El porvenir del posneoliberalismo en América Latina | Blog | teleSUR
4 enero 2016
El porvenir del posneoliberalismo en América Latina

El año 2015 ha sido duro para los países progresistas del continente. La baja de los precios de las commodities los afectó a todos. La reacción será el retorno a la hegemonía del mercado o pasos adelante hacia el pos-capitalismo. 

El porvenir del posneoliberalismo en América Latina

La característica principal de una fase post-neoliberal del capitalismo fue el retorno del Estado como regulador de la economía y redistribuidor de la riqueza.

No se trató de una transformación del modelo de acumulación. Eso permitió alianzas entre acumulación capitalista y preocupaciones sociales. Fue la era de un capitalismo social y hoy en día verde, que no cambia la lógica fundamental del sistema económico (maximización de la ganancia e ignorancia de las externalidades), sino que alivia, en cierta medida según los países, las consecuencias más penosas. Se realiza por políticas económicas (renegociación de la deuda externa en Ecuador) o sociales (medidas asistencialistas de lucha contra la pobreza que creen clientes pero no actores sociales nuevos) y con mejor acceso a los servicios públicos (salud, educación).

El proyecto era también hacer salir un país de un “retraso” económico, social y cultural impidiéndolo competir en el mercado mundial y de edificar una sociedad de bienestar social que sitúe la nación en una escala aceptable dentro del panorama internacional. La concepción de la modernidad adoptó implícitamente y de manera acrítica la idea de un progreso lineal sobre un planeta inagotable, es decir un concepto desviado por la lógica del capitalismo, como lo decía Bolívar Echevarría. Es lo que pasó también con los países socialistas europeos y asiáticos.

El nuevo capitalismo o capitalismo moderno (pos-neoliberal) acepta la lucha contra la pobreza, porque crea más consumo, lo que a medio y largo tiempo, favorece el mercado. Él está a favor de un trabajo formal y de un seguro social, porque estabilizan la mano de obra. Pagar más impuestos no molesta, si el Estado asegura un grado suficiente de estabilidad política, que permite un proceso seguro de ganancias. Son gastos razonables para garantizar la reproducción del sistema de acumulación.

Además, el capitalismo moderno toma sus distancias frente al capitalismo oligárquico tradicional y una parte de sus protagonistas hacen parte del sistema político nuevo. Otros hacen parte de la oposición, cuando piensan que el proyecto pos-neoliberal no asegura una tasa de ganancia suficiente. Mucho depende también de las vinculaciones con el capital monopolista exterior. Sin embargo, en caso de crisis de acumulación, los logros sociales son las primeras víctimas (Brasil).

En Venezuela, la renta petrolera que había destruido el sistema productivo y la cultura del país, fue reorientada para financiar programas de justicia social. En Argentina, los monocultivos de soja son la expresión del vínculo entre el capital local e internacional. En Brasil el código forestal está redactado a favor de la “agricultura moderna”, es decir los monocultivos (soja, palma, caña).

En Bolivia un acuerdo vincula el Gobierno con los propietarios terrenos de la Media Luna, para extender la frontera agraria, a costo de la selva amazónica . En Ecuador, la nueva matriz productiva, favorece los monocultivos de exportación a pesar de sus consecuencias ambientales y sociales. En Nicaragua, el capital agrario tradicional se transforma en moderno y entra en los nuevos sectores de acumulación (comercio internacional, proyecto de canal, etc.).

Al mismo tiempo, el petróleo, el gas, la minería, se desarrollaron como fuentes de financiación de las políticas sociales, pero hacen también parte del extractivismo mundial (forma capitalista de la extracción) y dan un nuevo espacio a empresas multinacionales. El sector financiero, el gran comercio, las comunicaciones, los intermediarios con los nuevos inversores (China, Qatar, Arabia Saudita), conocen tasas elevadas de ganancias. La desindustrialización relativa, aún de un país como Brasil, es el resultado de la “reprimerización” de las economías latinoamericanas, impuesta por el capitalismo como sistema-mundo y apoyado por las instituciones financiarías internacionales.

Evidentemente, el retorno del Estado en varios sectores de los “comunes” se tradujó por inversiones públicas importantes: infraestructuras (Ecuador), educación y salud (todos), lucha contra la pobreza, con medidas compensatorias (Brasil, Ecuador, Bolivia), ampliación del seguro social, etc. Estos logros formaron la base de un apoyo político real (pero frágil) a líderes y partidos. Como se trataba de modernizar una sociedad, la iniciativa vino esencialmente del poder político, que por razones de eficacia ha tenido a centralizarse, dando al ejecutivo un lugar privilegiado, dejando poco espacio a la participación y concibiendo la comunicación como una explicación de lo que se ha hecho.

Los valores de excelencia y de competencia predominan, también en la reforma del sistema educacional (en el Ecuador: escuelas del milenio y las super-universidades). La agricultura familiar campesina e indígena son marginalizadas, porque son productivas (en todos los países). A pesar de las constituciones, la pluriculturalidad y la plurinacionalidad tienen poco espacio. Una clase media ha conocido un aumento importante (representa entre el 30 % y el 50 % de la población según los países), pero su consumo influye mucho sobre la balance comercial.

Existen en América latina varias versiones de este modelo. En Brasil, Lula, sindicalista de la metalurgia, siempre ha tenido dos valores claves: la eficacia y la justicia social. La eficacia en el dominio económico es el capitalismo moderno y la justicia, la redistribución (con éxito) de una parte del producto social a los más pobres. En Ecuador, la nueva matriz productiva, que quiere, con razón, favorecer la producción nacional y reducir las exportaciones, reemplaza progresivamente el concepto inicial del “buen vivir”.

Con la crisis que afecta al continente se asiste a un agotamiento del modelo post-neoliberal. Es lo que la presidente Dilma Roussof afirmo en su discurso en la Asamblea general de las Naciones Unidas en Septiembre 2015. En Brasil eso significa claramente el retorno a políticas que satisfacen los mercados. El peligro de una evolución del mismo tipo existe para los otros países pos-neoliberales de América, es decir Argentina, Uruguay, Nicaragua, Venezuela, Ecuador y Bolivia. En este último país la existencia de reservas importantes (porque hubo menos inversiones) puede atrasar un poco el proceso. Lo mismo vale para Nicaragua.

El ejemplo de Grecia muestra que dentro de una lógica que no ha salido del modelo de acumulación capitalista, no hay muchas alternativas a las políticas de austeridad, que hacen pagar a los más vulnerables los efectos de la crisis financiera y económica y permiten al capital reanudar un ciclo de acumulación, en particular con el aporte de inversiones exteriores y nuevos préstamos. No se trata de negar los logros de los países post-neoliberales, ni tampoco ignorar sus límites y contradicciones, sino de saber cómo van a reaccionar frente a una crisis mundial que afecta al proyecto: regresar al neoliberalismo o iniciar transiciones hacia una orientación post-capitalista? ¿Finalmente vale la pena preguntarse qué son las márgenes de posibilidades de un modelo pos-neoliberal?


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Perfil del Bloguero
Sociólogo y sacerdote belga. Fundador del Centro Tricontinental (CETRI) que funciona en la Universidad Católica de Lovaina y de la revista "Alternatives Sud".



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