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El Club de los “atemperados”: derechas y nuevas derechas en América Latina
Publicado 18 mayo 2015



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​Estamos ante un nuevo panorama de partidos de derecha. No son espacios neoliberales in stricto sensu, ni dirigentes de una restauración neoconservadora; sino que se trata de derechas democráticas que desde la oposición comienzan acomodarse en el tablero electoral para recrear adhesión electoral y lograr las presidencias de sus países.

I

El neoliberalismo y el capitalismo globalizador durante los años 90 introdujeron algunas novedades a destacar en el universo político. La primera: propusieron un conjunto de medidas para las crisis de deuda en América Latina y una propuesta alternativa a los Estados de Compromiso (pensemos en Brasil, Argentina, México, Perú, Ecuador, Venezuela, entre otros).

Estas medidas, estabilizaron la economía produciendo una profunda transferencia de recursos de los trabajadores a los sectores del capital. La segunda: reconfiguraron los sistemas políticos. Por un lado, borraron las fronteras ideológicas que existían entre partidos. Tanto el comunismo, como la estrategia revolucionaria armada ya no oficiaban de contrabalanceo, ni de promesas de futuro. Partidos reformistas y socialdemócratas en América Latina y Europa se apropiaron de los valores y propuestas neoliberales (por ej.: el peronismo, el priismo, la socialdemocracia brasileña, el torrijismo panameño, los adecos venezolanos, etc.) y se confundieron con partidos de derecha que se incluyeron en esta transformación política y tecnológica.

De esta manera, espacios enfrentados por décadas compartieron un universo común de preocupaciones y medidas económicas (entre ellas, la estabilización macroeconómica, la reducción de la inversión pública, las privatizaciones, etc.). Pero debemos advertir que este nuevo tiempo no solo empujó la transformación de los partidos de derechas o socialdemócratas, sino que a algunos de ellos los desplazó de la escena política. Aparecieron nuevos partidos de derecha que pudieron conducir los requerimientos del capital financiero y de la globalización.

Estas agrupaciones se incorporaron en el sistema político con cierta fuerza, como Cambio 90 en Perú; Cambio Democrático en Panamá; Sociedad Patriótica en Ecuador y luego, Primero Colombia. A su vez, tenemos la experiencia de Brasil donde un partido minoritario de derecha accedió al Estado (Partido de la Reconstrucción Nacional, con Collor de Mello), o como la UDI, que gracias a su despliegue territorial llevo a la presidencia –varios años después- a Piñera en Chile. La tercera: partidos y líderes que se enrolaron en el neoliberalismo se transformaron en espacios y agentes neoconservadores con importante apoyo electoral (Menem, Salinas de Gortari/Zedillo, Fernando Henrique Cardoso, Gaviria/Samper, Wasmosy/Cubas Grau).

Con dicha legitimidad transformaron el Estado, privatizaron bienes públicos, empoderaron a los bancos y desarrollaron medidas económicas y políticas que a mediano y largo plazo diagramaron sociedades excluyentes (pobreza, desigualdad, migración). No solo eso, recrearon una cultura de consumo que atravesó a todos los sectores y clases sociales. La hegemonía cultural y política fue relevante en la mayoría de los países y la aparición de movimientos sociales no logró erosionarla, como sí lo hicieron las condiciones políticas (disensiones internas, luchas entre elites gubernamentales) y económicas que los mismos gobiernos neoconservadores desencadenaron. Cuarta: la desarticulación de los actores tradicionales que organizaban el conflicto social o que tenían cierto peso en el mismo (sindicatos, campesinos, cooperativas, etc.). Muchos de estos actores perdieron peso específico en la compulsa política y quedaron relegados frente al crecimiento y acción de los movimientos sociales.

Este proceso estuvo signado por la “desafiliación” institucional y partidaria, poniendo en crisis viejas identidades políticas, con lo cual el lazo político se tornó más débil y pragmático. Quinta: las derechas nuevas y viejas –como las izquierdas que reivindicaban la lucha armada- encontraron en la democracia un orden viable para desarrollar sus intereses. La democracia –como forma de regular la competencia política- se transformó en un bien común entre actores. Ésta, durante estos años, se asoció al “mercado” y a su crecimiento.

