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14 enero 2016
La (nueva) Educación Presidencial

Segunda Clase: Republicanismo y diálogo según el evangelio macrista

La (nueva) Educación Presidencial

Muchos fueron los argumentos críticos de Macri (mientras fue oposición) hacia el gobierno de Cristina Fernández, en general orientados a denunciar un estilo de gestión definido por él como autoritario e irrespetuoso de las instituciones. 

Resulta preciso enumerar, a modo ilustrativo, algunos aspectos de esta gran crítica general y luego recorrer cuál fue el tratamiento que le dio Macri a estos temas, tanto como Jefe de Gobierno como en sus primeros treinta días como Presidente de (¿todos?) los argentinos y argentinas. Y adquirir, con el ejercicio, nuevos aprendizajes ya que esta columna concibe una imbricación permanente entre la educación y la política.

Macri le cuestionó al kircherismo:
a)    El escaso apego a las reglas de funcionamiento que hacen a una República hecha y derecha. 
b)    La falta de diálogo 
c)    La ausencia de la libertad de expresión 
d)    La necesidad de una justicia “independiente”.

Repasemos a continuación, en una nueva y sucinta lección, la intensa brecha entre las palabras y aquellos hechos del nuevo Presidente. El contraste es sorprendente.

Macri ha sido durante ochos años Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En ese lapso, vetó  129 leyes sancionadas por la Legislatura, lo cual lo convierte en la autoridad récord en vetas de la historia política de la Ciudad de Buenos Aires. Por su parte, Cristina Fernández de Kirchner vetó dos leyes, una de las cuales promulgó luego con modificaciones parciales. Esta primera contrastación (129 a, digamos, 1 y ½) revela cierta hipocresía – sino cinismo- en relación las denuncias de Mauricio Macri a propósito del respeto a las instituciones empezando por el Poder Legislativo. 

Otro ítem sustantivo es el de los decretos. En el caso de Cristina Fernández se contabilizan 13, de los cuales 5 fueron de necesidad y urgencia en su primer mandato. Éste tipo de decreto tiene fuertes condicionamientos por parte de la Constitución Nacional (artículo 99 inciso 3) por cuanto el Poder Ejecutivo “no podrá en ningún caso, bajo pena de nulidad absoluta e insanable, emitir disposiciones de carácter legislativo”. El caso es que en apenas un mes de gobierno, Macri promulgó 5 decretos de necesidad y urgencia y – no tenemos el dato preciso- alrededor de dos centenares de decretos comunes. Entre estos últimos ha sido muy fuertemente cuestionado el de nombrar dos jueces para la Corte Suprema de Justicia “en comisión” vulnerando los mecanismos de selección de jueces y a la vez sometiéndolos (al estar comisionados) al arbitrio del Poder Ejecutivo.  Por otro de los DNU modificó la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, tarea de demolición que continuó luego desarticulando la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual – órgano de gobierno con instancias participativas de las provincias y de la sociedad civil- y reemplazándola por una intervención que asegurara la posición dominante del Poder Ejecutivo. Con el Congreso cerrado y la comisión de control de DNU virtualmente vaciada, el republicanismo verbal de Macri se vió literalmente devastado por sus prácticas concretas.

En materia del presunto diálogo impulsado por el gobierno las cosas no son mucho mejores. A muy poco de su asunción Macri convocó a un almuerzo a todos los gobernadores en la Quinta de Olivos, donde no hubo más que declaraciones de paz y amor. Nada dijo sobre sus planes inmediatos – por caso, el intento nombramiento por asalto de dos jueces de la Corte Suprema - lo que convirtió a ese evento en un acto que, en el mejor de los casos, puede catalogarse de “formal”. Tan así es que la intelectual Beatriz Sarlo (a quién nadie podría “acusar” de kirchnerista) dijo sobre el ocultamiento del decreto para nombrar a dos jueces cortesanos: “a los gobernadores los citó cuatro días antes…¡y les tomó el pelo! No les avisó que iba a hacer eso! (…) No lo sabían sus aliados, si es que Macri tiene una noción de lo que es un aliado político.” Digamos que el gesto del poder convocando a aliados y adversarios sin comunicarles decisiones trascendentales constituyen apenas parte de su agenda comunicacional, pero sin duda revelan todo un estilo. 

Hay otros ejemplos del “diálogo” realmente propiciado por Macri que simplemente enumeramos aquí: el (no) reconocimiento, por ejemplo, al Poder Legislativo;  y, segundo,  las intervenciones en caso de conflictos laborales que dan cuenta, blanco sobre negro, de las prácticas reales más allá de (y flagrantemente contradictorias con) las palabras.    Los trabajadores de Cresta Roja que reclamaban una solución a la crisis de la empresa  y los contratados del Municipio de La Plata despedidos conocieron la voz de los gases lacrimógenos y las balas de goma en estos días.

