Este mes se cumplen cinco años de la guerra que ha cobrado la vida de más de 200 mil personas y que ha causado más de 11 millones de desplazados en el país árabe
Antes de estallar la guerra, Siria se caracterizaba por ser un país próspero. Para 2010 el índice desarrollo humano (IDH) de esa nación se ubicaba en 0.662 puntos y con un nivel de convivencia estable, las múltiples religiones y credos coexistían y se respetaban mutuamente.
Uno de los detonantes de la guerra en Siria fue su economía avanzada, era una nación autosuficiente e independiente con proyectos para desarrollar nuevos yacimientos de petróleo, de nuevo sin la participación de las multinacionales occidentales.
Tristeza, devastación y muerte son tres situaciones con las que ha tenido que aprender a vivir el pueblo sirio desde el inicio de la guerra en 2011, que ha dejado a su paso una crisis social, existencial, material, política y ambiental.
Más allá de los muertos que deja el conflicto armado hay historias que dan cuenta de lo grave que es vivir en un país asediado por la guerra y en muchos casos sufrir los embates de ser un refugiado, solo por las agresiones de terroristas apoyados por fuerzas extranjeras.
