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 En definitiva, el sistema multilateral se parece a la democracia: es el menos malo de los sistemas de gobernanza internacional.

 En definitiva, el sistema multilateral se parece a la democracia: es el menos malo de los sistemas de gobernanza internacional. | Foto: EFE

Publicado 19 septiembre 2017



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Un multilateralismo moderno exige un nuevo marco de cooperación que, además de los inevitables equilibrios de poder, tenga en cuenta la diversidad de los desafíos actuales y el respeto a los derechos humanos.

El multilateralismo es un concepto ampliamente difundido dentro de las Relaciones Internacionales, ya que refiere a la situación de varios países trabajando mancomunadamente en un mismo aspecto o cuestión.

El multilateralismo, de una manera sencilla, es una forma de toma de decisiones en donde el consenso y la negociación con varias partes son esenciales. Según Robert Keohane (1990:731), "el multilateralismo es la práctica para coordinar políticas nacionales en grupos de tres o más estados".

Mientras que John Ruggie (1992:566) complementa esta definición indicando que lo que hace distintivo al multilateralismo "no es sólo su capacidad para coordinar políticas nacionales entre tres o más países, que es algo que otras formas organizacionales hacen, sino que lo hace con base en ciertos principios de relaciones entre los estados".

De acuerdo con fuentes oficiales, la meta de los organismos multilaterales es conseguir acuerdos globales en relación a temas de interés que afectan a la mayoría, tal es el caso de la cultura, el comercio, la paz, entre otros; lo contrario a los organismos unilaterales impuestos para dominar.

¿Por qué importa el multilateralismo?

Líderes políticos y mandatarios nacionales destacan que gracias a esta herramienta se logran acuerdos mediante el diálogo, en temas de la agenda internacional como cambio climático, seguridad y paz, desarrollo y los objetivos del milenio.

La Organización de Naciones Unidas (ONU), El Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio (OMC), entre otros, son algunos de los organismos multilaterales más conocidos del mundo que ayudan a la cooperación entre los países y se han formado gracias al multilateralismo.

Desafíos

En la actualidad, presenta grandes desafíos y las organizaciones mundiales hacen lo posible por mantener el multilateralismo. Afrontar la globalización creciente requiere de una organización que enfatice en programas que tengan repercusión práctica en los países miembros y que signifiquen respuestas a los problemas de mayor importancia y preocupación.

El sistema internacional también enfrenta cambios significativos y que tienen consecuencias de carácter estructural. Algunos de estos cambios incluyen la reconfiguración de las fuerzas militares y sus misiones vitales, la recomposición de la economía mundial y el respectivo peso que las diferentes naciones tienen, y la creciente evidencia de un papel limitado de Naciones Unidas y sus organizaciones.

En este sentido, cabe preguntarse entonces si la nueva configuración del sistema y los desafíos que estos suponen también exige llevar a cabo modificaciones y reformas profundas al multilateralismo, tal como se conocen hoy en día, concluyendo que las potencias emergentes deben asumir su rol de liderazgo y afrontar los costos implícitos con el nuevo rol que les compete.

Lamentablemente, en las últimas décadas no se ha visto un verdadero multilateralismo, sino un unilateralismo disfrazado de multiplural. Varios países considerados potencias han hecho gravitar los asuntos de interés internacional en base a sus intereses nacionales particulares y mediante el proceso de coaliciones; un ejemplo de ello es Estados Unidos (EE.UU.) y la Unión Europea (UE).

Las negociaciones internacionales han reflejado un sesgo hacia varios grupos de países sin una plena participación o legitimidad de todos los miembros de la comunidad internacional. "Una nación, un voto" no ha sido verdaderamente un principio que guíe a las organizaciones internacionales en los temas trascendentales de seguridad y bienestar.

Otro de los desafíos que enfrenta el multilateralismo es la gran divergencia de intereses y posiciones del sistema internacional. Definir términos de seguridad y defensa dentro de las organizaciones dedicadas al tema ha demostrado ser una tarea complicada.

El terrorismo suele ser el clásico ejemplo, pero en general la definición de amenazas y factores de riesgo enfrenta la misma dificultad. Inclusive entre organizaciones como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), que tienen liderazgos similares y que producen listados similares, su priorización de temas es diferente.

Otro desafío importante, que tiene relación con lo anterior, es que la contraposición tan fuerte de intereses ha hecho que el éxito de estas organizaciones se mida por su capacidad para llegar a un acuerdo, y no por el verdadero impacto que tengan estas decisiones o su capacidad cierta para resolver los problemas de seguridad internacional. 

Las relaciones bilaterales, y sobre todo la regionalización del sistema, se suma a la lista de desafíos que enfrenta el multilateralismo. 

Acciones que ejecuta EE.UU. contra el sistema

El escenario estratégico global ha variado significativamente. La unipolaridad estadounidense del sistema se muestra cuestionada por potencias emergentes en temas económicos pero también en el ámbito militar. 

En la reorientación hacia el Asia-Pacífico de Estados Unidos y el rol de facto de brazo ejecutor de mandatos del Consejo de Seguridad que ha asumido la OTAN, queda la duda sobre su verdadera orientación y su misión a nivel estratégico.

