El 5 de marzo de 2013 el comandante Hugo Chávez Frías pasó a la inmortalidad. Fue un dirigente revolucionario de la talla de su guía y maestro el Libertador Simón Bolívar. Y de otros que, como él mismo, viven en la memoria colectiva de la humanidad: José de San Martín, José Artigas, Miguel Hidalgo, Morelos, Emiliano Zapata, Francisco Villa, Ho Chi Minh, Vo Nguyen Giap.

La obra realizada por Hugo Chávez es monumental, pero sólo el paso del tiempo nos permitirá aquilatarla plenamente. Y a ello contribuirán la gratitud emocionada de millones y millones de seres humanos. Desde la Patagonia hasta el Círculo Polar Ártico. Desde el Cabo de Nueva Esperanza hasta Escandinavia. Desde la península Ibérica hasta el Lejano Oriente.

Y también contribuirán a ello los ataques y las calumnias de sus enemigos de clase: capitalistas, terratenientes, banqueros, oligarcas, pues al atacarlo y calumniarlo pondrán de relieve, por vía negativa, las virtudes patrióticas, democráticas, humanistas y revolucionarias del héroe.

Y si la obra de Chávez es monumental, también lo es el esfuerzo por demeritarlo e incluso por denigrarlo. A él, a su obra y a su legado. Y ahora, muerto Chávez, sobre todo a su legado, a su herencia ética, política, económica. A su concepción ideológica del mundo y de la vida.

Oligarcas e imperialistas aborrecen y combaten la ideología antiimperialista del comandante. Esa ideología que abrevó en la niñez y primera juventud y que desarrolló y enriqueció como dirigente revolucionario. Esa ideología que hoy recibe el nombre de chavismo.

Chavismo es igual a independentismo, a soberanismo

El chavismo es, en síntesis, el legado de Hugo Chávez. Legado que los chavistas deben cuidar, preservar y acrecentar. Y que consiste, en primer término, en la independencia de Venezuela, en la soberanía venezolana. De modo que puede decirse que chavismo es igual a independentismo, a soberanismo. Y que en las condiciones concretas de Venezuela y de Latinoamérica se llama antiimperialismo.

Por eso hoy ser chavista es ser antiimperialista. Y estar en lucha constante contra las expresiones concretas del imperialismo, es decir, contra los afanes de dominio y sojuzgamiento de Venezuela y del resto de los países latinoamericanos por cuenta de la mayor potencia imperialista actual: Estados Unidos.

Porque de Estados Unidos parten las agresiones, las políticas desestabilizadoras, los preparativos constantes y sin descanso del golpe de Estado que pretende poner fin al combate por la segunda y definitiva independencia de Venezuela.

Nada de extraño tiene, entonces, que la cabeza actual del chavismo, el presidente Nicolás Maduro, sea hoy el blanco predilecto de los ataques y las calumnias del imperialismo. Destruir al chavismo pasa necesariamente por la liquidación del gobierno de Maduro y, si se dieran las condiciones, por la eliminación de Nicolás Maduro mismo, por las vías del derrocamiento, el destierro o el magnicidio.

Y si es claro que la derecha criolla, la oligarquía venezolana comparte los propósitos antichavistas de Estados Unidos, también lo es que por sí misma no tiene la fuerza política, económica y moral para conseguirlos, para hacerlos realidad.

Necesita forzosamente el apoyo, la dirección y el financiamiento de Washington. Dejada a sus propias fuerzas, la derecha venezolana no sería un problema mayor para el chavismo y, consecuentemente, para Nicolás Maduro.

Es el dinero y el apoyo del imperialismo lo que le da su fuerza a los rabiosos pero débiles propósitos internos por derrocar a Maduro. Es el imperialismo el enemigo que acecha al chavismo. Sin el respaldo de Washington el antichavismo autóctono es poca cosa.

La preservación del legado de Chávez pasa por impedir la intromisión, ya embozada, ya descarada, de Washington. Los riesgos que corren el chavismo, la independencia de Venezuela y el propio Nicolás Maduro se originan y se organizan en Estados Unidos. En Washington se encuentra el enemigo principal del chavismo.

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