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En 2014, sólo el 14 por ciento de los libros para niños en los Estados Unidos eran sobre personas no-blancas, a pesar de que la gente de color compone el 37 por ciento de la población.

En 2014, sólo el 14 por ciento de los libros para niños en los Estados Unidos eran sobre personas no-blancas, a pesar de que la gente de color compone el 37 por ciento de la población. | Foto: commons Wiki / LeaningLark

Publicado 9 octubre 2015



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El enfoque de la industria editorial en obtener ganancias equivale a censurar una diversidad de puntos de vista y experiencias.

Los libros son vidas comprimidas, la humanidad resumida en gritos o llamativas historias. Uno pensaría que el mundo del libro sería un refugio seguro contra la desigualdad, pero la industria editorial tradicional - las grandes editoriales corporativas - perpetúa el prejuicio y la limitación de las ideas mediante la elevación de ciertos autores, personajes y pensamientos sobre todos los demás, con consecuencias sociales significativas.

Las grandes editoriales son grandes empresas con monopolios sobre un producto, tanto como otras industrias. Son impulsados ​​por el lucro, en vez de la importancia social de los libros, y sólo publican libros que aseguren un éxito comercial, haciendo que se pierda la calidad por la comerciabilidad del mínimo común denominador. Libros que aseguran éxito son libros de celebridades, libros con un (forzado) mercado garantizado, como libros de texto y lecturas obligatorias en las escuelas y universidades, libros de géneros populares como el horror y el romance, y libros de autores que ya han tenido mucho éxito. Así como los monopolios de alimentos limitan la elección de alimentos y los monopolios informativos restringen nuestra comprensión de los acontecimientos actuales, las corporaciones de libros tienen el monopolio de las ideas, la identidad, la historia y las perspectivas que disponemos.

Las ganancias de la industria editorial son fuertes y estables: los rumores de que han sido afectados por el boom del libro digital son exageradas. Las ganancias de las editoriales bordean el 10 por ciento, y un poco más para los libros digitales, que es una ganancia promedio en comparación con otras industrias. El mercado editorial de Estados Unidos tiene un valor de US $ 30 billones. Según Forbes, el ingreso anual actual de Amazon por venta de libros es de US $ 5250 millones. Mientras tanto, el número de librerías independientes que por lo general tratan de vender libros por su calidad literaria o intelectual en lugar de por rentabilidad, han disminuido un 50 por ciento en las últimas dos décadas: de 4 mil a menos de 2 mil en los Estados Unidos. Los editores independientes también tienen problemas.

Además, los monopolios informativos están jugando un papel más importante en el mundo editorial. En 2013, dos de los mayores editores, Random House y Penguin Group se fusionaron, formando Penguin Random House. Random House, sin embargo, es propietaria del conglomerado de medios Bertelsmann (que compró en 1998), mientras que Penguin es propietaria de Pearson, que también posee el Financial Times. Pearson también tenía acciones en The Economist, que las vendió el mes pasado. Penguin Random House se cree que controla alrededor de un cuarto del mercado de libros a nivel global. HarperCollins fue comprado por Rupert Murdoch News Corp en 1987, y el año pasado, News Corp compró también la editora romántica Arlequín. Thomson Reuters es propietaria de los editores de libros jurídicos West y Sweet & Maxwell, así como, obviamente, la compañía de medios multinacional Reuters.

A pesar de las ganancias, los autores siguen estando entre los trabajadores más explotados en términos de remuneración por proporción de tiempo – lo que causa que muchos potenciales autores sean excluidos desde el principio. Los escritores de ficción, especialmente, trabajan durante años sin remuneración y sin ningún tipo de seguridad o derechos laborales. Cuando, y si el libro es publicado, recibirán un 7 por ciento del precio de venta o de las utilidades netas. Esa cifra puede subir al 12 por ciento si son muy conocidos. Además, los editores dejan todo el trabajo de promoción al autor (con la excepción de Joanna Rowley - Harry Potter), con librerías que cobran cientos de dólares sólo para hacer el lanzamiento de un libro, en tope de las ganancias. Cuando los editores tradicionales se atreven a publicar a un autor por primera vez, prefieren a los económicamente acomodados, que son conocidos por la gente de ese mismo entorno, que comprarán el libro. Todo esto significa que los escritores pobres - las ideas de los pobres, están prácticamente boicoteadas.

Al poner el mercado por delante, las empresas editoriales están promoviendo el estatus quo y pasan por alto libros que son críticos, que tienen nuevas ideas o personajes atípicos o que utilizan nuevas técnicas. Ellos representan a sub-grupos oprimidos, como las mujeres, los migrantes, LGBTI y demás, como autores, personajes y expertos (en el caso de la no-ficción). Buscan las celebridades y la gran venta, con el 0,01 por ciento de títulos de ficción representando el 50 por ciento de las ventas, y el 0,1 por ciento para el 80 por ciento de las ventas.

En 2014, sólo el 14 por ciento de los libros para niños en los Estados Unidos eran sobre personas no-blancas, a pesar de que la gente de color compone el 37 por ciento de la población según el ‘Cooperative Children’s Book Center’. La directora del Centro, Kathleen Horning, dijo que los compradores en Barnes and Noble, por ejemplo, creen que libros "multiculturales"(un mal uso de la palabra en el sentido que se enfoca en gente no-blanca) no se venden. Cuando los libros no están almacenados en las librerías, se convierte en una profecía auto-cumplida. Nikki Grimes, poeta y autor Negro, también notó que había pocas personas de color en los puestos de toma de decisiones en la industria editorial.