Por tanto, el proteccionismo y los derechos sociales fueron expulsados de la agenda discursiva del neoliberalismo. “Mercado” y “Democracia”, no solo fueron parte de una retórica, sino es la fórmula que permitió a viejas derechas asociadas a sectores desestabilizadores o golpistas competir en el sistema político y, paradójicamente, ayudar a consolidar la democracia. Sexta: se fortalecieron y crearon nuevos actores económicos. Entre ellos, los vinculados a las empresas privatizadas y a las instituciones bancarias. Los bancos asumieron un lugar preponderante en el sistema económico, como algunos grupos vinculados a la importación y a ciertas exportaciones específicas. 

Estos actores empoderados por los nuevos modelos económicos se incluyeron en la lucha de intereses y en la definición de decisiones políticas. Inclusive, acumularon un fuerte poder económico y político que se mantiene hasta la actualidad. A otros tantos actores empresariales, el proyecto neoliberal los perjudicó y –según cada país- podemos observar cómo los gobiernos neoconservadores optaron por subsidiarlos en algunos casos. Unos quebraron y otros debieron subsistir a costos muy altos. Séptima: el neoliberalismo no fue un bloque de medidas que se realizaron de manera homogénea en los diversos países. En cada país se produjeron acuerdos, negociaciones y presiones de diversos grupos que dieron forma al sistema político y económico.

II

La desafiliación y la desintegración social que provocaron las políticas neoliberales (desempleo, desarticulación de instituciones, pobreza, aumento de la desigualdad) erosionaron a algunos gobiernos neoconservadores y otros lograron reconducir la situación (liberacionistas en Costa Rica, Partidos Liberal y Nacional en Honduras, Primero Colombia y Partido Social de la Unidad Nacional en Colombia, etc.).

A diferencia de aquellos que lograron mantener las políticas neoconservadoras, otros gobiernos pasaron por periodos de inestabilidad1 y de tensiones con organismos internacionales de crédito que exigían la profundización de medidas de ajuste, fundamentalmente, la reducción de la inversión pública. La crisis de representación y legitimidad permitió la aparición de nuevas opciones electorales que, en principio, buscaban remediar las consecuencias sociales negativas de estos gobiernos neoconservadores.

Estas opciones alternativas surgieron, en algunos casos, al interior de partidos que habían apoyado el neoliberalismo (el peronismo en Argentina), en otros, de partidos que habían resistido las políticas excluyentes (como el PT de Brasil, el FSLN en Nicaragua, el Frente Amplio en Uruguay y el FMLN de El Salvador) o de experiencias políticas nuevas, como en Venezuela, Ecuador y Bolivia. Teniendo en cuenta, en estos últimos casos, un resquebrajamiento del sistema de credibilidades de los partidos tradicionales.

La irrupción de estas nuevas experiencias que colocaron al Estado en el centro de la escena económica y política, fue desarticulando y debilitando a los partidos que llevaron adelante las reformas neoliberales (por ejemplo, la UCR en Argentina, los Partidos Colorado y Blanco en Uruguay; el MIR y el MNR en Bolivia; el Rodolsismo y Socialcristianos en Ecuador; AD y COPEI en Venezuela). Estas nuevas experiencias reconstituyeron su legitimidad a partir de la acumulación de poder económico del Estado y su capacidad de distribución de la riqueza. Surgió un modelo de desarrollo, que sin negar el lugar de países exportadores de recursos naturales o materias primas, ni la inversión extranjera, establecieron un conjunto de políticas fiscales y públicas que fueron reconstruyendo la autoridad económica del Estado y orientando la redistribución a los sectores medios y populares.

Experiencias gubernamentales y económicas, que podríamos denominar neodesarrollismos incluyentes. Propuesta cuya sola instalación fue percibida por sectores dominantes y conservadores como una política radical con respecto a décadas anteriores. Pero no todos los países fueron atravesados por opciones que impugnaron tajantemente al neoliberalismo.

A veces, se pierde esta dimensión de análisis. Algunos actores políticos y económicos que instauraron un régimen neoconservador y neoliberal lograron mantenerse en el poder (Chile, Colombia, Perú, Honduras, Colombia, Guatemala, Costa Rica, Panamá, Paraguay –salvando relativamente el periodo de Lugo-3). Se mantuvieron por la cohesión ideológica de su elite política, por la debilidad de los movimientos sociales y de los partidos políticos opositores. Pero, debemos destacar, que no mantuvieron las mismas políticas de manera continua, sino que “leyeron” las transformaciones que los gobiernos antineoliberales proponían, así como el contexto interno y externo y obraron en consecuencia.

Entendieron que una mínima distribución y cierta recuperación del rol del Estado podían resolver algunas demandas sociales, reconstruir legitimidad y conservar su poder. Con lo cual, las derechas partidarias en el poder –en algunos casos- “aminoraron” los efectos de las políticas ortodoxas, ya sea por la implantación de nuevas políticas inclusivas/focalizadas o por el impulso social que supuso el crecimiento económico.

