  acabaría con todos los malos. La expresión de descontento es civilizada, pacifica, no solo tiene proscrita la violencia sino que está convencida de que no es capaz de utilizarla. Los valores de la protesta se distorsionan, un día se expresa la frustración con pintas en las paredes que a la mañana siguiente salen con civismo a limpiar los mismos que las pintaron, para lucir “correctos”. Hay indignación de sobra pero falta rebeldía, capacidad de alterar el curso de las cosas.

Mientras tanto, se producen ejecuciones espectaculares como la de la compañera Berta Cáceres, quien de repente se convirtió en un icono inofensivo. Sus enemigos de toda la vida claman por el esclarecimiento de su vil asesinato; se intensifica la “presión internacional” sobre el gobierno para esclarecer todo. En pocos minutos, los medios neutralizan el carácter revolucionario de la vida de Berta, y la reducen a la “líder indígena protectora de los derechos humanos”.  Hasta la fecha el régimen se las ha arreglado para no esclarecer nada; eso si la sociedad hondureña se llenó de regocijo cuando le insinuaron que el FBI llegaría a investigar el caso. Otra mentira, de graves connotaciones, no solo por nuestro limitado entendimiento de la realidad sino por el precedente terrible de invocar a una fuerza extra nacional a resolver un crimen. Sin duda, validar la condición anticapitalista, anti imperialista, anti colonialista y anti patriarcal de Berta es una tarea urgente.

Y aunque la política tiene momentos inesperados, demás está decir que resulta curioso que ahora en las marchas de indignados nos podemos encontrar con personajes extraños como el general Romeo VásquezVelásquez. Honduras se ha convertido en un gigantesco laboratorio de operaciones psicológicas de masas, en la que las cosas más inverosímiles nos mantienen cautivados mientras nuestra realidad se hace cada vez más hostil a nuestra existencia.

Si la pobreza ha aumentado dramáticamente, nadie parece afectado por el hecho. Todo se ha manejado de una forma tan eficiente desde la manipulación que cualquier problema evidentemente sistémico se adjudica a la “corrupción”, y en ese campo no hay quien se salve. Aquí la honradez es un “valor agregado”, tanto así que cualquier persona incluye en sus cualidades la palabra “honrado”. En pocas palabras, lo normal es ser deshonesto, y la sociedad se conforma con convivir con el sistema, sin pensar remotamente que es en él precisamente que radica el problema.

Como es fácil inferir, el  régimen de Juan Orlando Hernandez no solo no ha mejorado la situación económica, sino que la ha empeorado a niveles graves. Todos los indicadores estándar del país son malos, y a esto hay que agregar la acelerada profundización de la desigualdad. La clase media, nuevamente, dispone de mil sortilegios que le ofrece el mercado para endeudarse, y con ello sostener el espejismo de una vida prospera. La mayoría no entiende que el “American Way of Life” es un suicidio. Pero claro, el régimen, produce números, resultados con crecimiento, nadie se pone a preguntarse por qué si las cosas van tan bien todo tiende a empeorar.

Un ejemplo muy particular es el de los vehículos automotores. La oferta para obtenerlos es grande, generando el endeudamiento consecuente, pero esos vehículos, además, pagan varios impuestos durante toda su vida útil, y encima pagan también un impuesto en la bomba donde ponen combustible. Un galón de gasolina cuesta unos cuatro dólares en este país, como si los precios mundiales del petróleo no hubieran bajado nunca. El gobierno hace el cobro aplicando una formula en la que incluye un impuesto que va a sus arcas; en consecuencia mientras más vende, mejor le va al régimen. Pero el parque vehicular es finito, por lo que recurre cada vez más a subir los precios de los carburantes cada semana en un mundo en el que la guerra económica imperial a tirado los precios del petróleo al suelo.

Los impuestos que paga la clase media por poseer vehículos son inmensos (a veces les justifican la situación diciendo que en Nicaragua es igual, lo que no es cierto como podría verse en una simple investigación de los impuestos asociados a los vehículos en aquel país). Sin embargo, este grupo social, no es capaz de entender que cada día que pasa comparte más y más un destino común con la gente más pobre; y que su ilusión de llegar a la riqueza no pasa de ser una quimra.

La sociedad hondureña está cada vez  más “estandarizada”. Vive en medio de mentiras, violencia y miseria: Tiene razones sobradas para desconocer una institucionalidad que solo existe para hacerla más miserable; y que fabrica la legalidad que le hace cada vez menos posible mantener la dignidad de vivir. La violencia que produce el sistema se extiende desde la precarización del trabajo, que lo lleva inevitablemente a convertirse en un privilegio, hasta la criminalización de todo tipo de organización o movimiento social que se oponga al régimen. Lo único permitido es todo aquello que sostiene la situación, y eso incluye al crimen organizado, fuerzas paramilitares y otros que todos conocemos.

Hace pocos días, daba declaraciones a una radio local un oficial del Comando Sur de apellido Baldizon, quien explicaba que se encontraba en el país capacitando al ejército en materia de derechos humanos. Lo absurdo, los que les enseñaron a violar, saquear y asesinar,hoy les quieren mostrar como disfrazarse de ovejas.

Como cualquier cosa en la vida, el escenario es duro y complejo, pero seguramente existen claras opciones para transformar todo. Seguramente existe mucho material para producir un programa político que permita a toda la sociedad emprender la tarea de recuperar este país.


teleSUR no se hace responsable de las opiniones emitidas en esta sección







Comentarios
0
Comentarios
Nota sin comentarios.