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Los ciudadanos no quieren ir al albargue central porque no quieren alejarse demasiado de sus hogares, aún cuando algunos sean ruinas.

Los ciudadanos no quieren ir al albargue central porque no quieren alejarse demasiado de sus hogares, aún cuando algunos sean ruinas. | Foto: Andes

Publicado 23 abril 2016



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Los supervivientes que se encuentran en el epicentro del desastre entienden que la forma de superar la crisis es la unidad. 

Pese al dolor de ver a la ciudad donde habitan destruida, los damnificados de la provincia de Manabí, en Ecuador, manifiestan tener toda la fortaleza para luchar por la vida.

"Las cosas materiales se pueden recuperar pero no la vida. Hay que dar gracias a Dios”, opinó Jésica Intriago, una de las personas que convive en el albergue.

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En los alrededores de las dependencias del ECU-911 de esta ciudad ecuatoriana, desde donde se coordina toda la logística para atender a los afectados por el potente terremoto ocurrido el pasado sábado en esta región, los supervivientes tratan de hacer lo posible por vivir aunque sea unos minutos ajenos al trauma causado por la tragedia.

Ellos aún se niegan a regresar a sus hogares porque temen que se produzca una fuerte réplica que termine por derrumbar sus hogares. Sin embargo, no desean ir al albergue oficial levantado en la pista del antiguo aeropuerto porque está muy lejos de sus casas y no quieren que los ladrones aprovechen su ausencia.

Niños de momento se aislan de la tragedia que viven para jugar y disfrutar de su inocencia.

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Unidad en momentos difíciles

Pese a estas dificultades, los refugiados expresaron sentirse agradecidos con las muestras de solidaridad que reciben de todo el país y del mundo.

“Acá se han acercado a darnos mensajes de aliento, nos traen comida, agua, ropa y eso nos levanta el ánimo”, dijo Diocelina Cantos, otra de las refugiadas en el albergue.

Esta solidaridad no solo se ve en este albergue en particular.

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Unos enfrentan las carencias y la situación crítica con la ayuda de voluntarios que transitan por las calles de la destrozada ciudad entregando sus donaciones a los ciudadanos manabitas.

Otros recurren a la unidad comunitaria. En Portoviejo, por ejemplo, un grupo se juntó y se han acomodado en carpas a la espera de las instrucciones del Estado para mejorar su situación.

“Tenemos que estar unidos, es la única forma de salir adelante”, subrayó Susana Chóez, habitante de esta localidad en la que los vecinos no solo se consuelan entre sí por las pérdidas de familiares y seres queridos, sino que también colaboran para cocer en cocinas improvisadas los alimentos recibidos de personas caritativas o representantes de instituciones oficiales.

Susana Chóez organizó una cocina improvisada para que su familia y los vecinas puedan comer.

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En contexto
El terremoto de 7,8 grados en la escala de Ritcher registrado el 16 de abril en la costa norte de Ecuador es uno de los de mayor intensidad en América Latina en los últimos 20 años, y el más intenso que vivió el país desde 1979.
El presidente de Ecuador, Rafael Correa, afirmó que no había desafío que su nación no pueda superar y aseguró que con toda seguridad el pueblo ecuatoriano se levantará de la tragedia que dejó más de 600 muertos.
El vicepresidente, Jorge Glas, por su parte señaló: "Son momentos difíciles pero también de unidad" e instó a los ciudadanos a tener fe y fortaleza para hacerle frente a este desafío que impuso la naturaleza.

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