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Un joven palestino es detenido por soldados israelíes durante una protesta contra el asentamiento judío de Karmi Tsour el 23 de octubre de 2010.

Un joven palestino es detenido por soldados israelíes durante una protesta contra el asentamiento judío de Karmi Tsour el 23 de octubre de 2010. | Foto: AFP

Publicado 27 diciembre 2015



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Ha sido el discurso liberal sobre Derechos Humanos lo que ha precipitado el movimiento de lucha descolonial en uno basado en los derechos.

El establecimiento de la Autoridad Palestina tras la firma de los acuerdos de paz de Oslo entre Israel y la OLP introdujo transformaciones estructurales en la política palestina, la sociedad y la lucha.

La lucha por la liberación se transformó en una misión diplomática por lograr la condición de Estado en el 22 por ciento de la tierra palestina; la revolución fue secuestrada y las masas palestinas fueron dejadas de lado poco a poco de la acción política y el espacio público por completo. Si la primera Intifada Palestina había constituido la culminación de la participación de la gente en la política de masas y la acción directa, las décadas que sucedieron vieron exactamente lo contrario. Las personas fueron arrastradas a las márgenes, despojadas de su agencia, y se convirtieron en meros espectadores de como una pequeña élite estaba negociando en su nombre explotando sus sacrificios y reclamando ser los legítimos y únicos representantes.

La nueva era requiere la formación de un nuevo marco normativo, la adopción de un nuevo discurso, y la introducción de un vocabulario y léxico totalmente diferentes. Todo esto era necesario para completar la transición de la revolución a la construcción del Estado y el desarrollo del proceso neoliberal bajo la ocupación y continua colonización y robo de tierras por parte de Israel.

Es en este contexto fue donde nacieron la industria de derechos humanos y la institucionalización de los derechos.

Esto no significa, de ninguna manera, que el contenido de Derechos Humanos era ajeno a los palestinos; Tampoco significa que lo llegaron a conocer solamente cuando el país se llenó con organizaciones no gubernamentales especializadas en cuestiones de derechos humanos.

Cuando los palestinos de todas las clases sociales articularon sus demandas por el derecho a la libre determinación, la libertad, la dignidad y la justicia durante la Primera Intifada, que comenzó en diciembre de 1987, no actuaron bajo los auspicios de estas organizaciones.

No fueron impulsados ​​por la Declaración Universal de Derechos Humanos o tratados de seguimiento y convenciones sobre los Derechos Humanos. Más bien, se inspiraron en la marea de luchas anticoloniales y de liberación en el Sur Global, desde el norte de África a América Latina.

Ha sido el discurso liberal sobre los Derechos Humanos lo que ha precipitado el movimiento de lucha descolonial en uno basado en los derechos. El discurso es importante y no es una especie de pedantería semántica. Y en el caso palestino, la construcción del Estado no podría haberse logrado si los palestinos no internalizan un discurso estrecho, basado en los derechos, rompiendo con el discurso y la práctica revolucionaria.

Otra consecuencia de la imposición de este discurso de los Derechos Humanos fue la despolitización de la lucha palestina y la reformulación en el lenguaje supuestamente neutral de los derechos.

En una discusión con el director de una de las muchas organizaciones no gubernamentales palestinas de Derechos Humanos, me dijo: "Nuestro trabajo no tiene que ver con la política; sólo exponer los crímenes y violaciones de Derechos Humanos de Israel".

Tal declaración no sólo complace a los donantes,sino que significa que la inversión extranjera en el mercado apolítico de los Derechos Humanos palestinos seguirá fluyendo; refleja una creencia genuina entre la mayoría de las organizaciones de Derechos Humanos en Palestina, que el conflicto con Israel no se trata de política sino de derechos. Es como si las violaciones de Israel a los derechos de los palestinos son un asunto humanitario en lugar de un asunto político.

