Cuando lo lejano se hace cercano

Es el amanecer de septiembre de 2014. Camino por las ramblas catalanas. Siento un aroma que me traslada en un viaje sin escalas a un verano de Necochea -mi ciudad natal-. Lo recordaré para siempre.

Casi tres años después, una furgoneta embiste a todas las personas que encuentra a su paso. El escenario es el mismo. La calle donde confluyen cientos de nacionalidades. Ya no estoy allí.

La noticia impacta al “mundo occidental”. El “nuestro”. Quisiera que nos causara la misma sensación cuando sabemos que ejércitos en “nombre de la paz” asesinan a poblaciones enteras en alguna lejana “rambla” siria. Pero no. Ahí radica el problema.

¿Quiénes son los “terroristas”?  La soberanía se define como el derecho que tiene un pueblo a elegir a sus gobernantes, sus leyes y a que se le respete su territorio. Se vulnera tanto si células yihadistas cometen crímenes en tierras ajenas como Londres, Madrid, París, Niza, Barcelona… como si los gobiernos de Estados Unidos, Reino Unido, Francia y España invaden Afganistán, Irak, Siria… La violencia trae más violencia. La opresión crea más opresión.

¿Quién pensaría que la “Tercera Guerra Mundial” tendría este aspecto? ¿Qué pasaría si los propios pueblos reclaman a sus representantes que se retiren de los países que no les pertenecen, en vez de echar más leña al fuego?

La respuesta no llegará, mientras los medios de comunicación formateen conciencias en masa y llamen a odiar a los más débiles. La razón es sencilla: estas empresas periodísticas están manejadas por pudientes. Pueden porque se lo quitaron al resto. La distracción se convierte en inacción.

A lo mejor, algún día podamos ser realmente libres para compartir e intercambiar aromas musulmanes, barceloneses y necochenses. Por ahora, es solo un sueño.