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El objetivo es continuar con la misma estrategia: sacar del poder al presidente Maduro en un posible referéndum revocatorio a finales de 2016.

El objetivo es continuar con la misma estrategia: sacar del poder al presidente Maduro en un posible referéndum revocatorio a finales de 2016. | Foto: RNV

Publicado 2 febrero 2016



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Venezuela ha sido herida por la guerra económica, pero todavía es la pieza clave en la batalla internacional entre la humanidad y la barbarie.

Es increíble como los llamados intelectuales de izquierda quieren sacar al chavismo ahora que está bastante “disminuido”, pero está muy lejos de estar “acabado” a pesar de la guerra no convencional que está en progreso en contra del país en los medios, en lo económico, en lo diplomático y a nivel internacional.

Esta incesante guerra económica ya llega a su cuarto año y tiene como objetivo desmoralizar a la población, a tal punto, que los votantes prefieran quedarse en sus casas en lugar de votar, o sufragar por la oposición que está apoyada por EE.UU. y quiere vender al país al mejor postor junto con sus enormes reservas petroleras y gasíferas.

Con esta estrategia, la oposición venezolana ganó el pasado 6 de diciembre, sus primeras elecciones importantes en 16 años y tomaron control de la Asamblea Nacional que es uno de los cinco poderes del Estado venezolano.

A raíz de esta victoria circunstancial, es el momento de recurrir a la solidaridad internacional que ha expresado su apoyo todos estos años, en especial cuando el chavismo lucía casi imbatible. Mientras esa solidaridad escribía decenas de artículos que apoyaban y resaltaban las políticas y los valores de la Revolución Bolivariana, los enemigos de la Revolución hacían lo mismo con algunos ingredientes extra. Alinearon las redes sociales antes de que Chávez lanzara su cuenta de Twitter @chavezcandanga y los barriera, además tuvieron el apoyo de incontables páginas de Internet que criticaban a la Revolución y manipulaban muchos aspectos de ella. Sin embargo, el principal ingrediente que tenía en su repertorio la derecha era la acción directa: millones de dólares, paramilitares importados y luego la puesta en marcha de una guerra económica durante la enfermedad de Chávez al final de 2012. Estos tres últimos ingredientes no se combatieron efectivamente ni a nivel nacional y muchos internacionalmente.

En Venezuela todavía estamos en medio de una guerra, de cuarta generación, y nadie ha enviado tropas o brigadas internacionales para ayudarnos, como sí sucedió durante la Guerra Civil Española. Todo lo que tuvimos fue la solidaridad internacional que ahora está utilizando el beneficio a posteriori y gradualmente se está volviendo en contra de la Revolución que ahora catalogan como un “fiasco”.

Venezuela ha sido herida por la guerra económica, pero todavía es la pieza clave en la batalla internacional entre la humanidad y la barbarie; esa batalla la complementan los ataques de los medios internacionales que nunca cesan. De hecho, esa campaña comenzó antes que el presidente Chávez fuese electo el 6 de diciembre de 1998.

La derrota en las elecciones el pasado 6 de diciembre de 2015 es muy seria y ha complicado la situación interna. A medida que el chavismo avanzaba en su campaña electoral, la oposición libraba una guerra. Los medios locales se convirtieron en un ariete con su cobertura de las colas en los supermercados; la escasez de los productos subsidiados; una criminal inflación inducida y una total indiferencia para los centenares de toneladas de alimentos y artículos de cuidado diario que estaban acaparados o se estaban contrabandeando a Colombia. Después de tres años, la gente estaba desesperada.

Se achaca al gobierno y a “su modelo económico fracasado” la escasez y el desmesurado aumento de precios, pero estos datos concisos contradicen esta grosera manipulación. En Venezuela existen aproximadamente 192 000 tiendas de alimentos de diversas capacidades y tamaños. Un 92 por ciento de la producción de alimentos aún se encuentra en manos privadas; pero aun peor, 95 por ciento de la cadena de distribución también está en manos privadas. Es por ello que cuando visitamos recientemente a un mercado popular, los puestos tenían letreros que decían “no hay leche, ni harina pan, ni café, azúcar, ni aceite, ni caraotas, ni arroz, ni papel sanitario -todos productos subsidiados por el gobierno para que se pueda acceder a ellos sin problemas- ¿cómo se puede culpar al gobierno de la falta de esos productos cuando en la mayoría de las casi 16 000 tiendas de alimentos públicas (Mercal, PDVAL y Bicentenario) podemos encontrar, al menos, algunos de estos productos básicos aunque sea necesario hacer la cola?

