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Venezuela, país que resiste
Publicado 20 junio 2017



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Quieren sacar al gobierno de Nicolás Maduro en el más corto plazo a través de la vía que sea posible -todas son válidas, la dirección de la derecha venezolana que frentea con furia. 

Caracas 7am, 19 de junio. El día amanece fresco, es época de lluvias, de chorros poderosos de agua con un poquito de aire -así decía Mayakovsky de los aguaceros en el Caribe. El mate está listo, los pronósticos políticos del día no son buenos: la derecha anunció una gran movilización a la capital. Reviso redes sociales, declaraciones, amenazas públicas de alguno de sus dirigentes. Habrá un muerto, es casi seguro, lo dice la costumbre de rojo que nos han impuesto desde hace 80 días.

El chavismo marchará también. Será en el oeste de la ciudad, zona donde la derecha intenta incursiones tanto de día como de noche desde hace una semana, por ahora sin demasiado éxito, salvo el de generar violencia, incertidumbre, sentido -para ellos- de épica. La violencia, a veces, parece un objetivo en sí dentro de su plan. ¿Cuál es realmente su plan?

Quieren sacar al gobierno de Nicolás Maduro en el más corto plazo a través de la vía que sea posible -todas son válidas. Queda claro al seguir los movimientos del gobierno norteamericano, sus piezas internacionales como la Organización de Estados Americanos (OEA), las petroleras que tienen sus porcentajes apostados en Venezuela, la dirección de la derecha venezolana que frentea con furia, aunque no tenga la correlación de fuerzas dada. Para ese plan tienen menos de 40 días. Así dicen algunos de sus voceros. Ese lapso corresponde a la votación de la Asamblea Nacional Constituyente que será el 30 de julio.    

19 de junio. Pasaron dos meses desde el 19 de abril, fecha que anunciaban como día final. Pareciera que fue hace tanto. El tiempo se ha quebrado en este país. Tomo un mate, la concentración inicia frente al metro Colegio de Ingenieros. Salgo.

Somos muchos. Es una respuesta a su intento de dominio del espacio público. La marcha llega hasta la cercanía de la Asamblea Nacional. Transcurre en calma, con esa alegría que no se ha olvidado. Cerca de las 12 a.m. ya se sabe de la activación de grupos de choque de la derecha en el este de la ciudad, zona gobernada por ellos. Siempre la mayor violencia ocurre en municipios con alcaldes opositores: Valencia, Socopó, Barinas, San Antonio de Los Altos, San Cristóbal, Los Teques, Chacao. Ahí el territorio es liberado por las policías locales, tienen carta blanca.

Esa partición caraqueña es habitual. De un lado, su lado, un despliegue de su base social acompañada por los factores financiados/entrenados para la confrontación; del otro, el nuestro, la marcha compuesta de trabajadores de instituciones, gente de a pie, organizaciones populares -en ese orden de cantidades. El oeste, bastión chavista, sigue abierto a quienes quieran acercarse. El este no: cualquiera que sea sospechado de ser afín al gobierno puede ser linchado, prendido de fuego, como pasó en varios casos. Basta un grito y un señalamiento: “es un infiltrado”, para que se desate la violencia cobarde que mata sin asumir ninguna responsabilidad.

80 días, 90 fallecidos, más de 1 diario. Hoy 19 de junio se suma una víctima más: 91. Esta vez, al parecer, le disparó un Guardia Nacional con arma de fuego. De corroborarse, sería el octavo asesinado por cuerpos de seguridad en los 80 días -para lo cual hay 29 efectivos detenidos o solicitados. ¿Los 83 muertos restantes? La derecha no asume responsabilidad alguna y acusa al gobierno de todos los actos del mal que ella genera. Pocas veces en la historia se ha visto una clase política tan cobarde y cínica.

No es casualidad, es estrategia. Buscan polarizar hasta el odio, el rencor, hasta la negación y destrucción de otro, ese otro que es el chavismo. Funciona literalmente: matan. La sociedad se desencuentra, pierde herramientas para dialogar, reconocerse. Algo se deshace de manera peligrosa en el tejido social.

En estos 80 días hemos visto imágenes de opositores incendiando a personas sospechosas de ser chavistas, una de esas personas internada relatando sus gritos de “no me maten, quiero vivir”, un joven con el pecho arrancado y los órganos vuelto ceniza, autopsias de jóvenes -casi todos los muertos lo son- en primer plano, un asesinato con pistola de perno -utilizada para matar vacas-, madres opositoras y chavistas llorando a sus hijos, un Guardia Nacional ensangrentado y luego muerto atado de manos con el torso desnudo, motorizados tirados en el piso por haber resbalado en el aceite puesto -para eso- en las barricadas, personas sospechosas de ser chavistas golpeadas en centros comerciales, un conductor de camión con el cráneo abierto por no dejarse robar por los grupos de choque, la quema de un hospital maternal, de instituciones con guarderías y niños dentro, hombres con capuchas y armas de fuego controlando territorios durante horas o días. Para nombrar solo algunos casos.

¿Dónde quedan esas imágenes? ¿qué modifican en lo profundo del país?

El plan de la derecha no es solamente quitar al gobierno de Nicolás Maduro. Es hacerlo a través de la inyección de terror en la sociedad, del daño sobre las psiquis, el ensayo del caos, la validación en un sector de la eliminación de los chavistas. La forma en la cual llegarían a su objetivo condicionaría las posibilidades de la revancha y la resistencia.

19 de junio, 10pm. Quisiera no haber tenido razón con el pronóstico del muerto. Su fallecimiento no ha servido para modificar la correlación de fuerzas a favor del Golpe de Estado. Solo aumenta otro escalón la rabia, la injusticia, el desencuentro cada vez más ancho. La derecha hará de su nombre el de un mártir, igual que el de cada joven muerto, aún y sobre todo los que ella misma mata de manera directa e indirecta -el cinismo más hondo.

Tampoco la reunión extraordinaria de la OEA en México logró romper la correlación de fuerzas. El resultado no fue el esperado para la derecha. El ataque internacional por la vía “legal” no da los números esperados. Seguirán con el intento, y, en paralelo, con el financiamiento vía ONG a la derecha y su estructura paramilitar.  El momento para lograr su plan es este junio/julio, por eso aprietan: han generado legitimidad internacional -incluso entre algunos intelectuales de izquierda-, un cerco geopolítico, una violencia con capacidad de despliegue en varios puntos del país, fuerzas entrenadas que han asediado pueblos durante días, el acuerdo de la clase dominante venezolana -religiosa, económica y política.

Termina otro día en Venezuela. La costumbre de rojo, pienso. De escribir otro muerto, también cambiado yo mismo por haber visto tanta imagen. Mañana tendremos una nueva asamblea en el barrio para debatir sobre la Asamblea Nacional Constituyente, ver cómo enfrentar la subida indetenible de precios -que afecta en particular a los más humildes-, para encontrarnos y conjurar la negación del otro. Hay un país que resiste a ser ceniza.


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