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Desde agosto del año pasado más de 600.000 rohinyá han huido de la violencia en Myanmar.

Desde agosto del año pasado más de 600.000 rohinyá han huido de la violencia en Myanmar. | Foto: EFE (referencial)

Publicado 6 marzo 2018



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El ejército de Myanmar sigue actuando con violencia contra los rohinyá y los obliga a huir a Bangladés.

El secretario general adjunto de la ONU para los derechos humanos, Andrew Gilmour, denunció este martes que la violencia contra los rohinyás en Myanmar no ha cesado y aún no hay condiciones para el retorno de quienes huyeron hacia Bangladés.

Desde agosto del año pasado más de 600.000 rohinyá han huido de la violencia en Myanmar y llegan como refugiados a Bangladés donde habitan en condiciones precarias. 

Las víctimas del conflicto contaron sus testimonios a Gilmour. Por ejemplo, un hombre dijo que su padre fue retenido por el ejército de Myanmar en febrero pasado y luego le notificaron que recogiera su cadáver. 

El testimonio anterior es recurrente, al cual se le suma secuestros, violaciones y asesinatos de mujeres y niñas.

Foto: EFE

“El gobierno de Myanmar está ocupado diciéndole al mundo que está listo para recibir de nuevo a los rohingyás, mientras que al mismo tiempo sus fuerzas militares continúan forzándolos a huir a Bangladés", aseveró Gilmour. 

Instan a crear condiciones seguras para el retorno

El representante de la ONU exhortó a las autoridades a centrar su atención en detener la violencia en el estado de Rakhine y a crear las condiciones necesarias para el regreso de los rohinyá. 

“Será necesaria la repatriación de los rohingyá a sus hogares y a su país, así como la rendición de cuentas por los crímenes de lesa humanidad que puedan haberse cometido contra ellos”, aseveró.

La lluvia, otra amenaza

Los refugiados rohingyá también enfrentan otra amenaza: la llegada de la temporada de lluvias que podría destruir los campamentos como el Kutupalong, un campo improvisado levantado con postes de bambú y techos de plástico. 

Foto: EFE

Las fuertes lluvias no solo podrían destruir los campamentos, sino también causar deslizamientos de tierra e inundaciones. Asimismo, podría contaminar el agua y provocar brotes de cólera, explicó Gilmour.


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