El mayor aporte histórico de España a Nuestra América fue la unidad de destino en la rebelión. La Independencia, que hicieron los pueblos y secuestraron los oligarcas, dio la espalda al proyecto de Bolívar y fundó una colección de repúblicas separadas, presas fáciles para el saqueo de los imperios; hasta el Siglo 20 cuando la revolución cubana mandó a parar, y el Siglo 21 en que la revolución bolivariana lanzó el contraataque.

Desde entonces “la espada de Bolívar camina por América Latina”, con el consiguiente miedo de los burgueses que renuncian a lo políticamente correcto para apoyar a su más extrema derecha. Ya se sabe, el fascismo es la burguesía asustada. Y como “el asesino define al grupo” (Fidel Dixit), se caen las máscaras democráticas, para que el neoliberalismo con sangre entre… Con sangre y con tinta de los medios que nos venden el mito técnicamente equipado, los valores arcaicos, racismo y supremacía blanca (¡en América Latina!), y reviven el miedo al comunismo de cuchillo entre los dientes, la aporofobia que es miedo al pobre, miedo al pueblo, a esos que la esposa de Piñera llama “una invasión extranjera, alienígena”…

Entonces aparecen los monstruos, y a su cabeza Bolsonaro, abanderado del Brasil que exporta, que para vender la Amazonía quiere eliminar a sus molestos pobladores, como hicieron, en su tiempo, Estados Unidos, Argentina y Chile.  El Bolsonaro de “Orden y Progreso”, esbirro misógino, fascista, homofóbico, racista, salido del osario de la dictadura militar o, más atrás, del Brasil Imperio donde marcaban a los negros con un hierro al rojo.

Además de Bolsonaro, la ola trajo siniestros presidentes: Macri en Argentina, los corruptos del Perú, el traidor Lenin Moreno de Ecuador, el clon Duque de Colombia, el incalificable Piñera en Chile. Todos haciendo del Estado su negocio, todos con gatillo fácil para el terrorismo judicial, los toques de queda, represión y desapariciones. Y, sin embargo, estos zombies del museo del horror del subdesarrollo son buena señal: la derecha radical y descarada sólo aparece cuando está en marcha una revolución. “Después de mí el diluvio” decían los burgueses; “Abran los diques, antes ahogados que socialistas” dicen los fachos.

Estos monstruos nos revelan el engaño del contrato social, la trampa del espectáculo y los medios de comunicación, dan una nueva lectura a la lucha de clases. Reviven en Nuestra América la unidad de destino en la rebelión, el toque de difuntos del imperialismo. Por aquello de que la noche es más obscura antes del amanecer.