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Mitin de apoyo del PSUV con el Presidente Nicolás Maduro, apoyando la Revolución Bolivariana de Venezuela.

Mitin de apoyo del PSUV con el Presidente Nicolás Maduro, apoyando la Revolución Bolivariana de Venezuela. | Foto: Archivo

Publicado 15 enero 2016



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Venezuela ha sido víctima de la más reciente fase de la desestabilización económica desde 2013. 

Después de los ataques del 11 de septiembre, Estados Unidos enfocó su política exterior más agresiva en Oriente Medio, desde Afganistán hasta el Norte de África. Sin embargo, el reciente acuerdo logrado con Irán; la actual negociación a puertas cerradas sobre Siria entre el secretario de Estado estadounidense John Kerry y el ministro de Exterior ruso Sergei Lavrov; y la decisión de Estados Unidos de subsidiar y ahora exportar la producción de gas y petróleo de esquisto, que es un cambio total con respecto a sus políticas hacia Arabia Saudita en el pasado. Todo esto representa un giro relativo de las políticas estadounidenses en Oriente Medio hacia otras latitudes.

Con la consolidación de una nueva fase en Oriente Medio, las políticas estadounidenses han cambiado desde 2013-2014 hacia lo que ha sido su foco tradicional por décadas. Primero, controlar y contener a China; segundo, evitar que Rusia se integre más profundamente con Europa en el área económica; y tercero, reafirmar su influencia directa, una vez más, como en décadas previas, sobre las economías y gobiernos de América Latina.

Luego de su reelección en 2012, Obama anunció lo que se llamó un “giro” en Asia para contener y controlar el crecimiento económico y la influencia política china. En 2013 y 2014 ocurrió el golpe en Ucrania, dirigido por Estados Unidos, que fue un pretexto para sancionar a Rusia y así detener sus crecientes relaciones económicas con Europa. Pero hay otro cambio de la política estadounidense que viene en camino y que, quizá, no sea tan evidente como el reenfoque sobre China o la nueva “guerra fría” contra Rusia. Este no es más que el giro hacia América Latina, que comenzó en 2014, y cuyo objetivo particular es la desestabilización económica y política de países y economías claves en Sudamérica: Venezuela, Brasil y Argentina, lo cual es un requisito fundamental para reintroducir las políticas neoliberales en esa región.

Venezuela: un ejemplo de desestabilización

Venezuela ha sido víctima de la más reciente fase de la desestabilización económica desde 2013. El colapso de los precios del petróleo y otras materias primas, consecuencia, en parte, de la lucha entre Estados Unidos y Arabia Saudita por el control de los precios, y que se inició en 2014, ha causado que la moneda venezolana, el bolívar, se haya desplomado. Asimismo, el alza de las tasas de interés a largo plazo de Estados Unidos, el pasado año, también ha perjudicado a esa moneda. Además el gobierno estadounidense y los bancos han avivado las llamas del colapso económico con un novedoso método: la estimulación a los especuladores que operan fuera de Colombia y el uso del sitio de Internet Dollar Today para ‘golpear’ al bolívar y depreciarlo aun más. Los medios de Estados Unidos, en particular el ultraconservador Instituto CATO, han juntado esfuerzos para consistentemente informar depreciaciones exageradas del bolívar, hasta de 700 por ciento. De esa manera buscan crear pánico entre los venezolanos y que estos se vean obligados a cambiar bolívares por dólares, con el consiguiente círculo vicioso de deteriorar aun más la moneda. Mientras tanto, las corporaciones multinacionales en Venezuela continúan acaparando más de 11 millardos de dólares, lo que causa que el dólar se fortalezca y el bolívar pierda valor. La consecuencia de todas estas fuerzas que contribuyen al colapso de la moneda es un creciente mercado negro de dólares y la escasez de productos básicos y producción de mercancías.

No obstante, eso es solo el comienzo. El colapso monetario significa que se incrementen los costos de importación y la inflación, de este modo, se derrumba el ingreso real de los pequeños comerciantes y trabajadores. Igualmente, el mercado negro y la escasez de dólares afectan la importación de productos claves como medicinas y alimentos. Asimismo, el aumento de los costos de importación se traduce en la ausencia crítica de materiales necesarios para continuar con la producción, de ese manera se cae la producción, los negocios y fábricas cierran sus puertas y aumenta el desempleo.

