El beso entre los odiosos | Blog | teleSUR
18 mayo 2016
El beso entre los odiosos

No está mal seducir a Uribe pero lo esencial es seducir a quienes votan por él.
Yezid Arteta: Uribe, Santos y el beso entre los odiosos  Yezid Arteta Dávila
Cada uno está en lo suyo: el presidente Santos empeñando hasta las joyas de la abuela por una noble causa (acabar con una guerra) y el expresidente Uribe lanzando, a guisa de boxeador, un jab constante contra las negociaciones de paz con la finalidad de mantenerse en pie sobre el cuadrilátero político. Son gajes de la política y los acuerdos firmados en la Habana entre el gobierno y las FARC son un atractivo filón que, desde cualquier ángulo que se mire, trae dividendos políticos. Santos y Uribe son profesionales de la política y saben cómo jugar. No son jugadores aficionados. 

El beso entre los odiosos

Un beso entre Santos y Uribe -como el ocurrido en 1979 entre Leonid Brezhnev y Eric Honecker para refrendar su agonizante solidaridad política- tal y como lo desean algunos colombianos amantes de la tragedia griega no va a suceder. Y no va a suceder por razones puramente personales y porque representan intereses gremiales que, en el marco de la economía doméstica e internacional, se repelen. No está mal que alguien seduzca a Uribe pero lo esencial para asegurar la paz de Colombia es seducir a quienes lo siguen y votan por él. La mayoría de los votantes de Uribe es gente pobre y con la nevera vacía a la que hay que tener en cuenta por el solo hecho de ser pobres. Quien no entienda este corolario hay que devolverlo a la escuela para que repita matemáticas y geometría.

A diferencia de Santos y Uribe que son políticos a los que aún no les ha llegado la fecha de caducidad, el caso del procurador Alejandro Ordóñez es diferente. Ordóñez es de esa clase de funcionarios de paso que, por el ruido que hacen, parecieran estar llamados a grandes cosas pero que a la hora del té, no son más que eso: ruido. Son como esos jugadores que por orden del técnico entran a jugar cinco minutos para quemar tiempo y luego la afición se olvida hasta de sus nombres. Recuerdo que hace unos años varios analistas y dueños de micrófonos veían, por ejemplo, como futuros presidentes de Colombia a los generales Rosso José Serrano y Harold Bedoya Pizarro o al fiscal Alfonso Valdivieso. Son “personajes” de paso -como dije- que ocupan un alto cargo y luego, cuando quedan en la calle, hasta los familiares se olvidan de ellos.

Si finalmente, como la sensatez y la lógica política indican, se firma el acuerdo de paz con las guerrillas y se somete mediante algún tipo de fórmula a los “Reparas”, la situación de Colombia estaría lanzada hacia dos probables escenografías o pueda que a alguien se le ocurra una tercera, una cuarta, una quinta y así. Pero, en aras a simplificar las cosas, percibo dos decorados con los actores y actrices que, por vainas del destino, están en estos instantes  maquillándose y repasando los diálogos dentro de los camerinos mientras el público espera en las butacas.

Primer escenario: Los odiosos ocho, la película que el año pasado estrenó Quentin Tarantino. Este film retrata muy bien el actual momento político de Colombia. Ocho personajes con intereses opuestos que a través de la retórica y la violencia tratan de sacar partido de la situación dentro de una cabaña que cuenta con comida y fuego, mientras afuera una tormenta de hielo amenaza con llevárselo todo. Un cazarrecompensas, una fugitiva, un renegado que se hace llamar el nuevo sheriff, un verdugo, un ex soldado negro condenadamente cínico y realista, un ex general que vive del recuerdo de la guerra, un mexicano que prepara la comida y un vaquero que envenena la jarra de café, son los odiosos ocho. Enfrentados entre sí, todos acaban muertos de forma violenta dentro de la cabaña mientras afuera la vida, personificada en una tormenta, continúa su singladura.

Segundo escenario: perfilar un Gobierno de Transición (2018-2022)con dos grandes misiones: ejecutar los acuerdos para el fin del conflicto y conseguir que la violencia desaparezca del ejercicio de la política. Un gobierno que transforme y modernice al país y establezca una democracia medianamente estable. Este gobierno de transición precisa de pactos y acuerdos múltiples que a primera vista parecerían descabellados pero que son necesarios para países como Colombia que desean superar un largo periodo de violencia. En el 2022, conseguida las dos misiones, se podrán derribar las cercas para que los caballos galopen a su antojo.


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Perfil del Bloguero
Escritor y analista, diplomado en resolución de conflictos y cultura de paz.



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