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teleSUR te muestra una síntesis del rol económico y político de la iglesia católica en América.

teleSUR te muestra una síntesis del rol económico y político de la iglesia católica en América. | Foto: Referencial

Publicado 18 septiembre 2015



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La influencia de la Iglesia católica en América se dio al mismo tiempo que el proceso colonizador, y con el tiempo fue transformándose de acuerdo a sus intereses.

El papa Francisco ha visitado varios países latinoamericanos en 2015, en una muestra de apertura de la Iglesia católica en una región que por siglos sufrió los embates de la colonización española bajo su aval. 

El proceso colonizador que se inició tras la invasión y subsecuente conquista de América Latina y el Caribe, fue a la vez una transformación evangelizadora.

Dicha colonización no puede entenderse sin conocer la opresión a la que fueron sometidos los pueblos aborígenes, que en los libros de texto aparecen como “descubiertos” por Cristóbal Colón, un siervo de la Corona de entonces.

La Iglesia católica precisamente otorgó a la Corona española la bula (Bula Inter Caetera) para conquistar el suelo americano bajo el compromiso de éstos de evangelizar a todos sus habitantes, para sumar a la fe cristiana y al poder vaticano a los pobladores de las nuevas tierras tomadas. 

Así, los invasores obtuvieron el poder de colonizar y evangelizar, es decir, una mezcla de lo político-económico y lo eclesial.

“El Dios sublime amó tanto la raza humana que creó al hombre de tal manera que pudiera participar no solamente del bien que gozan otras criaturas, sino que lo dotó de la capacidad de alcanzar al Dios Supremo (y) que no es creíble que exista alguien que, poseyendo el suficiente entendimiento para desear la fe, esté despojado de la más necesaria facultad para obtenerla (por ello) en virtud de nuestra autoridad apostólica, nos definimos y declaramos por las presentes cartas que dichos indios deben ser convertidos a la fe de Jesucristo, por medio de la palabra divina y con el ejemplo de una buena y santa vida”

 Paulo III. Bula Sublimis Deus, 1536  

En América, la institución de la fe católica justificó los abusos cometidos sobre la población local, bajo la excusa de que era necesario y  otorgó a sí misma la potestad divina de enseñarles la doctrina católica a los indios “salvajes” que describían. 

A pesar de los abusos cometidos, al interior de la entidad religiosa surgieron voces contrarias a la forma cruel e inhumana a la que eran sometidos los indígenas por parte de los españoles y los representantes de la Iglesia que legitimaban el despojo de los recursos naturales y las tierras ancestrales de los pobladores originarios. 

Fray Bartolomé de las Casas fue uno de los más aguerridos contrarios a la barbarie cometida contra los aborígenes en la isla de la Española, que actualmente comparten Haití y República Dominicana.

En 1511, de las Casas fue encargado por los ocho miembros de la Orden de los Dominicos de transmitir el llamado Sermón de Adviento, que decía:

“Para dároslo a conocer me he subido yo aquí, que yo soy la voz de Cristo en el desierto de esta isla, y por tanto me conviene que con atención, no cualquiera, sino con todo vuestro corazón y con todos vuestros sentidos, la oigáis; la cual voz será la más nueva que nunca oísteis, la más áspera y dura y más espantable y peligrosa que jamás pensasteis oír [...] Todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes, que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas, con muertes y estragos nunca oídos habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan oprimidos y fatigados, sin darles de comer y curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine, y conozcan a su Dios y criador, y sean bautizados, oigan misa y guarden las fiestas y los domingos? ¿Estos, no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis, esto no sentís? ¿Cómo estáis en esta profundidad, de sueño tan letárgico, dormidos? Tened por cierto que, en el estado en que estáis, no os podéis más salvar, que los moros y turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo”. 

A pesar de las denuncias de Fray Bartolomé de las Casas y la Orden de los Dominicus, los reyes católicos y sus sucesores promovieron la evangelización y constituyeron un Patronato Real sobre la institución religiosa, asegurando así la remuneración del clero, la construcción de iglesias, catedrales, conventos y hospitales.

Además, el clero también recibía en muchos casos el tributo obligatorio del indígena y disponía de haciendas trabajadas por esclavos indígenas y negros, estos últimos traídos desde África luego de la extinción parcial o total de los nativos de las colonias. 

Etapas históricas de la Iglesia durante el período colonial


En el libro “Historia de la iglesia en América Latina: medio milenio de coloniaje y liberación (1492-1992)” el escritor Enrique Dussel sostiene que la Iglesia tuvo cinco etapas, que guardan paralelismo con la conquista y con la historia del imperio español. 

1- Los primeros pasos (1492-1519)

Esta se destacó por la evangelización de la isla de Santo Domingo con el envío de la misión franciscana, que para 1502 tenía a 17 religiosos y tres años después se crea la misión de las Indias Occidentales.

Catedral de Santo Domingo, la primera en América. Situada en la actual República Dominicana.
 

Además, se crearon las tres primeras sedes episcopales latinoamericanas: Santo Domingo (arzobispado en (1546), Concepción de la Vega (suprimida en 1528) y Puerto Rico; Santa María de la Antigua del Darién (Panamá) en 1513; Cuba (1517); y Tierra Florida (1520).

