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Fecha de publicación 10 agosto 2016 - 10:37 AM

“Lula: la última carta de salvación que le queda a Brasil”

© Por Pablo Virgili Benitez

Twitter: @VirgiliPablo

Analizando los acontecimientos de estos últimos 5 meses en Brasil solo se puede llegar a una conclusión: Lula da Silva es la última carta de salvación que le queda al país para no perder sus logros y conquistas sociales.

Solo faltando un raund en el juicio político contra la mandataria Dilma Rousseff y que de seguro lo ganará la oposición, es ya casi un hecho que Michel Temer su vicepresidente que jugó el papel de “lobo con piel de cordero” terminará el mandato de la primera mujer presidenta del Brasil hasta las elecciones del 2018.

Lula da Silva un político entero y un revolucionario íntegro llevó a Brasil durante su mandato como presidente a ocupar los primeros lugares continentales en varios renglones. Durante sus ocho años como presidente de Brasil, hizo reformas y radicales cambios que produjeron la transformación social y económica del país que triplicó su Producto Interno Bruto (PIB) per cápita, al punto de convertir a la República Federativa en una potencia mundial. Es ampliamente reconocido como una figura de su tiempo y se considera que su gobierno fue clave para los éxitos económicos de su país, en particular en materia de reducción de la pobreza, con programas sociales como Hambre Cero o Bolsa Familia, que contribuyeron a sacar de la pobreza a unas 30 millones de personas en menos de una década. En el campo de la educación su gobierno consiguió alcanzar fuertes niveles de escolarización de la población  en todos los ámbitos, tanto universitarios como primarios, y en muchas regiones del país. En solo treinta y seis meses la población no escolarizada fue reducida al 18% considerando el grupo de cuatro a diecisiete años de edad. Durante los primeros meses de su presidencia, se inició el proyecto Hambre Cero, destinado a seis millones y medio de familias, una asistencia económica gubernamental para las personas más pobres y desfavorecidas. Inmediatamente después de su toma de posesión se lanzó el Plan Nacional para la Erradicación del Trabajo Esclavo. Los fiscales especiales de trabajo han liberado a más de 13 000 trabajadores en estado de esclavitud o trabajo degradante desde 2003 en Brasil.

Al concretarse esto, también se consiguió una subida del 20 % en el salario mínimo nacional, y se lanzó una reducción de un 16 % del gasto público, gracias a un programa de recortes en las pensiones y un aumento de la edad de jubilación de los funcionarios, esta medida sentaba las bases para un aparato de Estado más productivo, más justo y menos costoso.

Lula abandonó la presidencia con una gran popularidad de más de un 80% de aprobación, tanto en Brasil  como en el resto del mundo.

Estos datos hablan por sí solos de lo que es capaz de hacer el primer obrero metalúrgico en la historia brasileña en llegar a la presidencia del país.

Faltando escasos dos años para las elecciones presidenciales del 2018 Lula ya ha anunciado su disposición a postularse a la presidencia del país como candidato del partido de los Trabajadores (PT) del que es fundador. Esta decisión ha sorprendido a muchos oligarcas y burgueses de la política brasileña que ven al expresidente como un rival difícil de derrotar y un candidato que parte como favorito en todas las encuestas.

Las alarmas en los sectores de derecha están prendidas y desde ya ha comenzado la presión política y sobre todo judicial para sacar del medio a toda costa al exmandatario. Desde hace unos meses Lula es investigado por haber recibido supuestamente favores de constructoras involucradas en las multimillonarias desviaciones de recursos de la corporación petrolera estatal PETROBRAS. En marzo fue sometido a una detención coercitiva para interrogarlo (una medida reservada solo para los que se resisten a la autoridad) y se grabaron y difundieron audios de sus conversaciones telefónicas con la presidenta Dilma Rousseff, muestra del espionaje del que han sido víctimas él y la mandataria, medida sumamente ilegal.

Estas disposiciones fueron adoptadas por el juez federal Sérgio Moro, que con base en la sureña ciudad de Curitiba dirige la investigación sobre la red de sobornos en la petrolera estatal. La presión judicial sobre Lula es una muestra de la polarización a que se aboca el país y una pauta para que “cueste lo que cueste”  impedir su candidatura en las elecciones del 2018.

El expresidente tomó como medida de protección recurrir al Comité de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) donde denunció ser víctima de violaciones de sus garantías fundamentales en las investigaciones en su contra. Por esta misma causa en marzo, la presidenta Rousseff designó a Lula como Ministro de la Casa Civil (Jefe de Gabinete) cargo que lo dotaba de inmunidad, decreto que entró en disputa con la justicia ya que fue bloqueado en varias ocasiones por juzgados federales, altercado que terminó en el Supremo Tribunal Federal. Esta medida “demorada” por parte de la mandataria no resolvió ni ayudarla ni estabilizar al país, disposición que en mi opinión fue tomada tardíamente, Dilma debió haber nombrado a Lula como su ministro al comenzar su segundo mandato.

Así las cosas las cartas están sobre la mesa, los opositores de derecha ansiosos por retomar el poder luego de 13 años seguirán presionando a la justicia para que enjuicie y sentencie a Lula y así impedir su candidatura en las elecciones. El gobierno interino que es integrado por una red de ministros corruptos tomará las riendas del país con una impopularidad de escándalo y dispondrá medidas neoliberales con el pretexto de mejorar la situación económica de la nación.

Gane quien gane en 2018 no es de extrañar que encontremos a varios ministros del gabinete de Temer huyendo con maletines de dólares hacia al exterior y no es de sorprender que hasta al mismo juez dirigente del proceso anticorrupción que ahora hace el papel de “Robin Hood” lo descubramos con las manos en la masa y los bolsillos llenos de dólares; porque cuando se nada en el lodo quieras o no quieras terminas cubierto de fango, demostración de que el único mal incurable de la sociedad es la corrupción.

El tiempo tiene la última palabra, veremos qué pasa… 

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© www.escribiendopuntonet.blogspot.com



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