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El 28 de mayo de 2017, María de Jesús Patricio Martínez fue elegida como la vocera y candidata del CIG para la Presidencia de México.

El 28 de mayo de 2017, María de Jesús Patricio Martínez fue elegida como la vocera y candidata del CIG para la Presidencia de México. | Foto: Paula Mónaco

Publicado 23 octubre 2017



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Vocera y precandidata indígena, María de Jesús Patricio Martínez, habla por primera vez a los no convencidos.

“Por allá no voy porque están los zapatistas”, dice con desprecio una mujer al pasar frente a la cafetería Mara, en el centro de Palenque, selva norte de Chiapas. “Véngase, vamos a escuchar qué dicen”, un señor convence a otro y juntos avanzan hacia la plaza central. “¿Hay acto de partido?”, pregunta un hombre en castellano con acento de lengua indígena; le responden “no, es lo de Marichuy”.

En su quinto día de gira, el Consejo Nacional Indígena (CNI) y su vocera María de Jesús Patricio Martínez enfrentan el desafío de hablar con los no zapatistas. Ya no están dentro de comunidades autónomas y organizadas, ahora realizan un acto en el centro de la ciudad de Palenque, la más importante de la región maya en el estado de Chiapas. Ya no hay montañas sino edificios, no escuchan los convencidos sino los indecisos, curiosos e incluso enemigos. 

Repleto está el jardín principal de Palenque y los rostros se ven claros: la mayoría de quienes lo ocupan no llevan pasamontañas, no son parte del movimiento. Bases y milicianos zapatistas -que son más de mil- rodean la plaza en disciplinada formación. Están ahí, resguardan la zona pero no se meten: es momento de que sean otros quienes vean y escuchen. 

Hace mucho calor, el sol arde y la humedad de la selva hace más insoportable la temperatura.  Pero arriba del templete, una muchacha canta y baila dándolo todo. Se llama Jacqueline y se mueve con soltura por el escenario. El estribillo de su son alegre dice: “La compañera vocera despertará a la nación, que vive muy engañada por el capitalista”. Le acompaña una banda de puros hombres. La aplauden las delegadas indígenas, la ovaciona el público. 

Viste el traje típico de su comunidad: falda larga, faja y una blusa blanca con grandes flores bordadas en el pecho. Cubre su rostro con un pasamontañas negro igual que la siguiente artista, una niña de 12 años. Marilé, del municipio autónomo Francisco Villa, se mueve por el escenario con soltura. Hiphopea sin censura, con versos que ella compuso: “Una compañera vocera le dará una sacudida a los hijos de la chingada: al sistema capitalista, capataces, caporales y también a los mayordomos hijos de su puta madre. Los malos gobernantes son unos títeres de los grandes capitales. El pueblo oprimido y nosotros respondemos: no nos dejaremos”. Los aplausos se multiplican, también las sonrisas. 

Termina el momento cultural, siguen los discursos. La vocera y precandidata presidencial es la primera en hablar, cambian las formas porque a lo largo de la gira siempre había cedido la palabra a las demás concejalas -autoridades máximas del CNI-, para cerrar ella con un discurso breve improvisado.

Ahora toma el micrófono. Seria, lee un documento en el cual denuncia que no funciona el sistema tecnológico que dispuso el Instituto Nacional Electoral (INE) para registrar las firmas que avalan su pre-candidatura (antes la tarea se hacía por escrito, en este proceso por primera vez será de forma electrónica, lo cual claramente limita las opciones de pueblos indígenas y campesinos). 

Marichuy señala errores en la lista de modelos y marcas de teléfonos capaces de bajar el software: “Los teléfonos que llaman de gama media cuestan más de 5mil pesos y muchas de las marcas y modelos indicados por el INE no funcionan, los de gama alta cuestan más de 12 mil y tampoco funcionan varias de las marcas y modelos indicados por el INE”. 

Además, dice, el sistema está sospechosamente lento: “El INE dijo que un registro nos tomaría 4 minutos con 30 segundos, y de acuerdo a sus cálculos nos alcanzarían los 120 días que marca la ley electoral para recaudar las más de 866.500 firmas que necesitamos, pero la realidad es que un registro puede durar hasta 16 horas por la mala calidad técnica con la que está diseñada la aplicación”.

La ecuación es simple: en el modo actual, fuera de la teoría, EZLN, CNI y su vocera en realidad contarán con un tercio del tiempo que antes tenían para juntar sus firmas.

Después de ella hablan dos concejalas, una por el estado de Chiapas y otra por Nayarit; Marichuy completa con breve mensaje y cierra la comandanta Amada a nombre del Comité Clandestino Revolucionario Indígena, máxima autoridad del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). 

Chaparrita, también con pasamontañas y traje de su comunidad, en voz alta lee un discurso sin eufemismo alguno. “Les preguntamos al público en general ¿por qué un pequeño grupo de personas holgazanes, buitres, bestias, zánganos, nos vienen  a mandar si somos miles y millones de mexicanos trabajadores del campo y la ciudad?”.

No es este un mítin político convencional, no hay ovaciones ni aplausos obvios. EZLN, CNI y Marichuy no vienen por votos, buscan captar la atención hacia su causa que es muchas. Más que un cargo, les interesa romper el silencio. Quieren que la mirada vuelva hacia los pueblos indígenas, sus dolores, las problemáticas que consumen y arrinconan. Que los demás escuchen, se reflejen y también tomen la palabra. Logran su objetivo porque la plaza está llena y la concurrencia escucha con atención. Incluso aplauden.

Los zapatistas, esos que se atrevieron a cambiar a Chiapas, empujan las fronteras de su rebeldía. Tres décadas atrás, antes de que ellos se levantaran en armas, los indígenas tenían que caminar por la calle en ciudades como San Cristóbal de las Casas: no les estaba permitido andar por la vereda. Hoy en Palenque ocupan la plaza toda y hablan por micrófonos que amplifican sus voces. Es apenas el principio, seguirán hasta llenar las plazas de todo el país. 


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