2- Las misiones de Nueva España y Perú (1519-1551)

A mediados de mayo de 1524 desembarcaron en Ulúa (México) los doce apóstoles (franciscanos) de “Nueva España”; quienes comenzaron una evangelización metódica a los indios ya conquistados por Hernán Cortés.

Ya en 1559 los franciscanos tenían en México 80 casas y 380 religiosos. Se bautizaban a los indios y se les predicaba en su lengua o a través de intérpretes, realizandose así una cristianización masiva. A través de la fuerza se erradicó los cultos originarios. 

3- La organización y el afianzamiento de la Iglesia (1551-1620)

“Las fechas límite del período solamente indican el primer Concilio provincial de Lima y la creación del obispado de Buenos Aires, al sur, y de Durango al norte (1620). En este tiempo la Iglesia latinoamericana procede a una verdadera organización. No hay Concilios dogmáticos -como Trento-, sino esencialmente pastorales, misioneros”, destaca Dussel. 

Primer folio del manuscrito del III Concilio provincial de Lima (1582-1583). En la última línea puede leerse: «...que con ojos tan piadosos se ha dignado de mirar a esta Yglesia y nueva Cristiandad de estas Yndias» (Archivo de El Escorial [España], Manuscrito d-IV-8).

4- Los conflictos entre la Iglesia misionera y la civilización hispánica (1620-1700)

Para el siglo XVII se masifican las obras misioneras, aunque fue notoria la reducción de los jesuitas en Brasil, Perú, Colombia y Venezuela. También, la de los franciscanos en México; la república de “chiquitos y moxos” en Bolivia, en Ecuador y Amazonas, entre otros. 

5. La decadencia borbónica (1700-1808)

En esta última etapa era evidente la decadencia del dominio hispánico en América, las distintas luchas independentistas y la escasez de misioneros. “Por el Tratado de Utrecht (1713) España y Portugal no poseen ya el poder sobre los mares. Los ingleses toman Jamaica en 1655. Poco a poco Holanda e Inglaterra reemplazan al poder hispánico”. 

Lea también → Carta de Jamaica

La iglesia debió afrontar sola la decadencia económico-política de España, debido a la dificultad de embarcarse hacia América en mares dominados por los ingleses, y factores como la conversión de su economía basada en metales preciosos, usurpados a los indígenas, al sistema agropecuario (feudal). 

Alianza con la nueva clase dominante


Culminados a finales del siglo XIX e inicios del XX la mayoría de los procesos independentistas y de liberación en América Latina y el Caribe, la Iglesia se alió con la oligarquía conservadora que surgió esos procesos. 

Para 1930 el acelerado proceso de industrialización en Latinoamérica y el surgimiento de la burguesía industrial, nacionalista, populista, desarrollista y “democrática” (Estado democrático moderno). 

Ya a mediados del siglo XX  se rompe la alianza entre la Iglesia y las oligarquías y se abre a la nueva burguesía nacional - desarrollista y a las capas medias y empieza un proceso de reconciliación entre la iglesia y el liberalismo, este último su antiguo enemigo de principios de siglo. 

Este desarrollo industrial fortaleció el movimiento obrero en la región y produjo un nuevo enemigo a vencer: el socialismo y el marxismo.

“De una "neo-cristiandad conservadora anti-liberal", se pasa ahora a una "neo-cristiandad liberal antisocialista”, argumente el profesor de teología chileno Pablo Richard en su libro “América Latina: El rol político e histórico de la Iglesia” publicado en 1978.

El papel desempeñado por la Iglesia católica en América Latina es controversial, indicó el secretario del Episcopado Brasileño Leonardo Steiner a teleSUR en declaraciones ofrecidas en marzo de 2013. 

En un artículo titulado “La Iglesia Católica y el Proceso Revolucionario”, del periodista venezolano Ronald Muñoz, este describe que “durante el siglo XX la Iglesia católica fue la principal aliada de las más sanguinarias dictaduras de ultraderecha como Mussolini, Hitler o Franco, en América Latina hicieron lo propio apoyando las regímenes como el de la Junta Militar Argentina o el de Pinochet en Chile”.



“...un evangelio que no tiene en cuenta los derechos de los hombres, un cristianismo que no construye la historia de la tierra, no es la auténtica doctrina de Cristo sino simplemente, instrumentos del poder. Lamentamos que algún tiempo nuestra Iglesia también haya caído en ese pecado pero queremos revisar la actitud (...) no queremos ser juguete de los poderes de la tierra sino que queremos ser la Iglesia que lleva el evangelio auténtico, valiente de nuestro Señor Jesucristo, aun cuando fuera necesario morir como Él, en una cruz”.

Estas palabras las expresó el Monseñor Arnulfo Romero el 27 de noviembre de 1977, tres años antes de caer asesinado por la componenda entre la dictadura militar salvadoreña y la oligarquía eclesiástica que veía con temor sus ideas progresistas. 

Este sacerdote católico se opuso radicalmente al rol de la jerarquía católica, que se había prestado al juego del poder y cuestionaba el clamor popular de justicia y fin de la pobreza y la represión, que data desde la época de la colonización y que constituye el principal reto del papa Francisco, de cara a los nuevos tiempos.

Siga el Minuto a Minuto → La visita del Papa Francisco a América 


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