Un factor común caracteriza esta crisis y sus expresiones, el desarrollo de un capitalismo depredador que se alimenta de todas las fuentes posibles de lucro y ganancia sin importar las leyes humanas, naturales o divinas que se le atraviesen. Revisemos las expresiones de este proceso:
a) Crisis económica
El primer elemento tiene que ver con el estado de la economía luego del descalabro financiero de los años 80 y del progresivo desmontaje de los logros de la Revolución y de la soberanía sobre los recursos naturales alcanzada durante el gobierno del General Lázaro Cárdenas, cuyo punto culminante es el denominado “Pacto por México” impuesto por el gobierno de Peña Nieto.
La difícil situación económica de la gran mayoría de la población contrasta con el crecimiento de la riqueza de empresas como Televisa o de personajes como Carlos Slim, quien posee una de las mayores riquezas materiales en el planeta.
A esto debemos agregar la incorporación de los recursos del narcotráfico a los cuales no ha renunciado la clase dominante y que ha permeado profundamente al Gobierno y Estado mexicanos.
b) Crisis social
Con varias expresiones:
Empobrecimiento del campo y subsiguiente emigración de su población a las grandes ciudades en procura de mejores condiciones de vida. La tierra ha ocupado grandes episodios de lucha del pueblo mexicano que han sido acallados con la violencia institucional y parainstitucional.
Precarización del empleo en las ciudades y crecimiento de la economía informal.
Destrucción de los sistemas públicos de salud, educación y protección social, seguido de la privatización de los mismos en desmedro de la gran mayoría poblacional.
Crecimiento de la pobreza, la miseria y la desigualdad, así como de fenómenos asociados al crecimiento de la delincuencia (fundamentalmente del narcotráfico).
c) Crisis política
Una clase política divorciada de la realidad nacional que ha pasado por alto los mecanismos institucionales de legitimación del poder mediante múltiples denuncias de fraude electoral no resueltos; y un ejercicio de gobierno basado en el uso de la fuerza de manera ilegítima e ilegal que ha traído como resultado masacres, desapariciones, represión y anómia social.
La profunda falta de legitimidad ha traído como consecuencia que las estructuras institucionales de poder legislativo, ejecutivo y judicial, según la fórmula clásica de división de poderes defendida por el liberalismo burgués, no han podido ejercer de manera efectiva su autoridad, la cual ha sido sustituida por las acciones de hecho de los cuerpos parapolicíales y delincuenciales.
La militarización sólo ha recrudecido este fenómeno, sin lograr avanzar en la pacificación y estabilidad del sistema político.
d) Crisis ética de los sectores políticos en el poder
Desde el enriquecimiento de las altas esferas del gobierno como fruto de la corrupción, hasta la participación de gobernantes en las estructuras del crimen organizado, como en el caso del Alcalde de Iguala, son la punta de un iceberg que corroe a la clase política, tanto de derecha como de esa izquierda que se acomodó a la sombra del sistema y de él se nutre.
El panorama no explica, pero si ha conducido a prácticas como la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, las ejecuciones extrajudiciales de Tlatlaya, la muerte de estadounidenses en Reynosa, los feminicidios, los homicidios de políticos, periodistas, sindicalistas, líderes campesinos e indígenas, dirigentes sociales, en fin del pueblo mexicano y la recurrente aparición de fosas con cadáveres que “nadie reclama”, pero que dejan la duda sobre los motivos de su desaparición y asesinato.
Pero quizás la muestra más palpable de la descomposición se vea reflejada en tres hechos que has representado afrentas al pueblo mexicano y al mundo que reclama justicia:
La partida del presidente Peña Nieto a China a la cumbre de la APEC, mientras el país atravesaba una profunda conmoción por la desaparición de los normalistas.
La frase del Procurador General de la Nación en la que manifestaba su “cansancio” durante una rueda de prensa sobre la suerte de los normalistas.
La desafortunada expresión de Sofía Castro, hija de la primera dama de la nación, Angélica Rivera, al ser consultada sobre el caso de Ayotzinapa durante la ceremonia de los Premios Arlequín 2014 en la capital mexicana, “Creo que ahora no es momento de hablar de ese tema. Todo México está en duelo por lo que está pasando. Pero creo que ahorita no es momento, ahora venimos a disfrutar y a recibir mi premio”.
Un desprecio profundo por ese pueblo que viene de lejos, del Grito de Dolores, de la Revolución Mexicana, y que ahora se moviliza por la justicia, y muy seguramente por tomar el cielo por asalto, como ha ocurrido al sur de la patria grande.
Fuentes: teleSUR, Unicef, Rebelión, Forbes, Excélsior, La Prensa
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