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Cuna instaló paneles solares en localidades alejadas. (foto: Archivo)

Cuna instaló paneles solares en localidades alejadas. (foto: Archivo)

Publicado 23 abril 2014



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Los cancilleres de Unasur deben sentirse contentos: solo el lograr reunir a las partes fue un éxito. La campana de largada de un proceso de diálogo entre la parte mayoritaria de la oposición venezolana y el gobierno del presidente Nicolás Maduro, sectores fuertemente polarizados, ha despertado encontradas expectativas y generado un interesante debate -nacional e internacional- sobre su futuro, su viabilidad, su conveniencia y sus resultados.

Después de tantos años sin acceso a una cadena de radio y TV, y sin ni siquiera acercarse al palacio de gobierno tras el frustrado golpe de hace justo 12 años, la oposición dividió en más de una decena de trozos su táctica discursiva, tras elegir minuciosamente quienes podían tener más impacto en una millonaria audiencia pocas veces registrada en la era poschavista.

El encuentro –llámese diálogo, foro o catarsis colectiva- duró más de cinco horas, con la participación de 19 oradores: 11 representantes de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) y ocho oficialistas. Hubo verdades, medias verdades, y también en falsedades. El público estuvo dividido entre firmes chavistas y no menos firmes opositores, pero sobre todo una masa crítica mayor, a la que unos y otros quisieron seducir. No se puede hablar de vencidos ni vencedores, pero si se puede afirmar que la mayoría del país lo consideró un hecho positivo.

Unasur planteó el diálogo como una necesidad, luego de dos meses de violencia urbana convocada y activada por un sector de la oposición conducida por Leopoldo López, Antonio Ledezma y María Corina Machado.

Ricardo Patiño, canciller ecuatoriano, destacó que la situación en Venezuela se diferencia mucho de la de otros lugares del mundo, como en Libia y Siria, “donde se han producido diferencias internas y otros gobiernos en vez de contribuir a la paz del diálogo, contribuyeron con armas, financiamiento a grupos para incendiar estos países (…) “No hemos traído armas. Hemos traído paz, diálogo, como hermanos, acompañando el respeto a la democracia del Estado de derecho”.

Pero la necesidad responde también a una condición de debilidad del gobierno de Maduro al no poder seguir desarrollando un proyecto hegemónico tal como lo venía construyendo Hugo Chávez en su última etapa de gobierno, basado en una mayoría electoral indudable e incuestionable que permita evadir cualquier negociación para la subsistencia del proceso revolucionario.

Y a la necesidad hay que agregarle las presiones, no solo de los esperables sectores ultraconservadores, que intentan la restauración neoliberal, sino de la socialdemocracia europea y latinoamericana, para abandonar “la locura” del camino hacia el socialismo. Maduro aseguró estar “de acuerdo totalmente” con la recomendación del exmandatario brasileño Lula da Silva de formar un gobierno de coalición, pero descartó negociar los principios socialistas de su administración con sus opositores.

Lula propuso “establecer una política de coalición, construir un programa mínimo y disminuir la tensión”, tras semanas de protestas que dejaron 39 muertos y centenares de heridos y detenidos. El exmandatario presionó por “una solución negociada (…) un pacto político de cinco años para trabajar contra los cortes de energía, luchar contra la inflación y ser autosuficiente en la producción de alimentos, pero esto no se logró porque Maduro, después de asumir el gobierno, no hizo otra cosa que ir a la calle a responder las protestas de la oposición”, reflexionó Lula.

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