III

La consolidación del chavismo, como de otros gobiernos de izquierdas decididamente antineoliberales demostraron la capacidad de disputar hegemonía, interpelar mayorías y, sobre todo, articular los requerimientos del mercado globalizado con la reparación social y distribución de la riqueza. Repusieron al Estado en el rol de distribuidor de la riqueza con los beneficios obtenidos en la exportación de recursos naturales y materias primas.

A su vez, lo repusieron como institución que limitaba a los grupos empresariales y administraba las presiones de la globalización. En el plano geopolítico, establecieron diversas propuestas de integración. Apostaron por consolidar Mercosur, ALBA, Unasur y CELAC abriendo un mosaico de relaciones y vínculos geopolíticos que dan cuenta de “fórmulas” alternativas a las propuestas por los Estados Unidos durante la década del ´90 y los primeros años del siglo XXI. La política de China y Rusia con los gobiernos de izquierda introdujo socios poderosos que contrarrestaron algunas presiones norteamericanas y europeas. Partido que llevó como presidente a Fernando de la Rúa (1999-2001). Pero estos gobiernos de izquierdas vieron surgir oposiciones de derecha que interpretaron que se “estaba ante un nuevo tiempo” político. Ya no esperaban una reedición del proteccionismo, una revolución radical, ni la instauración del Estado de Bienestar de los años ´40. No solo eso, las derechas observaron que la globalización podía incorporar –con ciertos problemas- regímenes políticos que amplían derechos laborales, sociales, culturales y civiles. Que, además, cierta distribución podía relacionarse con las demandas del mercado mundial (fundamentalmente, garantizada por los precios del petróleo y los commodities agrícolas).

Estas oposiciones se fueron articulando en nuevas expresiones partidarias (PRO y Frente Renovador en Argentina, MUD en Venezuela, Suma en Ecuador, MU en El Salvador, etc.) o se produjo una reconfiguración al interior de los partidos tradicionales (PSB y PSDB de Brasil, ARENA de El Salvador, PSC de Ecuador, los Colorados frente al breve gobierno de Lugo). Estas fuerzas partidarias fueron legitimándose y redefiniéndose frente a los oficialismos desde una postura que reivindicaba la gestión y la “no beligerancia”.

En algunos países, lograron controlar alcaldías, escaños parlamentarios y gobernaciones. Situación que les permitió reconstituir adhesiones electorales. Se presentaron como un Club de “dirigentes atemperados” que rechazan el argumento de la confrontación y, sobre todo, que impugna la conflictividad social que supuso llevar adelante las reformas emprendidas por los oficialismos de izquierda. Sus dirigentes se presentaron como políticos de “gestión”, de modales “atemperados” y “profesionales” que dan pelea negando la beligerancia que supone la política. Se transformaron en derechas “sin pasión”.

Estamos ante un nuevo panorama de partidos de derecha. No son espacios neoliberales in stricto sensu, ni dirigentes de una restauración neoconservadora; sino que se trata de derechas democráticas que desde la oposición comienzan acomodarse en el tablero electoral para recrear adhesión electoral y lograr las presidencias de sus países (en Argentina el Frente Renovador, como el PRO han demostrado congregar votos de los sectores populares; de igual manera lo han logrado Capriles o Aécio Neves en Brasil).

A su vez, saben que no podrán desarmar radicalmente derechos y conquistas sociales, ya que existe una subjetividad ciudadana que apoya esas medidas. Inclusive, dirigentes de estas derechas prometen mantener aquellas políticas que se referenciaron con la reparación social. Posiblemente reduzcan la distribución de la riqueza y aumenten su vínculo con la globalización y la lógica del capital financiero, pero ello no indica una lineal “vuelta atrás”.

IV

El neoliberalismo –como ethos cultural, político y económico- recreó rutinas, actores, prácticas y novedades que atraviesan a gobiernos de izquierdas y derechas.

