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27 abril 2016
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El ciclo de la Izquierda, tal y como está concebida hoy día, ha caducado.

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En la plaza de mercado una mujer enojada toma por el brazo a un político en campaña y le suelta a la cara: «Respóndame con franqueza, no como político». La expresión de la mujer simplifica una situación que parece entronizarse en la conciencia ciudadana: los políticos profesionales son unos farsantes. Esto explica, en parte, la tendencia ciudadana de ir a las urnas y sufragar por el primero que en cinco frases canalice su estado de ánimo. En estos tiempos telecráticos, la ira, el patriotismo, la fiesta, la locura, el dinero, la demagogia o la promesa de salvación eterna son algunos de los motivos por los que muchísima gente embute una papeleta por una hendija o televota desde el sofá de su casa mientras come arroz con leche y chatea por el celular con su pareja virtual. 

Esto nos lleva hasta Clara López, una mujer respetable y competente que estuvo durante años revoloteando alrededor de los variopintos proyectos de la Izquierda. Clara López, con una aceptable gestión, logró salvar los muebles de la Izquierda en Bogotá durante aquella inundación de aguas podridas que arrastró hasta la prisión al alcalde Samuel Moreno Rojas, quien quiso hacer de Vito Corleone y erigió un entramado mafioso que saqueó las arcas de la capital a través de contratos amañados en los que participaban polistas, uribistas, vargaslleristas, conservadores, liberales y un largo etcétera de funcionarios de segunda categoría maridados con empresarios de quinta categoría.

Esto nos lleva al reciente nombramiento de Clara López –ex candidata por la Izquierda a la Presidencia de Colombia y luego a la Alcaldía de Bogotá hace apenas cuatro meses– como ministra de trabajo del gobierno de Santos. Algunos amigos que tengo por estas latitudes me han preguntado sobre este asunto y no he sabido cómo responderles, más aún cuando fui unas de las personas que escribió una nota apoyando su opción desde la Izquierda. Esas cosas pasan en Colombia, les he dicho, la política allá es un vacilón, un perrateo en el que cualquier líder puede ser de derecha e izquierda al mismo tiempo. Déjate de chistes, me dijeron.              

Esto nos lleva a pensar que el Ministerio del Trabajo se ha vuelto como una especie de ® que se ofrece a reconocidos dirigentes que se acuestan leyendo a un clásico de la Izquierda y por la mañana cuando se levantan deciden cambiar de lectura y encargan por Amazon un libro sobre el amor y la infidelidad. La cartera de Trabajo, no nos llamemos a engaños, sólo servirá para nombrar a unos cuantos amigos que se quedaron sin empleo luego de la perdida de la Alcaldía de Bogotá. Para nada más servirá. Las políticas de gobierno vienen desde arriba y la ministra sólo tiene que estampar la firma o la ponen en la calle. Lo demás son historietas: que tenemos una aliada en el Ministerio, que ahora sí, que el aumento de salarios, que los derechos de los trabajadores, que los Garzones no pero ella sí, que escoba nueva barre bien, que pitos y flautas. El autoengaño, unas de las virtudes que gusta a muchos de mis amigos de la Izquierda.

Esto nos lleva a decir en voz alta que el ciclo de la Izquierda, tal y como está concebida en Colombia hoy día, ha caducado. Jorge Robledo, senador por el Polo, acusa al presidente Santos de haber lanzado una «bomba atómica» contra su organización al nombrar a Clara López como ministra. Jorge, digo, el tiempo de las dramatizaciones pasó y ahora estamos en el tiempo de las conclusiones: las «bombas atómicas» no tanto vienen desde afuera sino que la mayoría vienen desde dentro. En Colombia hemos vivido dos guerras civiles: una entre el Estado y la insurgencia y otra en el seno de la misma Izquierda. La primera parece acabar y la segunda parece no tener final.  

Esto nos lleva de vuelta a la encolerizada mujer en la plaza de mercado que toma por el brazo a Clara López y le suelta en la cara: Doctora, yo voté por usted –Clara se voltea y la mira sorprendida– respóndame con franqueza, no como política –la mujer toma aire y le aprieta el brazo– ¿Usted por qué aceptó ese Ministerio?  


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Perfil del Bloguero
Escritor y analista, diplomado en resolución de conflictos y cultura de paz.



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