La política es un negocio sucio, afirman, y la gente no puede ser utilizada para enmarcar sus quejas en las requeridas jergas legales. Por lo tanto, las ONG de Derechos Humanos ocupan este papel y dictan la manera en la que los palestinos presentan sus demandas. Este enfoque elitista es un tanto condescendiente y excluyente, y en los últimos 20 años ha creado una minoría privilegiada de defensores palestinos, activistas de élite y portavoces de la causa, que simplemente no pueden ver más allá de la ley internacional y los Derechos Humanos. La despolitización es intrínseca al discurso liberal de los Derechos Humanos, donde las batallas se libran en un territorio legal y donde el opresor establece las reglas.

También es visto por los que creen en el discurso de los derechos humanos como una fuente de legitimidad. Los palestinos están obligados a justificar sus acciones y su resistencia de acuerdo con el derecho internacional, tanto para combatir la propaganda israelí como para ganar legitimidad. El uso de un discurso de derechos humanos consigue más apoyo, sobre todo en Occidente y en los círculos que no siempre han sido comprensivos con las exigencias palestinas.

Evitar palabras fuertes, como liberación, descolonización y rebelión y aprovechar del amplio léxico de los derechos humanos, aumentará la popularidad de las demandas palestinas.

Esto fue especialmente evidente después de la segunda Intifada, cuando la violenta resistencia palestina fue demonizada. El uso de la terminología de los Derechos Humanos era perfecto para que los palestinos se vean como "civilizados" a los ojos occidentales y poder "demostrar" la justicia de nuestra causa.

Pero lo qué este discurso liberal logró fue la exclusión de personas desentendidas de la política, la deslegitimación de formas armadas de resistencia, y dar prioridad a una agenda legal que promueva los derechos humanos como una industria, pero no en términos de contenido, genuina y de un cambio duradero.

En su crítica política y filosófica de los Derechos Humanos, "Siete Tesis sobre Derechos Humanos", de Costas Douzinas, argumenta que, “si bien los reclamos y luchas por los Derechos Humanos traen a la superficie la exclusión, la dominación y la explotación, e inevitablemente impregnan de lucha a la vida social y política", “ocultan las raíces profundas de los conflictos y la dominación mediante la formulación de lucha y resistencia en los términos de los recursos legales e individuales que, de ser elegidos darían lugar a pequeñas mejoras individuales y un reordenamiento marginal del conglomerado social"

Y añade que el impacto de los Derechos Humanos es "despolitizar el conflicto y eliminar la posibilidad de un cambio radical".

Es innegable que las ONG de Derechos Humanos en Palestina han logrado cierto éxito, incluso dentro del sistema judicial colonial de Israel, pero esos logros son limitados y se han hecho más para mejorar la imagen del sistema judicial de Israel, le dan legitimidad y promueven su reputación como sistema liberal y accesible que realmente da lugar a las demandas palestinas.

En muchos sentidos, el actual levantamiento en Palestina no es sólo una rebelión contra la ocupación israelí y en contra de la dirigencia palestina corrupta; también es una condena a este discurso y la estrategia basada en los derechos.

La juventud que toma las calles no está pidiendo más presupuesto o mejorar las condiciones de sus jaulas. Están llamando a la destrucción de las jaulas, una demanda que un discurso estrecho y liberal de los Derechos Humanos, nunca será capaz de captar. No es una lucha de los derechos civiles en el que los palestinos buscan el reconocimiento de los ocupantes, sino una descolonización en la que los jóvenes no esperan justificaciones legales para recurrir a la violencia en la cara de un sistema inherentemente violento.

Con el limitado arsenal a su disposición, incluyendo cuchillos de cocina, piedras y cócteles molotov, jóvenes palestinos están tratando de reclamar la agenda que les han quitado, en parte por los políticos palestinos y por la élite de los derechos humanos.

La juventud rebelde está pidiendo transformaciones radicales; le corresponde a la comunidad de los Derechos Humanos en Palestina decidir si van a escuchar y unirse, o si van a permanecer confinados en sus cómodas oficinas y su discurso liberal.


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