En relación a la libertad de expresión lo ocurrido en apenas treinta días resulta igualmente aleccionador (en esta clase, se verá, estamos aprendiendo muchísimo de las triquiñuelas del discurso). Cuando la Ley de Medios, debatida como ninguna otra norma en Argentina, estableció la noción del derecho a la información como derecho humano y con ello dividió el espectro audiovisual en tercios (para el sector privado, para el Estado y para las organizaciones sociales o instituciones no lucrativas ni estatales) se generó una posibilidad concreta de democratización de las voces y desmonopolización del mensaje mediático. Dicha medida, de inspiración profundamente democrática, está siendo objeto de una profunda transformación por parte del Ejecutivo Nacional. En este marco, el gobierno levantó todo programa que o bien haya asumido expresos acuerdos políticos e ideológicos con el gobierno anterior, o bien promueva una visión crítica del actual gobierno. Lo hizo en los medios públicos de manera salvaje y no se privó inclusive de amparar (por decir sutilmente) el despido del periodista Víctor Hugo Morales.  Este es otro ejemplo palmario del modo en que las palabras van por un carril y los hechos por la vía contraria.

Estos hechos que planteamos aquí (y otros más cuyo tratamiento excede los límites posibles de esta columna) constituyen una nueva lección, muy dura, sobre la brutal contrastación entre dichos y hechos. El discurso oficial afirmando cosas que los hechos niegan con notable contundencia da cuenta del cinismo que caracteriza a este ensayo neoliberal.

¿Qué vamos aprendiendo en este transitar?

En este proyecto político, el valor de la palabra sufre un proceso de (ya que estamos en la trocha) megadevaluación. No del peso respecto del dólar, que ya ocurrió, sino de su enunciado con respecto a los hechos.

El neoliberal-conservadurismo del siglo XXI que avanza a pasos resueltos para desandar el recorrido habilitado por el kirchnerismo se sirve de metáforas increíbles para sostener la andanada de medidas brutales en perjuicio de las mayorías sociales. La transferencia de recursos vía quita de retenciones y la megadevaluación se presentan como la liberación de la capacidad productiva nacional y  el despido masivo de empleados públicos se justifica estigmatizando a los servidores públicos con el muy gorila calificativo de “grasa militante” del Estado que debe adelgazar. La inconstitucional vía de legislar por decreto se explica de las más inverosímiles maneras, y el decreto de disolución de la Autoridad Federal de Servicios Audiovisuales de Comunicación sería el modo de terminar “la guerra del Estado contra el terrorismo”. Podemos seguir y no hay tiempo pero si una lección está dada por este uso inteligente y eficaz del engaño y la manipulación a través del lenguaje, la tarea de aprendizaje desde las mayorías afectadas por estas políticas es la de poder leer la realidad críticamente, desentrañando la brecha insalvable entre las palabras y las cosas. Muy especialmente una gran fracción de votantes de Cambiemos que integran la franja de mayorías populares y que son hoy objeto de una hostil política pública aún justifican las medidas en curso cuyas consecuencias no contribuirán a mejorar la vida de los sectores populares. Por el contrario, constituyen orientaciones para reconfigurar el mapa social a favor de los sectores más concentrados y redistribuir la riqueza de los que menos a los que más tienen.

Un aprendizaje pendiente interpela a las organizaciones, instituciones  y colectivos que rechazan el modelo de sociedad que promete el neoliberal-conservadurismo. La generación de nuevos y eficaces modelos organizativos y comunicacionales resulta imprescindible para que el 49% que expresó su voluntad de continuar la senda democratizadora abierta en 2003 se convierta en una mayoría sustantiva,  uniendo en su diversidad a los fragmentos de ese universo complejo y heterogéneo que podemos llamar bloque subalterno o campo nacional y popular, no importa tanto el nombre. 

Tiempo de batallas, de construcciones, de aprendizajes. Hermosos desafíos en momentos – sin embargo duros- en que lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer…pero está naciendo.


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Perfil del Bloguero
Graduado en ciencias de la educación. Imén es actual director de Idelcoop, Sec. de Investigaciones del CCC Floreal Gorini, docente e investigador de la Unjiversidad de Buenos Aires (UBA) y asesor de sindicatos docentes. También es autor de los libros: “La Escuela Pública Sitiada. Crítica de la Transformación Educativa”, “Pasado y presente del Trabajo de Enseñar".



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