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Organizar el pesimismo

| Foto: Archivo

Publicado 13 junio 2015



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Tiene razón Walter Benjamin al proponer la organización de los pesimistas y del pesimismo como tal.

Massimo Modonesi sintetiza la transición actual en un título elocuente: “la izquierda subalterna que no acaba de morir y la izquierda antagonista que no termina de nacer”. Planteado así el problema, parece que son equiparables las dos izquierdas cuando en rigor son opuestas: la una está por el Estado y la otra no. “Fue el Estado” es la consigna que ha movido contingentes solidarios en muy diversos lugares del mundo al plantear la criminalidad característica de los Estados actuales insertados en el Imperio globalizado. Los enfrentamientos contra sus policías y soldados, los ataques a sus edificios que alcanzan organización en las autodefensas populares y el autogobierno, son respondidas por el Estado con paramilitares, ataques a reuniones de activistas y encarcelamientos, asesinatos y golpizas como brutales medidas disuasivas. Cada enfrentamiento deja heridos, secuestrados, muertos y declaraciones de Estado en tono amenazante y de advertencia de que las reformas constitucionales van. A la izquierda electorera, el Estado la financia y la protege.

¿Quién es el enemigo de la democracia antagonista desde abajo y a la izquierda? Para la izquierda subalterna por su sometimiento al Estado, el gobierno es mejorable con su inclusión, lo cual constituye un eficiente aparato de distracción electoral, pese a que los diputados, senadores y asambleístas del D.F. negocian y aprueban con gritos y sombrerazos de ocasión y como prueba de que así es esto de la democracia sin adjetivos. El gobierno se legitima a sí para imponer las reformas legales favorables al Imperio. El Estado se consolida como aparato represivo de clase y actúa en consecuencia.

El enemigo principal se precisa pero no, porque el poder de clase se difumina con la inclusión de la pequeña burguesía agobiada por la crisis y con el lumpen de vendedores ambulantes, taxistas, colonos ilegales, en fin, todos los esperanzados en beneficiarse con licencias, servicios públicos y concesiones pero también con sobornos de poca monta salvo a los líderes. Una apretada red de mandos medios, inspectores y gestores, garantiza la corrupción y con ella el poder del Estado. Esto incluye las relaciones con la delincuencia organizada. Esta masa sin más conciencia de clase que sus logros inmediatos, se insubordina cuando no es atendida y es afectada por el régimen neoliberal que le impone registros fiscales, pago de impuestos y cuotas por legalizaciones y preferencias en la dotación de agua, energía eléctrica y transporte. Busca entonces otra oferta política, la de aquellos que enarbolan la esperanza y la voluntad contra la corrupción, sin programa económico-político como sustento. Los partidos políticos con esta línea, se incorporan al Estado no sólo por la vía del generoso subsidio, sino como la parte popular que ante las tropelías de los partidos más grandes, PRI y PAN y la debacle del oportunismo y corrupción del PRD, hacen creer en la vía electoral para transformar al Estado depredador. La criminalidad política propia de éste, dota de mártires, levanta justas indignaciones, da sentido a movilizaciones violentas y pacíficas, todo como simulación de democracia bajo control acorde con la seguridad nacional administrada por el gobierno.

En esta situación, el enemigo principal capitalista mundializado, cuenta con una socialdemocracia distractora y demagógica, convincente con su populismo retador y bravucón. No hay manera de penetrarla con explicaciones que la transformen, esta masa es puro corazón apoyado por escritores y analistas famosos que aportan sus razonamientos coyunturales en el periódico favorito de los universitarios. A cambio de figuras críticas con tendencia revolucionaria, hay un contingente de escritores para las fotos y reportajes de primera plana. De cuando en vez, algún honrado militante de estas huestes es asesinado como Francisco López Liborio, dirigente del grupo Vado de Aguas Blancas en memoria del crimen impune del Estado, organizador de colonos y transportistas y asesor de campañas perredistas que lo llevaron a un puesto de dirección en Iguala y a la denuncia de los crímenes de Abarca, el Presidente Municipal preso al igual que su esposa. El sacrificio de dirigentes de base de esta calidad, alimenta la esperanza inútil y fomenta la inmolación.

De aquí la difícil tarea de procrear conciencia de clase proletaria sin partido de por medio, sin movimiento obrero ni sindicatos combativos, sin movimiento campesino pese a que luego luego entrando los flamantes diputados ya están discutiendo la reforma agraria. Con el comunismo tosco al menos hay relaciones fraternas, no así con los arrogantes ensayistas que hacen brillantes interpretaciones sin tocar el sacrosanto poder del Estado, a cambio de la crítica moralista al gobierno.

Desolador es el panorama. Tiene razón Walter Benjamin al proponer la organización de los pesimistas y del pesimismo como tal. Ellos aclaran las dificultades, critican los recursos organizativos, despiertan alertas donde los otros festejan, descubren la raíz económico-política disfrazada de democracia aparente y toman nota del abstencionismo electoral superior al 55% y de los triunfos con menos del 30%. ¡Vaya democracia, la más costosa del mundo! Sobre sus ruinas hay que construir.


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