Igualmente, se evidencia una merma en la solidaridad de la seguridad colectiva después del agotamiento de la intervención en Afganistán y la división ante la intervención en Libia, donde pocos fueron los países que participaron y Estados Unidos prefirió "liderar desde atrás".

Como el Grupo de Estudios Estratégicos de España menciona, "las divergencias estratégicas se acentúan y los ajustes y la austeridad ante la crisis económica ahonda en la supeditación de lo colectivo a lo puramente nacional".

EE.UU. ha priorizado su agenda militarista en el mundo a través de su discurso de la lucha en contra del terrorismo. En adelante, todo lo que hará la nación norteamericana en materia de relaciones internacionales tendrá que ser puesto en esa clave, incluidos los acuerdos comerciales.

El economista ecuatoriano, Pablo Dávalos Aguilar, en su tesis sobre "USA: del multilateralismo al bilateralismo", señala que la lucha en contra del terrorismo le permite a EE.UU. rediseñar el mapa político mundial en función de sus propios requerimientos y con los tiempos de su propia agenda.

Despliega bases militares, ejércitos, portaviones, y toda su logística y parafernalia militar, no tanto en función de lo que serían reductos terroristas sino más bien en función de recursos estratégicos: petróleo, agua, biodiversidad, metales raros, entre otros.

Por ello, la agenda del bilateralismo norteamericano tiene que ser puesta en la perspectiva de geopolítica de una voluntad imperialista en el más clásico de los sentidos de este término. Pero ese bilateralismo nos está demostrando, de una parte, el empeño del Gobierno estadounidense por consolidar su hegemonía y, al mismo tiempo, el fracaso de una estrategia anterior, y que fue aquella del multilateralismo.

Con el bilateralismo impone condiciones políticas a estados más bien débiles y desesperados por acceder a los mercados americanos, retoma sus posiciones hegemónicas marcando los tiempos, las agendas, las prioridades y los temas que ellos consideran de interés y pueden consolidar una base de apoyo político a su estrategia de lucha en contra del terrorismo, reseña el autor.

Dávalos sostiene que su estrategia empieza con los más pequeños y vulnerables: Los países de Centroamérica, que además tienen fuertes vinculaciones con Estados Unidos, a través de la constante migración de fuerza de trabajo y una estructura de comercio exterior fuertemente vinculada a Estados Unidos. 

Otro efecto del bilateralismo es acotar los espacios de expansión que tendrían otros bloques económicos, como por ejemplo la Unión Europea, Japón, China y el sudeste asiático. Estados Unidos estaría demarcando “su” territorio a través de políticas comerciales definidas frente a otros posibles competidores, entre ellos la UE.

La fuerte crítica a la intervención de Estados Unidos en países de oriente medio, así como el retiro progresivo de varios países de las coaliciones, son muestras de que el unilateralismo ha perdido terreno, y afortunadamente conceptos como la guerra preventiva -inclusive al interior de Estados Unidos - no han calado (del todo). Sin embargo, las acciones unilaterales seguirán siendo la sombra que persiga al multilateralismo, particularmente en temas considerados de alta política internacional.

Esfuerzos por mantener el sistema integral

Para que el multilateralismo funcione, deben existir algunos cambios profundos en las instituciones como el FMI o el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, pero los objetivos como la paz y la estabilidad exigen algo más que cambios cosméticos para dar cabida a potencias emergentes. 

El mundo del siglo XXI es demasiado interdependiente y complejo para ser reorganizado exclusivamente en claves de soberanía. Un multilateralismo moderno exige un nuevo marco de cooperación que, además de los inevitables equilibrios de poder, tenga en cuenta la diversidad de los desafíos actuales y la necesidad de reafirmar un modelo normativo sobre una base democrática y de respeto a los derechos humanos.

El analista político de Ecuador, Camilo Zambrano Jáuregui, subraya que definitivamente el punto central para fortalecer el multilateralismo es generar una mayor legitimidad de los procesos de toma de decisión, sean estos por procedimientos o principalmente por aquellas instituciones llamadas a salvaguardar la paz y seguridad internacionales.

Esta legitimidad es esencial para cubrir el déficit democrático antes mencionado, pero también para reducir la divergencia entre eficacia y legalidad.

De igual manera, se deben generar mecanismos de diálogo y consulta, así como otras herramientas muy comunes en la disciplina de resolución de conflictos para integrar a más actores que no sean sólo los estados.

El objetivo debe ser la verdadera democratización de los foros multilaterales para permitir que las opiniones y necesidades de los ciudadanos sean manifestadas e incluidas.

El proceso de Ottawa contra el uso, producción y manufactura de las minas antipersonales, demostró que las organizaciones de la sociedad civil pueden generar procesos -inclusive paralelos a Naciones Unidas- y provocar cambios radicales a prácticas nefastas pero muy arraigadas.

No obstante, se debe propender a incluir no sólo a las ONGs internacionales, que son cada vez actores con mayor reconocimiento, sino también a los pueblos de las naciones en una forma más flexible y heterogénea. En definitiva, el sistema multilateral se parece a la democracia: es el menos malo de los sistemas de gobernanza internacional.


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