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El Golpe de Timón gira alrededor de un eje, el que lo guio como obsesión: el poder debe regresar a manos del pueblo organizado.

El Golpe de Timón gira alrededor de un eje, el que lo guio como obsesión: el poder debe regresar a manos del pueblo organizado. | Foto: Vicent Chanza

Publicado 19 octubre 2016



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La revolución busca una revolución en su interior. La necesita para revertir la tendencia que por ejemplo llevó a perder el poder legislativo en las elecciones del pasado 6 de diciembre.

Hugo Chávez no dejó lugar a dudas: escribió la estrategia de la revolución. Eje por eje, punto por punto, subpunto por subpunto. Ahí está el plan de gobierno 2013-2019 llamado Plan de la Patria, los Aló Teóricos, etc., que conforman un pensamiento con reflexiones filosóficas, políticas, históricas, marxistas, nacionalistas, geopolíticas y cuántas esferas abrió en sus veinte años de vida pública venezolana y continental. Chávez era además de un liderazgo excepcional, un intelectual de los que se tienen que multiplicar.

Dentro de ese cuerpo conceptual existe un material que tiene especial importancia. Se trata del primer discurso que dio luego de su última victoria presidencial, conocido como Golpe de Timón. Sucedió el 20 de octubre del 2012 y, como tantas cosas que hizo, fue transmitido por televisión: para que el pueblo supiera de qué se trataba. Y era mucho, ni más ni menos que una autocrítica hasta los huesos de cómo estaba encaminada la revolución, cómo no se estaba yendo en la dirección correcta para desarrollar el socialismo bolivariano.

Fue su casi último discurso. Luego tuvo lugar el de despedida del 8 de diciembre, el pedido de votar a Nicolás Maduro y que, pasara lo que pasara, el chavismo debía mantenerse unido. Hubo épica, drama, heroicidad en esas palabras. Nunca más se le escuchó la voz.

El Golpe de Timón tuvo otro sentido: el de marcar por dónde se debía avanzar para transitar hacia el socialismo. Es decir, por dónde no. Un discurso de estrategia, donde comenzó por citar a quien era referencia en el marco teórico de su último tiempo, István Mészáros: “El patrón de medición de los logros socialistas es: hasta qué grado las medidas y políticas adoptadas contribuyen activamente a la constitución y consolidación bien arraigada de un modo sustancialmente democrático, de control social y autogestión general”. No hablaba para una academia, un grupo de intelectuales, sus palabras iban dirigidas a su gabinete y al pueblo humilde, llano, campesino, de las barriadas, el sujeto histórico del bolivarianismo. A él llamaba, le hacía un pedido. Además de líder e intelectual, Chávez era un pedagogo de masas.  

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El Golpe de Timón gira alrededor de un eje, el que lo guio como obsesión: el poder debe regresar a manos del pueblo organizado. Si la transición al socialismo es un gran proceso de deconstrucción del orden del capital, es a la vez la puesta en pie de otra arquitectura, radicalmente diferente: otro Estado, otro sistema de producción y apropiación de riquezas, otra manera de relacionarse entre las personas, etc. Con la necesaria participación protagónica de las mayorías. En ese sentido Chávez direccionaba sus políticas tácticas y estratégicas, y eso, concluyó, era lo gran parte de la dirección del proceso no hacía. Así lo mostraban los resultados de las gestiones. El discurso tuvo lugar y tomó ese nombre porque el camino se estaba desviando. ¿Hasta dónde? Cada quien hará sus cálculos.

Algo quedó claro en sus palabras: construir un entramado social no capitalista es más complejo de lo que podría parecer. Es más que inaugurar una escuela, una vivienda, teleférico. Puede desembocar incluso en lo contrario del resultado proyectado. Como con una carretera, por ejemplo:

“Creemos que la carretera es el objetivo, ¿será el ferrocarril el objetivo?, ¿será la carretera el objetivo? ¿O cambiar toda la relación geográfica-humano socioterritorial y cultural de sus inmediaciones a lo largo de un eje? Este último sí es, pero a veces no lo queremos entender, a veces no, casi nunca lo entendemos (…) El pata en el suelo a lo mejor se beneficiará, porque quizás, si tiene bicicleta, una bicha vieja, va a poder andar en bicicleta por la carretera en pedacitos para ir al otro pueblo, o a caminar por la carretera, ese es el beneficio que le trae al pata en el suelo, al explotado; en cambio, al que tiene un hato, una hacienda y unos camiones, le beneficia un millón de veces más que al pata en el suelo. Entonces, con la carretera, desde el punto de vista tradicional, lo que estamos haciendo es ampliar la brecha y no nos damos cuenta muchas veces cuál debe ser entonces la fórmula”.

El Golpe de Timón es una síntesis compartida de años de aprendizaje en revolución -que no son los de una época de reflujo o resistencia. Un manual para el pueblo, la militancia. Para comprender, por ejemplo, que una vivienda debe ser un fin -un techo digno- a la vez que un medio de organización popular. De nada sirve entregar edificios si en ellos irán las mismas personas con las mismas ideas, individualismos etc. Su crítica es clara: “Seguimos entregando las viviendas, pero las comunas no se ven por ningún lado, ni el espíritu de la comuna, que es mucho más importante en este momento que la misma comuna: la cultura comunal”. Hasta el día de hoy, en el lapso de cuatro años, fueron inauguradas más de un millón de viviendas. Pero ni un millón, ni dos, ni diez millones nos sacarán del capitalismo. Ese es el punto.

¿Cómo se hace entonces? La clave desarrollada en Venezuela se condensó en la propuesta comunal: autogobierno de los comunes, autogestión de la economía, una nueva cultura. Las bases del nuevo Estado, la muerte del actual, heredado, que actúa a favor de la revolución con correntadas de gestiones que tienen esa voluntad política, pero estructuralmente diseñado para dominar y excluir. Eso llamó Chávez a construir.

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Se pueden citar muchos elementos del Golpe Timón, aunque es necesario leerlo, ver el video. También es bueno preguntarse en base a ese método de medición de gestión, qué de las políticas de la actual dirección van en perspectiva socialista. Creo que no lo suficiente, que los planteos de Chávez urgen en esta actualidad: para defender como para contratacar y -por qué no- profundizar. La revolución busca una revolución en su interior. La necesita para revertir la tendencia que por ejemplo llevó a perder el poder legislativo en las elecciones del pasado 6 de diciembre. Por eso en estos días ese discurso resuena con fuerza. Lo bueno de un liderazgo que escribió, corrigió, subrayó la estrategia, es que la confusión es poca. No así la disputa. No podría ser de otra manera.

Por estas y otras cuestiones, Venezuela puso en marcha el proyecto más avanzado del continente. Por la radicalidad, el desarrollo teórico, plantear que el poder debe ser retomado por los humildes y construir las formas para que suceda. Leer a Chávez, uno de los intelectuales más lúcidos de nuestra época, es una tarea imprescindible para pensar las revoluciones de este siglo.

Publicado en el portal Notas.org.ar


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