Desde 2014, el escenario en Venezuela ha empeorado, los ataques de Estados Unidos en el ámbito legal a la petrolera estatal venezolana, PDVSA, la ha convertido en uno de sus objetivos. El gobierno de Obama, en marzo de 2015, emitió una orden ejecutiva para congelar los activos de representantes gubernamentales y militares de Venezuela que habían sido acusados de cometer supuestos abusos a los derechos humanos. Asimismo, Estados Unidos recientemente arrestó a algunos empresarios venezolanos en ese país, sin derecho a fianza para, claramente, enviar un mensaje a aquellos que deseen apoyar al gobierno. El gobierno estadounidense también ha acusado a funcionarios y militares venezolanos de estar involucrados en el negocio de las drogas, entre ellos, a generales de la Guardia Nacional que apoyan al gobierno de Maduro. Todo este juego daña la imagen del gobierno y lo hace sospechoso de corrupción, además de que pone a pensar a todos los militares y seguidores que deseen apoyar al gobierno y, quizá, reconsiderar el “brinco de talanquera” hacia las filas opositoras para lograr un “acuerdo” que elimine las acusaciones legales. También crece la impresión popular de que la crisis económica, la inflación, la escasez y los despidos deben ser asociados con la corrupción del gobierno. Todo esto forma parte de una estrategia clásica de desestabilización por parte de Estados Unidos.

Toda esa dislocación económica ocurre en Venezuela, mientras el dinero fluye por incontables canales no oficiales hacia los partidos de oposición y sus políticos; esas maniobras le permitieron al grupo opositor hacerse con el control de la Asamblea Nacional. Los líderes de la nueva Asamblea, según informaciones filtradas a los medios, desean reconstituir a la Tribunal Supremo de Justicia para así conseguir el apoyo a sus políticas y blindar legalmente los ataques al gobierno venezolano. Su objetivo es remover a Maduro y su gobierno del poder o crear un clima que le haga imposible gobernar.

Julio Borges, diputado electo a la Asamblea, ha declarado públicamente que si el gobierno de Maduro no se pliega a las nuevas políticas de la Asamblea, “tendrá que ser cambiado”. Sin duda el procedimiento para activar un referéndum revocatorio contra el presidente Maduro estará en la agenda en Venezuela, al igual que en Brasil. Pero para que ello ocurra, debe cambiarse el Tribunal Supremo de Justicia, jugada que parece ser el próximo frente de batalla.

Argentina y Brasil los precursores del neoliberalismo que se avecina

Si la nueva Asamblea Nacional pro Estados Unidos y proempresarios se impone al gobierno de Maduro, el resultado económico sería similar a lo que se está desarrollando en Argentina con el gobierno de Mauricio Macri. A pocos días de haber asumido la presidencia, Macri ha recortado los impuestos a las grandes empresas agrícolas y manufactureras; levantó los controles cambiarios y devaluó el peso en un 30 por ciento; permitió que la inflación se incrementara, de la noche a la mañana, en 25 por ciento; otorgó 2 millardos de dólares en bonos para los especuladores y exportadores argentinos; reanudó las discusiones con Estados Unidos sobre los fondos de cobertura como un preludió al pago excesivo de intereses que había denegado el gobierno de Kirchner; despidió a miles de trabajadores y tomó medidas para revocar la actual ley de Medios en Argentina. Y eso es solo el comienzo.

Políticamente, la visión neoliberal significará anular y reestructurar la actual Corte Suprema, implementar posibles cambios en la actual constitución e intentar la remoción del poder, por diferentes vías, al presidente electo antes de completar su mandato. Aparte de los planes para reorganizar el poder judicial, al igual que en Argentina, la Asamblea Nacional venezolana y su liderazgo proempresarios seguirán el mismo camino que sus reaccionarios compatriotas de clase en Brasil; tratarán de sacar de la presidencia al presidente Maduro y desmantelar su gobierno popular, al igual que se está intentando con la presidenta brasileña, recientemente reelecta, Dilma Rousseff.

Lo que suceda en Venezuela, Argentina y Brasil en las semanas por venir es una señal de la intensa batalla política y económica de clases en Sudamérica y que promete incrementarse a medida que avance el 2016.

Jack Rasmus es autor de un análisis sobre la economía global, recientemente publicado, “Sistemic Fragility in the Global Economy”, por Clarity Press, enero 2016. Dicho análisis está disponible en Amazon y en www.ClarityPress.com/Rasmus.html.


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