Tanto en el poder, como en la oposición. ¿Qué nos legó el neoliberalismo? ¿Qué rutinas políticas, simbólicas y económicas constituyen ese legado? A. Profundización del rol como exportadores de recursos naturales o materias primas en el mercado mundial. Los diversos intentos de los gobiernos progresistas en torno a la industrialización o cambio de matriz productiva fueron extremadamente débiles, relativos o se encuentran en ciernes. Los precios de los recursos naturales y de los commodities agrícolas han reorganizado y reorientado las rentabilidades de los grupos económicos y las necesidades de los Estados. Inclusive, esto estableció un modelo de rentabilidades mutuas; donde grupos económicos, Estado y ciudadanos veían avanzar. Debemos advertir que inclusive las derechas que provocaron el golpe contra Zelaya y Lugo apelaron a la “democracia”. Asignación Universal por Hijo en Argentina, las “Misiones” en Venezuela, los “Bonos” en Bolivia, etc. Cuestión que consolidó y legitimó este lugar en el mercado mundial. B. En algunos países, se profundizo la lógica de la extranjerización de la economía6 en diversos sectores, inclusive, en los estratégicos. C. La acumulación de reservas en los bancos centrales, la estabilidad y el control de la inflación se instalaron como núcleos de la política económica. D. La desafiliación partidaria construyó lealtades y adhesiones débiles, por lo tanto, gobiernos de derechas y de izquierdas están atravesados por un fuerte proceso de individuación y de autorreflexión que no permite pensar en electorados cautivos, ni en identidades políticas rígidas.

La lógica y velocidad del consumo a escala global y local ha diagramado subjetividades ciudadanas que poseen entre sus prioridades la realización del consumo y de la movilidad social. En ese sentido, esperan que el Estado y la política puedan ofrecerle una plataforma para la realización de estos deseos. E. La reivindicación de la política como gestión y de la transparencia es parte del vocabulario que se ha incorporado a los discursos de derechas e izquierdas. Pero debemos destacar, que en algunos gobiernos de izquierdas se han articulado ciertas narraciones ideológicas e identitarias con estos rasgos de la pospolítica (por ej: kirchnerismo, correismo). F. Las redes sociales han establecido formas de vinculación y sociabilidad políticas jamás vistas en el siglo XX. Estamos ante una subjetividad ciudadana atravesada por la experimentación de prácticas virtuales. Una subjetividad “escurridiza” para contener desde la política y de espacios militantes más tradicionales.

V

Desafíos generales de las derechas 1. En los países que gobiernan, el propósito central es ampliar su hegemonía y desarticular cualquier oposición alternativa a su proyecto. Para ello, han puesto atención a las redes clientelares y a la vinculación con los territorios. Como la construcción de la derecha (e izquierda) es relacional7 buscaron –primero- la referencia “antichavista” como argumento articulador y diferenciador con las experiencias de los nuevos gobiernos de izquierda. Esta estrategia tuvo su utilidad mientras Hugo Chavez vivía. En los últimos tiempos, buscaron afirmar o consolidar su identidad frente a los “populismos”, “autoritarismos” o “presidentes que se quieren perpetuar en el poder”. En términos geopolíticos, buscan consolidar una plataforma de integración que contraste con las propuestas del Mercosur, Unasur, ALBA, etc., o sino presionar al Mercosur para la realización de acuerdos de libre comercio con la Unión Europea o Estados Unidos. Una referencia alternativa la constituye la Alianza del Pacifico, una propuesta con cierta 6 Ver Martin Schorr, “Argentina: ¿nuevo modelo o «viento de cola»? Una caracterización en clave comparativa”. Una perspectiva que desarrollo Norberto Bobbio en su libro Derecha e Izquierda (1994). 2. En los países donde las derechas y nuevas derechas son oposición han logrado incorporarse a las instituciones representativas y ejecutivas. Estas instituciones –en algunos países- se transformaron en posibilidades de construcción, presión y de ampliación de las adhesiones electorales. Podrían aprovechar algunas cuestiones: Una, la reducción en el precio del petróleo y el amesetamiento de los precios de los commodities agrícolas (con tendencia leve a la baja), lo que obliga a los gobiernos de izquierda a jugadas políticas más prudentes, a reacomodar inversiones públicas o a emitir dinero con la consiguiente inflación. Dos, cierto estancamiento de los gobiernos de izquierda. Las tensiones económicas y políticas más las presiones corporativas en países como Argentina, Brasil y Venezuela han obligado a sus gobiernos a ralentizar sus medidas. Tres, en algunos países –como Argentina, Brasil, Venezuela- se hace un esfuerzo muy importante por desarticular la derecha política y social. Cuatro, existe una efectiva articulación de estas derechas partidarias con grupos económicos comunicacionales. Esto ha permitido a diversos dirigentes potenciar sus discursos, disputar interpretaciones con los oficialismos y tratar de crear corrientes de opinión que suelen amplificar argumentos pospolíticos. 


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