Esta guerra contra la población que los priva del fácil acceso a la comida y los productos de higiene diario (además de que no están despachando suministros de medicinas a las farmacias hasta este momento, los laboratorios se tomaron dos meses de vacaciones) es una flagrante violación a los derechos humanos. El gobierno venezolano ha sido incapaz de tomar medidas drásticas, lo cual significa, por ejemplo, declarar un estado de emergencia basado en la autoridad presidencial que está contemplada en la Constitución. Asimismo, la inmediata encarcelación de aquel que especule, acapare o impida la producción de alimentos y medicinas, además de la confiscación (no expropiación) de los negocios que están involucrados en la guerra económica, incluidas las compañías de despacho y distribución. Igualmente, se debería aplicar la ley contra el crimen organizado y confiscar todos sus activos a aquellos propietarios de negocios involucrados en estos actos, tal como sucede con los narcotraficantes en Venezuela. La ley es aplicable a todos estos actos ruines.

Que se cumplan las leyes, de manera expedita y contundente, podría causar un revuelo internacional que los medios corporativos y los enemigos de la Revolución aprovecharía para etiquetar al presidente Maduro como un “dictador”; sin embargo, se le llama dictador de todos modos, por lo tanto no hay nada que perder. Que se resuelvan estos problemas y se castigue a los culpables generaría un abrumador apoyo al gobierno prácticamente de inmediato.

Ahora volvamos a la realidad. La consecuencia de que no se hayan tomado ninguna de estas acciones es que más de 2 millones de chavistas desilusionados no votaron, la oposición solo aumentó sus votantes en unos 300 000. EL grupo opositor prometió en los videos previos a su campaña electoral que las colas se desvanecerían y “todo volvería  a la normalidad” si ganaban el control de la Asamblea Nacional. Ellos ganaron de manera aplastante y las cosas solo han empeorado. No hay productos subsidiados, persisten las largas colas y se niegan a reconocer que hicieron esa promesa electoral.

Eso son los hechos detrás de la pérdida de las elecciones. Todos los demás programas sociales continúan adelante, quizá no tan eficientemente como se desearía, pero no han colapsado, a pesar del gran sabotaje que enfrenta la nación en varios frentes y de que el gobierno no haya tomado las medidas pertinentes para combatirlo. Esto es, en efecto, el Chile de 1970-1973 trasladado a la Venezuela de 2013-2015 y que ahora continúa en este año 2016.

El plan de emergencia económica que presentó el Gobierno cuenta con el apoyo de gran parte de la comunidad empresarial que es parte de la estrategia para revivir la producción nacional. Este plan fue aprobado por Tribunal Supremo de Justicia, pero fue rechazado por la mayoría opositora de la Asamblea Nacional. Esto es una señal de que a la oposición le interesa mantener la presión de la guerra económica en la que está involucrada junto con una parte importante del sector manufacturero alimenticio y de distribución.

El objetivo es continuar con la misma estrategia: sacar del poder al presidente Maduro en un posible referéndum revocatorio a finales de 2016. No les interesa la población y el país, con el rechazo al plan de emergencia económica  le han dado la espalda  a sus 7.7 millones de electores y al resto de la población, 23 millones de habitantes. Pero, no debemos sorprendernos ya que esto es exactamente lo mismo que hicieron cuando estuvieron en el poder entre los años 1958 y 1998, la opulencia para una minoría y la lucha y penurias para el grueso de la población.

El tiempo se agota y si el presidente Maduro no toma acciones para derrotar la guerra económica su posición se debilitará paulatinamente y con ella, el legado del expresidente Chávez y la Revolución Bolivariana.

El factor determinante a favor de la Revolución es el apoyo incondicional y firme de las Fuerzas Armadas Bolivarianas que deben sumarse más activamente en la lucha contra la guerra económica e impulsar a Maduro para que tome medidas más drásticas, pero necesarias para el triunfo.

Con vacilaciones no se podrá detener a la derecha en su sed de poder y este no es el momento para comenzar a “experimentar” con razonamientos o negociaciones con el fascismo que está apoyado por el imperialismo estadounidense. Ellos están librando una guerra de cuarta generación en contra de todo el país y el premio final son las reservas de petróleo más grandes del planeta a tan solo cinco días de viaje de las refinerías de Estados Unidos en Texas y Luisiana.


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