A pesar de que las mujeres compran y leen más libros que los hombres, las mujeres representan sólo el 17 a 22 por ciento de las sumisiones de libros en los Estados Unidos de acuerdo al Fondo Nacional de las Artes. Es decir, las mujeres son un 50 por ciento menos propensas a presentar su obra terminada a los editores, según Mslexia - tal vez porque hay menos autoras modelos a seguir. En el recuento de 2012 de VIDA, 216 autores masculinos recibieron reseñas críticas de sus libros ​​en el ‘New York Review of Books’, en comparación con 89 autoras. Lo que todo esto equivale es a censurar una diversidad de puntos de vista y experiencias.

La disparidad es aún más marcada cuando se comparan los libros publicados en los países del primer mundo con los países del tercer mundo. Lo números de la UNESCO indican que en los Estados Unidos se publicaron 305 mil nuevos títulos y ediciones en 2013 y en el Reino Unido 184 mil en 2011, en comparación con 250 en El Salvador en 2003 y 14 en Malí en 1995.

Libros en inglés escritos fuera del Reino Unido y Estados Unidos (India, Nigeria, Nueva Zelanda, Sudáfrica, etc.) son mucho menos propensos a ser publicados, y aquellos que lo son, a menudo tienen que convertir su manuscrito a inglés de Estados Unidos y son presionados a bajar la jerga y las referencias locales.

Las grandes editoriales tradicionales se ven a menudo como una especie de control de calidad, escogiendo los mejores libros de los muchos que se escriben. Pero aquellos que toman decisiones en estas empresas tienden a estar compuestos por personas privilegiadas, y que no siempre están capacitados para determinar lo que leemos. Un escritor, por ejemplo, describió a algunos editores dando un discurso en un evento de libros y referirse a los asiático-americanos como "exóticos". Los editores a menudo no entienden a los pueblos oprimidos, ni consideran importantes sus asuntos.

Para los editores, una "buena" historia es la misma historia de siempre, una familiar que encaja en un género popular, con los mismos personajes antiguos y siguiendo la misma vieja fórmula. La fórmula (que tiende a ser sexista - las mujeres son trofeos, racistas – los principales protagonistas son hombres blancos - discriminatoria – eres interesante sólo cuando eres joven - y clasista – una mansión es normal y la vida de los trabajadores no es interesante) se repite tan a menudo en el mundo del libro y de las películas que se convierte en lo que la mayoría de la gente aspira a ser y por lo que se juzgan ellos mismo. Además, se crea una versión desfigurada del mundo, donde hombres jóvenes blancos heterosexuales y adinerados son los protagonistas de la vida.

Debbie Reese, tribalmente matriculada en Nambe Pueblo, dijo a ‘Lee and Low’ que si uno iba a contar los libros de gente no-nativa que fueron clasificados como de los pueblos indígenas de los Estados Unidos, habría muchos. La gente de los Estados Unidos ama un "cierto tipo" de persona indígena, “se adhieren a falsas imágenes en los libros (como ‘The Ghost Hawk’ de Susan Cooper) pero encuentran aburridos los libros sobre pueblos nativos reales. Si no caminamos sobre el agua, no están interesados ​​en nosotros. No les importa saber que es ni que significa la soberanía", dijo.

Del mismo modo, los editores asumen que sólo las mujeres quieren leer libros por o sobre mujeres, y que sólo los Negros quieren leer acerca de los Negros, y así sucesivamente, en tanto que el autor Blanco masculino es universal, clásico, y leído por todos. Cualquier otra persona se comercializa como "multicultural" o "extranjero".

Jane Gangia, profesora asociada, le dijo a ‘Lee and Low’; "Crecemos con el mito de que la blancura es y debe ser el valor estándar; no lo cuestionamos. Ni siquiera mis alumnos de color lo cuestionan. Una estudiante de Puerto Rico me preguntó: "¿Por qué tuve que esperar hasta la universidad para darme cuenta de que había algo malo en esta imagen?" Ella no sabía que los puertorriqueños escribieron libros hasta octavo grado.

Las consecuencias sociales son la desigualdad y la limitación del entendimiento (también conocido como la creación de prejuicios). Libros (y películas, arte, música, etcétera) son nuestra conciencia: reflejan y crean - y la conciencia determina la forma en que pensamos, lo que priorizamos, el valor y por lo tanto, en gran parte, cómo actuamos y cómo vemos las acciones de los poderosos. Importa quién es el dueño de las palabras porque la democracia no puede ser real si las opiniones de algunos sectores sociales importan menos, si las ideas son monopolizadas por una pequeña minoría.

Libros inéditos, no escritos: tantas historias anónimas, tantas perspectivas invisibilizadas. La desaparición forzada de libros. Poesía malgastada, historias desperdiciadas. La mayoría invisible apenas sobreviviendo en los barrios pobres de nuestra imaginación. Un agujero gigante en la vida donde los libros críticos de las injusticias gigantes deberían estar, donde los héroes de mediana edad y los protagonistas no blancos y pensadores del tercer mundo deberían estar. Un mundo más aburrido, sin todo eso.

Tamara Pearson es autora de la novela, ‘The Butterfly Prison’ (Open Books, 2015). Es activista, periodista y editora, vive en América Latina. @pajaritaroja


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